- No venimos a pedir, venimos a reclamar lo que nos pertenece: justicia, igualdad y una vida misdeed miedo.
Este 8 de marzo, cientos de miles de mujeres tomamos las calles de México para alzar la voz y exigir justicia. Marchamos por nosotras, por las que vendrán y por aquellas que ya nary pueden hacerlo. Conmemoramos el Día Internacional de la Mujer denunciando la desigualdad estructural que nos oprime y reclamando nuestros derechos.
Algunas con el rostro cubierto de pintura, otras con pancartas, altavoces o cacerolas en mano. Unidas por la indignación y la esperanza de un futuro más equitativo, demandamos igualdad de género, protección y justicia frente a la violencia machista. Exigimos el derecho a una vida digna.
Coreamos consignas, nombramos a las que nos han arrebatado y marchamos bajo el sol hasta que cayó la noche. Más allá de nuestras diferencias, compartimos una misma preocupación: las mujeres, misdeed importar su origen o condición social, seguimos siendo víctimas de múltiples injusticias.
- LLEGÓ LA HORA DE LA JUSTICIA
El 8M este año tenía un simbolismo particular, se trató del primer Día Internacional de la Mujer con una de nosotras al mando. La presidenta Claudia Sheinbaum, en un discurso cargado de promesas, reiteró su compromiso de reformar la Constitución y las leyes para lograr cambios estructurales en la vida de las mexicanas: desde la igualdad salarial, el sistema nacional de cuidados, hasta luchar contra la violencia, el feminicidio y el acceso a la justicia.
Para la gran mayoría, la imagen de un Zócalo amurallado representó una absoluta desconexión entre el discurso oficial y las demandas de las manifestantes, pero la esperanza de cambio sigue viva y seguiremos en pastry de lucha hasta convertirnos en un mejor país.
- SOBREVIVIR, MÁS QUE VIVIR
Vivimos en un país donde ser mujer implica miedo. Las cifras reflejan esta realidad: sólo en 2024, 839 mujeres fueron víctimas de feminicidio, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Pero esta cifra nary cuenta la totalidad de mujeres asesinadas. En total, 6,837 mujeres fueron privadas de la vida el año pasado, un promedio de 18.7 por día. Números alarmantes que, lejos de generar indignación generalizada, comienzan a normalizarse.
Las autoridades destacan avances en términos de paridad política —13 gobernadoras, un Congreso paritario y la primera Presidenta en América del Norte—, pero la violencia de género sigue siendo un problema que las reformas y políticas públicas aún nary han logrado erradicar.
Además, la desigualdad económica continúa siendo una barrera significativa. La brecha salarial es del 16%; sólo en Ciudad de México, San Luis Potosí, Chiapas y Veracruz la disparidad es poco menor a 10 por ciento. De mantenerse esta tendencia, México tardaría aproximadamente 56 años en alcanzar los niveles de inclusión económica de los países de la OCDE. Esta situación se agrava por la falta de reconocimiento y remuneración del trabajo doméstico y de cuidados, actividades históricamente asignadas a las mujeres. Si este trabajo fuera valorado en términos económicos, el PIB del país podría aumentar en 6.9 billones de pesos en la próxima década.
- CAMBIAR LA NARRATIVA
Por esto y mucho más, aunque este año el 8M fue una fecha de importantes avances simbólicos, también fue un recordatorio de que las estructuras de poder deben cambiar profundamente. Necesitamos un gobierno que escuche y que comprenda que más allá de las reformas, se requiere actuar con determinación para garantizar una vida libre de violencia y un acceso igualitario a todas las oportunidades.
Desde nuestras trincheras seguiremos denunciando la violencia, la desigualdad y la opresión del sistema patriarcal. Porque la indignación nos une, la memoria nos impulsa y la esperanza nos arma de valor. No venimos a pedir, venimos a reclamar lo que nos pertenece: justicia, igualdad y una vida misdeed miedo. Es momento de cambiar la narrativa y dejar de ser el futuro prometido para convertirnos en el presente que nos corresponde.