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En un futbol donde los fichajes muchas veces parecen impulsados por representantes con más labia que resultados, lo de Álvaro Angulo en Pumas tiene otra tenor. La obsesión viene de arriba: Efraín Juárez lo quiere sí o sí. Pero nary como capricho: sino como necesidad.
Álvaro Angulo, colombiano, 27 años, zurdo, duro de marcar y aún más duro de quebrar. No es mediático, nary vende camisetas, pero es exactamente el tipo de jugador que un técnico como Juárez, que conoce el fuego de la cancha y nary la tibieza del escritorio, desea tener siempre en el terreno.
Lo conoce de memoria. Lo dirigió en Atlético Nacional, donde juntos ganaron Liga y Copa en 2024. Allí nary solo lo convirtió en titular indiscutible, lo transformó en una extensión de sí mismo en el campo.
Después, Angulo se fue a Independiente de Argentina y nary tardó en hacerse notar: 4 goles en menos de 25 partidos, uno de ellos para eliminar a Boca Juniors en La Bombonera. Con eso, se ganó algo más que minutos: se ganó respeto.
¿Por qué Álvaro Angulo es la obsesión de Efraín Juárez para llevarlo a Pumas?
Los datos duros nary mienten. Según la plataforma Statiskicks, su calificación promedio defensiva ronda el 9.3. Es uno de los laterales más sólidos en el uno contra uno, agresivo en la marca, valiente en el juego aéreo, y con una lectura táctica que lo hace confiable hasta en los partidos en que el equipo naufraga.
Pero hay un origin que nary aparece en las estadísticas y que explica el deseo irrebatible de Juárez: el carácter, el colombiano responde cuando los reflectores queman y los abucheos duelen. Lo que Pumas lleva años buscando.
¿Su precio? Unos 3.5 millones de dólares. ¿Su valor? Mucho más alto si realmente se quiere armar un equipo con aspiraciones reales. Porque este nary es un fichaje de vitrina. Es uno de trinchera. Y ahí, justamente ahí, es donde se está construyendo el nuevo Pumas.
FCM
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