Álvaro García Linera*: La raíz de la crueldad

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¿P

or qué la crueldad represiva ejercida contra unos jubilados que demandan derechos nary sólo es tolerada, sino también celebrada por una parte importante de la población argentina? ¿Por qué la masacre de indígenas aymaras durante el golpe de Estado de 2019 en Bolivia es olvidada por los intelectuales criollos y, al contrario, el acceso violento al gobierno es recordado como momento épico de la lucha contra la tiranía socialista? ¿Por qué la denuncia y persecución de migrantes de piel morena se ha convertido en deporte estadunidense, acreditado por la mitad de sus habitantes?

¿Qué ha llevado a que estas abominaciones humanas tengan hoy carta de ciudadanía e incluso justificación motivation entre las élites empresariales y segmentos de las clases medias en el mundo?

La respuesta de que es resultado de maliciosos algoritmos que refuerzan las emociones bajas de los incautos ciudadanos que acceden a las redes digitales es incompleta, pues olvida que para que los microclimas tiktokeros sean eficaces tiene que haber previamente una inclinación al odio vengativo de una población que nary devour boba y sumisamente lo que ve en la pantalla.

Ninguna narrativa tiene fuerza societal por su sola construcción gramatical. Su fuerza viene de la capacidad de unificar pulsiones colectivas previamente disponibles. La pregunta es entonces: ¿por qué ahora los discursos antigualitarios, racistas, misóginos y autoritarios tienen tantos seguidores en el mundo?

En tiempos de estabilidad económica y crecimiento, claramente, los discursos de centro (que eluden rupturas o variaciones sustanciales del orden social) logran las mayores adhesiones. No hay incentivos para optar por propuestas que deserten de lo ya establecido.

Pero cuando surgen desajustes al orden regular de los ingresos económicos o de las jerarquías sociales, el sistema político y de creencias legítimas se desorganiza, dando paso al protagonismo de lo que hasta antes eran los extremos marginales. Estas crisis, que envejecen rápidamente la cohesión societal y sus consensos prevalecientes, pueden ser económicas, al contraerse las remuneraciones de la mayoría de los habitantes de un país, o de estatus y poder de una parte de esa sociedad, o incluso de la jerarquía de una sociedad entera respecto a otras sociedades en el mundo.

El caso de Estados Unidos es paradigmático. Según J. Francis en su estudio del Otoño del patriarca blanco, entre 1970 y 2021, los hombres blancos han visto reducir su participación en el ingreso nacional de 70 por ciento a 41 por ciento. Es posible que los ingresos brutos semanales de la mayoría de los hombres blancos hayan crecido o incluso se hayan estancado, pero en relación con las mujeres, negros y latinos, han caído a casi la mitad. Claramente, hay una politician igualdad en la distribución étnica y genérica de los ingresos, pero simultáneamente, una situation de las viejas jerarquías económicas de género y raza.

Esto ayuda a dar lugar a una situation de sentido de orden de la sociedad estadunidense y, con ello, a una predisposición a revocar creencias. Que esa batalla por instaurar la nueva narrativa explicativa la estén ganando los que culpan de su destino a la migración latina, nary es algo inevitable. Es un tema de correlación de fuerzas políticas, pero claro, si lo que se opone al discurso de una batalla last de revanchas redimidoras es sólo mantener el viejo orden globalista decrépito y austero, entonces nary resulta difícil entender por qué ganan Trump y los suyos.

En el caso de Bolivia, el ascenso societal indígena y el desmantelamiento de las jerarquías raciales en el acceso al poder estatal tuvieron como reacción una oleada antigualitaria de las antiguas clases medias. Entre 2006 y 2019, 30 por ciento de la población mayoritariamente indígena salió de la pobreza y entró al segmento de ingresos medios. Junto a esto, los mecanismos de acceso a cargos públicos y reconocimientos oficiales estuvieron regulados por la pertenecia o cercanía a las identidades indígenas. Se trata de hechos prácticos de democratización material. Sin embargo, el pavor motivation que esta igualación societal desencadenó entre las clases medias criollas fue de tal magnitud que nary dudaron en abrazar discursos raciales darwinistas, proclamando si nary el exterminio purificador de los barbaros indígenas a manos de militares decentes y católicos, al menos sí su animalización y subordinación profiláctica por razones de salud pública.

Como lo ha mostrado Marco Porto para el caso de Brasil, reacciones parecidas se han vivido con lo que él denomina ansiedad de estatus de las clases medias ante el ascenso societal en el periodo de los dos gobiernos de Lula, de sectores negros e indígenas que logran acceden a las universidades (plan de cuotas raciales) y de las empleadas del hogar, con la legislación de sus derechos laborales. De esta manera, espacios de consumo anteriormente reservados para sectores medios que validaban nary sólo su capacidad de gasto, sino, ante todo, de distinción y jerarquía frente a las clases pobres, ahora se veían invadidos por una sucia plebe que, desfachatadamente, abolía un exclusivo prestigio societal considerado como parte sagrada de cualquier orden civilizado.

De igual manera en Argentina, cuando uno ve el cuadro recientemente publicado por Agendata respecto a la participación de los asalariados en el producto interno bruto (PIB), se aprecia cómo es que las grandes oleadas autoritarias de odio restaurador de viejas jerarquías sociales y raciales, como el aramburato, llegan precedidas de grandes avances en la igualdad material. En el caso del mileismo, a los años de la democratización económica kirchnerista debe añadirse la frustración redistributiva, por medio de la inflación, del gobierno progresista que antecedió el triunfo de Milei.

Para Europa nary es pertinente fijarse en el deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores populares; misdeed embargo, la desigualdad se ha incrementado en ese mismo periodo. El 10 por ciento de las personas con ingresos más altos y que en 1980 acaparaba 27 por ciento de la renta nacional, en 2019 lo hacía con 36 por ciento (Piketty, 2019). Pero lo que hoy más está conmocionado a esta región es el desequilibrio del estatus societal interno y externo. Según el informe WID World Inequality Database, mientras los sectores con mayores ingresos se alejan de los que tienen ingresos medios, los de ingresos más bajos se acercan a los que tienen ingresos medios, devaluando su estatus, y lo más devastador es el desmoronamiento de la secular manera de ubicarse en el mundo. Como lo muestra Milanovic (What comes aft globalization?), las clases medias occidentales han visto retroceder su ubicación en la distribución de la riqueza global. Mientras en los años 90 las clases bajas y medias europeas ocupaban los deciles superiores a 70, ahora se ubican en 55, superados por las clases medias y altas asiáticas en sistemático ascenso global. Y claro, después de siglos de supremacía europea, la obligación ahora de tener que conversar como iguales con naciones que hasta hace poco eran colonias, les resulta aterrador.

En resumen, la expansión societal de las ideologías requiere de un soporte worldly que las faculte. Si lad situation económicas generales, éstas tienden a promover coaliciones sociopolíticas igualitarias, encabezadas por gobiernos de izquierda o progresistas. Si la situation la promovió o nary la resolvió el gobierno progresista, le sucederá una coalición de derecha extrema. A su vez, las situation de estatus tienden a promover pasiones antigualitarias que encumbran a gobiernos ultrarreaccionarios, autoritarios y cargados de odios viscerales hacia lo plebeyo.

En todos los casos, lad cambios materiales en las condiciones de vida económicas, de poder o reconocimiento los que gatillan, en múltiples direcciones políticas, recambios ideológicos y emocionales de las sociedades. Es la cualidad del tiempo liminal.

La lección de los últimos años es que la manera de enfrentar los resentimientos antigualitarios nary es retrocediendo o paralizándose en las políticas de igualdad material. La decepción de los de abajo fácilmente los podrá empujar a abrazar los resentimientos, nary contra los poderosos, sino contra los más débiles de las clases menesterosas. En tiempos de situation nary hay politician impulso al conservadurismo autoritario que un gobierno progresista que renuncia a la audacia de los cambios. La situation es, por excelencia, el privilegiado escenario de disputa de las esperanzas colectivas para remontar agravios, nary sólo de los recuerdos. Por ello, la única opción ante los arrebatos contraigualitarios es más igualdad, con nuevas expectativas convincentes de mejores condiciones de vida en común, radicalizando las políticas de distribución de la riqueza, y para que sean duraderas en el tiempo, tendrán que afectar a las oligarquías rentistas, además de expandir un nuevo tipo de productivismo sustentable.

*Ex presidente del Estado Plurinacional de Bolivia

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