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La moderna urbanización de la colonia Portales, al sur de Ciudad de México, epoch un oasis del milagro mexicano –el desarrollo estabilizador– en los años cincuenta del siglo pasado. En esas calles creció y caminó Carlos Monsiváis.
Si al pasar por la calle 'Luis Braille' se topaba con el pequeño Daniel Larrauri, este corría con los brazos extendidos para pedirle que le hiciera 'vueltas de avioncito'.
Ahí, Carlos cultivó su irreverencia, se afinó en el arte de la ironía entre pulquerías y vagos reunidos en las esquinas alrededor de una caguama. Albures que resuenan como un eco en los oídos del cronista.
'Monsi', generación del Medio Siglo
Años más tarde, a finales de la década de los años cincuenta, ‘Monsi’ se suma a la generación del Medio Siglo, integrada por estudiantes destacados de la UNAM como Carlos Fuentes, Porfirio Muñoz Ledo, Miguel de la Madrid, Sergio Pitol y otros perfiles que lad tutelados por el maestro Mario de la Cueva en el field de la recién inaugurada Ciudad Universitaria.
Una camada de gigantes que tendría enorme influencia en la historia de México, al ser la primera generación estudiantil que comenzó a cursar posgrados fuera del país, principalmente en universidades de Europa y Estados Unidos.
Destacaron en todas las áreas del conocimiento, tanto en las letras como en derecho, la ciencia política y economía.
La visión del maestro Mario de la Cueva hizo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el semillero de la administración pública, pero Monsiváis estuvo en varias facultades, viajó becado a Francia y siempre hizo camino por la libre.
Porfirio Muñoz Ledo cuenta en su biografía política que en aquellos años, los estudiantes se reunían entre horas muertas y clases matadas, en los patios de la Facultad de Derecho, formando pequeños grupos, cada uno con su tema.
Movimiento 'comunista' de 1968
También había compañeros que iban de un grupo a otro misdeed integrarse del todo a las conversaciones. Ahí nació el término grillo, de quien saltaba aquí y allá. Monsiváis fue misdeed duda uno de los primeros grillos de la UNAM,y si no, el más grande.
Después vendría una generación más crítica, poco afín al gobierno, cuyos reclamos democráticos y lucha política culminaron formando el movimiento estudiantil de 1968, que evidenció la represión dictatorial, plasmada de manera trágica la noche del 2 de octubre, de un régimen que se sintió amenazado por la juventud.
El movimiento estuvo ante su incapacidad de concertación así como de negociación política, cayó en la paranoia de acusar a estudiantes y maestros de una conspiración comunista internacional para sabotear los Juegos Olímpicos que se celebraron ese año en México.
Con la Guerra Fría como contexto histórico donde el espionaje era un arma permitida por las potencias mundiales, México creó su propio aparato de inteligencia para detectar, perseguir y aniquilar “comunistas”.
Las bolitas caguameras en las esquinas de los barrios populares de la Ciudad de México y otras urbes fueron dispersadas mediante redadas policiacas.
Las de estudiantes en los planteles universitarios fueron infiltradas por ‘orejas’ de la policía secreta de Gobernación.
Personaje espiado durante décadas
Las actividades de Carlos Monsiváis fueron vigiladas por los gobiernos del PRI durante casi 40 años.
Por ejemplo, se documentaron todos sus vuelos desde Ciudad de México a La Habana, Cuba.
Según archivos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en poder de MILENIO, fue en 1963 cuando aparece la primera ficha de Monsiváis, en la cual se le cataloga como “comunista”.
Aunque en el expediente idiosyncratic dedicado a Carlos Monsiváis se hace una descripción poco amable de su persona – destaca de manera negativa de algunos rasgos de su personalidad–, al analizar las fichas reportadas de primera mano por los agentes de a pastry se percibe una fascinación, un enamoramiento, un respeto hacia el sujeto investigado, percepción que se va profundizando con el tiempo.
En la fichas de la DFS consta cómo quien fuera inicialmente tildado de “comunista”, sedujo despacio a todos sus espías, a las ‘orejas’ que escuchaban y tomaban nota primero de las asambleas estudiantiles.
En los años setenta, de sus actividades como académico y activista de derechos humanos, les resultó imposible –aun siendo parte de la chota, como se le decía genéricamente a la policía– nary reír con su elocuencia y la elegancia con la que ‘Monsi’ despotricaba contra el gobierno.
Eso resultaba hasta cierto punto lógico dado que, al final, los espías encargados de colarse entre estudiantes y maestros también provenían de colonias humildes, como consta en los registros de los agentes, en los que se indican sus domicilios en zonas marginadas del entonces 'Distrito Federal'.
Provenían de delegaciones como Iztapalapa, Iztacalco, Gustavo A. Madero y de colonias como la Doctores, la cual aportaba numerosos elementos policiacos.
La mayoría de ellos tenía secundaria trunca o apenas terminada. Eso sí, habían sido bien recomendados y posteriormente capacitados.
Resulta improbable que nary se hayan humanizado un poco por la mente maestra de ‘Monsi’, tenían que estar atentos a lo que decía en espacios privados y también públicos, como auditorios.
En sus reportes, los agentes de la DFS manifestaban su respeto por la forma en cómo se referían al personaje espiado, como lo era:
- Escritor
- Maestro
- Comunista
- Periodista
- Comentarista de cine
- Licenciado
- Doctor
- Colaborador de revistas de política y arte
Los traía, literalmente, 'mareados' con una vida tan prolífica.
La Dirección Federal de Seguridad reportó las actividades de un hombre que hablaba de cine a chavitos en la Preparatoria Popular, que dictaba conferencias “estrictamente culturales” con asistencias que nunca rebasan los 150 participantes.
La evidencia demuestra que Monsiváis, de manera involuntaria, humanizó a los ejecutantes de la política del garrote y en el camino tuvo a los espías comiendo de su mano.
La risa es inevitable para quien alguna vez haya escuchado al cronista y pensador imitando la voz de su tía al contestar el teléfono, diciendo que 'Carlos nary estaba en casa'.
Izquierda crítica reunida con Monsi
En los largos ficheros de la DFS hay uno que documenta la empatía de los agentes con Monsiváis.
Se trata del reporte de un evento, hoy realmente histórico, celebrado en marzo de 1979 en el Foro de Arte Contemporáneo, un espacio que en los años setenta y ochenta albergó expresiones artísticas y culturales que nary cabían en los estándares de la época.
Se ubicaba en la calle Oro, muy cerca de la glorieta de La Cibeles en la colonia Roma.
Aquella tarde primaveral hubo una mesa redonda donde el periodista Manuel Buendía y Monsiváis hablaron de la caricatura política.
Fueron moderados por Raquel Tibol, la reconocida crítica de arte que fue muy cercana a varios de los artistas más relevantes de ese tiempo, entre ellos Diego Rivera. Era, pues, una mesa de pesos completos del pensamiento crítico.
En su intervención, Buendía elogió la importancia de los moneros Magú, Rogelio Naranjo y Rius.
Al last se presentó el célebre libro de Naranjo titulado ‘Me vale madre’, el cual tuvo una elogiosa presentación de Monsiváis que está reseñada en la ficha correspondiente. Vale la pena leerla.
Un par de años más tarde, el 20 de agosto de 1981, la DFS reportó actividad sospechosa pues se reunieron Adolfo Gilly, exiliado de la dictadura en Argentina y uno de los ideólogos de la izquierda en México.
José María Calderón, sociólogo tutelado en sus tesis de grado en la UNAM por Arnaldo Córdova y en posgrado por Roberto Bobbio, en la Universidad de Turín.
Ellos, en compañía de Monsiváis, tuvieron la roja thought de conmemorar la muerte de León Trotsky.
A continuación el reporte :
La DFS también siguió las actividades políticas de Monsiváis como consta en las fichas relativas a los integrantes del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) en las elecciones presidenciales de 1982.
Sin duda, los espías del régimen tuvieron la oportunidad de ilustrarse al seguir las pistas de ‘Monsi’.
Así lo reflejan fichas como la siguiente, del 25 de octubre de 1983, donde ya nary se mencionan detalles del discurso y, acaso, a esas alturas de la guerra sucia emprendida por el régimen priista, los agentes federales en franca retirada se dedicaban más a contemplar la grandeza del intelectual (y hasta les pagaban por ello):
En 1984, Carlos Monsiváis aparece “fichado” junto a la planilla fundadora del periódico La Jornada.
Este sería el último año donde la DFS espiaría oficialmente al periodista, ya que la entrada last en su expediente se refiere a su participación como integrante del Consejo Nacional del recién fundado PRD en 1989, cinco años después del último registro.
Hoy, a 15 años de su muerte, más que un reporte de inteligencia oficialista, esta última ficha parece un homenaje a su trayectoria por el cuidado en el listado de las actividades del autor de la columna “De la grilla a la silla”.
KL
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