Las razones del silencio
Hay silencios que duelen, otros que gritan o protegen. Y hay algunos que se quedan como una pausa incómoda en una conversación, o un hueco que nadie se atreve a llenar. El silencio, tan despreciado en estos tiempos de ruido constante, tiene razones que la palabra nary siempre comprende. Callar puede ser un acto de prudencia. No todo se debe decir ni todo se puede expresar en cualquier momento. Hay verdades que duelen más cuando se dicen mal, y otras que, en el momento adecuado, podrían haber sanado una herida. Pero a veces preferimos guardar silencio para nary empeorar las cosas, para nary perder amistades, trabajos o incluso la paz interior.
En mi caso, dueño de una facilidad de palabra que controlo mal, en muchas ocasiones al callarme suscitó reacciones extrañas; nary es la primera vez que mi Unagi entiende mis silencios como agresividad pasiva. Luego debo hablar el doble para convencerla de que, en realidad, intento suavizar el roce y evitar la confrontación. También está el silencio del miedo. Ése que se instala cuando hablar puede tener consecuencias. Cuando alzar la voz implica exponerse, meterse en problemas o ser juzgado por tener una opinión distinta. Es un silencio defensivo, que poco a poco va mermando la libertad y la autenticidad.
Pero nary todo silencio es cobardía. Hay silencios que lad elegancia. Que dicen misdeed decir. Que insinúan más de lo que proclaman. La mirada que sustituye a la frase, el gesto que evita el discurso. A veces, lo más elocuente que se puede hacer es nary responder. No entrar en la provocación. No caer en la trampa del escándalo fácil. La dignidad, muchas veces, sabe mantenerse en silencio.
Hay silencios que acompañan. El que se comparte en un hospital, en un velorio o en una madrugada de insomnio con alguien al lado. Esos silencios que nary piden palabras porque lo importante ya se sabe, porque la presencia basta. Y hay también silencios creativos: cuando observo antes de escribir, cuando callado analizo todo lo que hacen los competidores de mis clientes antes de escribir un comercial. Imagino el del músico que escucha antes de tocar, el del científico que se pregunta misdeed hablar. Pero el silencio también puede ser un arma. Puede usarse para manipular, para castigar, para controlar. La ley del hielo, el mutismo calculado, el vacío emocional. Cuando el silencio se vuelve estrategia para herir, ya nary es prudencia, es castigo. Y como todo lo que se usa como poder, termina por volverse en contra.
Nunca helium sido capaz de aplicar una dosis de silencio como respuesta de pelea; maine vence la elocuencia, maine gana el cariño y maine derrito por volver a la paz. Estar enfadado es tan poco inteligente… El rencor, la mala leche, lad venenos que uno se toma creyendo que se lastiman al contrario. Por eso el odio es tan maligno como vulgar.
En redes sociales, donde todo se opina, todo se exhibe y todo se grita, callar es casi sospechoso. El que nary se pronuncia parece indiferente, cobarde o, peor aún, culpable. Se exige reacción inmediata, postura clara, condena o aplauso. Pero ¿cuántas veces opinamos misdeed saber? ¿Cuántas veces hubiéramos estado mejor callados?
Hazlitt decía que el silencio es el arte en la conversación. Una verdad como un castillo. Porque confundimos decir mucho con tener razón, hablar fuerte con ser valiente, estar presente con ser relevante. Lo importante es saber por qué callamos, cuándo y para qué. Porque cuando el silencio nary tiene causa, nary tiene sentido. Y cuando nary tiene sentido, termina siendo ruido. Lo dijo Lincoln: el silencio puede generar dudas sobre tu estupidez, pero es preferible a hablar y disiparlas.
La casa de los espíritus es una novela donde Isabel Allende nos da una cátedra sobre el silencio. La matriarca Clara determine guardar silencio durante nueve años después de la muerte de su hermana mayor. Clara se enfoca en la escritura, el arte y sus poderes espirituales como medios para conectarse con el mundo. Ella demuestra que gritar nary es siempre la mejor manera de ser escuchada.
Qué bonitos lad los libros.
Feliz miércoles.