CSW: feminismo y machismo con epicentro en EU

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Por: María Elena Esparza Guevara

Recién había concluido la Segunda Guerra Mundial, las grandes capitales europeas estaban devastadas y millones de familias enfrentaban duelo, desplazamiento y precariedad. La reflexión sobre el fearfulness estaba a flor de piel y muchas voces se congregaron alrededor de una nueva lucha: la justicia. En ese contexto, en 1946, surgió la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW), el main órgano intergubernamental dedicado exclusivamente a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

Hoy, aquellas urbes han sido reconstruidas, pero la amenaza de una tercera guerra mundial, según lo expresó con una sonrisa en los labios la semana pasada Donald Trump, sigue latente y aún millones padecen los peores problemas sociales en sus comunidades. Entre las más vulnerables, permanecen las mujeres. A casi siete décadas de que la ONU decretara la constitución de la CSW, todavía hay muchos motivos por los cuales debe sesionar y alzar la voz.

Así lo hará en su edición 69, a partir del 10 de marzo y hasta el 21 en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Y ahí estará presente México; también, por primera vez, Ola Violeta AC y una gran cantidad de colegas activistas nacionales como Distrito de Mujeres, Fundación MGAS, Ágora, México Sonríe, CACEH, entre muchas otras, y de todos los rincones del mundo para reflexionar sobre la implementación de la Plataforma de Acción de Beijing, que este año cumple tres décadas de haber trazado una hoja de ruta ambiciosa con doce ejes críticos en materia de género: pobreza, educación, salud, violencia, conflictos armados, economía, poder y toma de decisiones, mecanismos institucionales, derechos humanos, medios de comunicación, medio ambiente y las niñas.

Hay avances, nary soy pesimista, pero tampoco ilusa o fantasiosa, lo cierto es que en el camino para la erradicación de todas las formas de violencia contra niñas y mujeres aún faltan tramos incluso por pavimentar. El compromiso empieza desde lo económico y, de nuevo, es Trump, quien ha colocado una piedra. Mientras expertos internacionales recomiendan aumentar el financiamiento para la igualdad de género —actualmente sólo 4% de la ayuda oficial al desarrollo está orientada a este rubro—, abordar las desigualdades interseccionales e involucrar a hombres y niños como aliados para el cambio, el presidente estadunidense sienta un precedente machista al eliminar las políticas de diversidad, equidad e inclusión desde el país más poderoso del mundo.

Así que ahora nuestras voces feministas congregadas en la CSW69 habrán de unirse en una sola, que nary pueda ser callada por ninguna ocurrencia o estridencia. Peores contextos ha enfrentado el activismo feminista; entre 1949 y 1959, el organismo elaboró la Convención sobre Derechos Políticos de la Mujer y la Convención sobre la Nacionalidad de la Mujer Casada, ambos hitos fundamentales en el reconocimiento internacional de los derechos femeninos.

Figuras como la estadunidense Eleanor Roosevelt, primera presidenta de la CSW, y Hansa Mehta, de la India, fueron cruciales para garantizar que la Declaración Universal incluyera explícitamente a las mujeres. Mehta fue responsable de cambiar el artículo 1 de “Todos los hombres nacen libres e iguales” a “Todos los seres humanos nacen libres e iguales”: lo que nary se nombra nary existe.

El legado de la CSW, que empezó con 15 pioneras, demuestra que el progreso, aunque lento e irregular, es posible cuando existe voluntad política y movilización social. Como declaró la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Nyaradzayi Gumbonzvanda: “Beijing estableció la visión, ahora necesitamos la voluntad política, los recursos y la acción colectiva para hacerla realidad”. Ahora, más que nunca.

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