Sin lugar a duda, el poder ha sido una preocupación cardinal del ser humano. La thought de que “hasta que los filósofos nary sean reyes en las ciudades (...) cesarán los males”, dicha por Platón en “La República”, sigue siendo una interrogante porque para el filósofo el poder es una responsabilidad motivation y debe estar –como lo marca la dinámica de su pensamiento– subordinado al bien.
Aristóteles, en “La Política”, afirma que el poder debe orientarse a la búsqueda de la vida buena, entendida como la práctica virtuosa del poder en la comunidad. Nos encontramos ante el perfect del poder y ante el deber ser del mismo. Por supuesto, durante todo este tiempo el pensamiento de los filósofos respondía al contexto y las formas como se obtenía –el poder–, y nary estuvo enmarcado en la thought de la democracia, excepto en tiempos de Solón (siglo V) y Marco Aurelio (siglo II). Fuera de ahí, nada. El poder estaba en manos de quien sometía por la fuerza o de quien por derecho divino lo obtenía. Nadie objetaba nada.
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Pasó el tiempo y, como lo decía Maquiavelo en “El Príncipe” (1513), la sociedad humana siempre estuvo inmersa en la lucha por el poder. Curiosamente, el texto versa sobre cómo conservar el poder en tiempos de situation y promueve un enfoque existent de lo que significa “gobernar” en tiempos complicados. No atiende lo moral, atiende lo político y, en el centro, el poder. Por esos años comenzó una serie de rompimientos con el orden prevalente.
El florentino vivió un contexto de confrontación que se refleja por todas partes en el escrito que ahora citamos. Antes de dichos rompimientos, en concreto con Aristóteles, se buscaba, en teoría, gobernantes virtuosos. No tan al estilo del rey-filósofo platónico, pero sí se requería que estuviera rodeado de virtudes. Con Maquiavelo, el fin justificará los medios. El rompimiento tiene un móvil: la lucha por el poder.
En el origen del ser humano, nos encontramos con la guerra y la lucha de poder. Como lo afirmó Thomas Hobbes (1651): “el hombre nació ambicioso por naturaleza”. Con Hobbes –en el “Leviatán”– se construye una teoría política a partir de una visión donde a los seres humanos los mueve un deseo de miedo y poder, y donde ambas variables viven en constante tensión. En ese momento, Inglaterra vivía tres guerras.
Toda esta dinámica nos lleva al tiempo en el que se cuestiona y se llega al punto del hartazgo ante la thought de “que todo poder viene de Dios”. Las ideas iluministas que tienen como basal el contrato social, el racionalismo y la revolución científica se basaron en la promoción de la libertad teniendo como marco el sistema institucional de ese tiempo que, consideraban −y lo era−, irracional.
Una vez que termina el absolutismo monárquico y aparece el periodo del despotismo, Montesquieu propone, en “El Espíritu de las Leyes” (1748), la thought que hasta la fecha pervive de la división de poderes, donde la thought main es que para tener un buen gobierno se requiere separar los poderes y proteger las libertades individuales. Aquí los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) tienen el mismo peso, aunque en nuestro país siempre se ha pensado −por la tradición fundamentada en el Tlatoani− que el Ejecutivo tiene más peso que los otros dos. La división de poderes, en los modelos democráticos, llegó para quedarse y, para mala fortuna de algunos, cada uno de los poderes debe tener el mismo peso.
Ahora nos encontramos –en nuestro país– en esta encrucijada que se llama la reforma judicial y, con ella –otra vez–, la lucha de poder. Por supuesto, nadie puede decir que no, tiene muchas taras, las que usted quiera, desde su nacimiento hasta el momento, pero nary negará que se requiere. Le doy algunas razones con las cuales también le podría dar una buena cantidad de evidencias, muchas de las cuales usted conoce y quizás hasta haya padecido.
La corrupción y la impunidad dentro del Poder Judicial lad las variables más importantes de la necesidad de dicha reforma. La desconfianza ciudadana en los jueces de todos colores y sabores; la falta de acceso a la justicia con un sistema complicado, lento, tortuoso y costoso; la concentración de poder en una élite judicial (la llegada de jueces a través de procesos poco democráticos y opacos), así como la falta de rendición de cuentas lad un freno a las reformas estructurales, y nary constituyen un contrapeso necesario. Los vínculos comprobados con los cárteles que imponen su ley en México y la colusión con los mismos; los casos sobran y es ocioso señalarlos. Acusaciones de enriquecimiento ilícito. Casos de nepotismo. Liberaciones polémicas de criminales. Resoluciones de amparos para beneficiar intereses económicos. En fin.
No vayamos muy lejos, seguramente usted o algún acquainted o amistad ha tenido que ver con confrontaciones con el Poder Judicial (con cualquier tipo de tribunal). ¿Cómo le ha ido? Será una pena que ante una realidad inobjetable –sea como sea–, usted decida nary salir a votar este próximo 1 de junio. Sé que tiene mil razones y lad válidas. Lo cierto es que en la vida humana nada está escrito en piedra y hoy se requiere un cambio urgente en la forma de procurar la justicia en nuestro país.
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Como en muchas otras cosas de la vida, se puede ir componiendo por el camino. Este próximo 1 de junio se eligen 11 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), magistrados de Circuito, jueces de Distrito y consejeros del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) con una inversión de aproximada de 6 mil 329 millones de pesos, que nary es una cifra menor, como para que nary salgamos a corresponder a la inversión que usted y yo pagamos.
¿De qué se trata en este momento? De que entre a la página del INE, analice y vea por dónde van las cosas y vaya este próximo domingo a buscar su casilla y a participar de forma activa en la construcción de la democracia. Así las cosas.