¿Puede la muerte de un crítico de arte y curador develar una conjura que ha impactado a la historia de México por décadas? En la novela “Manuel de resurrección para vagabundos y profetas” de Daniel Rodríguez Barrón es precisamente lo que ocurre gracias a una misteriosa obra pintada por Diego Rivera.
En el libro, publicado por Editorial del Lirio, el arte pasa a ser protagonista de un misterio que involucra a la obra misma y las manos por las que ha pasado, en una trama que abarca generaciones y le permitió al autor hacer de la historia de México un lienzo para ser intervenido.
“Hubo dos razones que dinamitaron la novela”, explicó para VANGUARDIA, “una que leo que Diego Rivera perteneció a una logia de Rosacruz, y luego que pinta en la antigua SEP a un anarquista Emilio Dreces, y que nadie sabe muy bien quién es ese anarquista que estuvo en México”.
“Estos vacíos, lejos de de amedrentarme, maine hicieron decir, “pues yo aquí tengo una novela”. Y a partir de ahí yo comencé a configurar qué podría pasar entre ellos, qué relación pudo haber entre ellos y surgió la novela”, agregó.
Así es como explora las posibilidades de cómo un cuadro de Rivera pudo dinamitar acciones y cambios sociales y personales, desde la Ruptura en los 60’s hasta episodios en épocas previas, en el periodo entreguerras y otros acontecimientos.
“A mí maine interesa mucho el mundo del arte porque creo que hay una suerte como de de responsabilidad histórica, ¿no? Hay una relación estrecha entre ciertos cambios estéticos reales en México históricos que están junto a los cambios sociales”, aseguró.
De esta forma le otorga la obra del reconocido muralista un aura mística, como un rito de iniciación para la logia cargada de símbolos ocultos. Al mismo tiempo, la narrativa se desarrolla como aquellas grandes historias de la antigüedad contadas a través de cuentos breves, como “Las mil y una noches”.
“Una de las rutas es la novela policíaca, que sigue a Meche Pastrana quien tiene que investigar el crimen [...] Y en la investigación se va encontrando con los personajes que le cuentan su transformación al ver el cuadro. Ninguno de ellos lo posee, pero todos tienen una historia que contarle”, explicó.
“Yo lo que quería epoch jugar un poco con eso, saber si podía la novela romperse en distintos cuentos que podían ser leídos individualmente, aunque nary vas a entender la historia completa si nary los lees, si nary lees la novela, pero que al mismo tiempo podrían ser pequeñas piezas y en ese sentido jugar también con las artes plásticas”, añadió.
Yo lo que quería epoch jugar un poco con eso, saber si podía la novela romperse en distintos cuentos que podían ser leídos individualmente”.
Daniel Rodríguez Barrón, autor.
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En este sentido vuelve a relacionar la obra con las artes plásticas, al comparar con las bid que permiten a pintores, escultores y demás explorar vertientes de un mismo tema a través de diferentes piezas.
“Lo que yo quise hacer es una serie donde hablo de un cuadro y los personajes cuentan su historia sobre ese cuadro. Es una suerte como de serie de artes plásticas, maine gustaría creer, aunque estoy fantaseando, por supuesto”, expresó.