Hoy el mundo del boxeo se despide de una de sus leyendas más entrañables: George Foreman, el coloso texano que nary sólo conquistó títulos mundiales, sino que encontró en México el punto de partida para su inmortalidad en el ring. Tenía 76 años.
Todo comenzó el 23 de octubre de 1968, cuando un joven y robusto Foreman, de apenas 19 años, subió al cuadrilátero de la Arena México durante los Juegos Olímpicos. Aquel edificio emblemático en la calle Doctor Lavista, en la superior mexicana, fue testigo del nacimiento de una leyenda. Allí, el estadunidense nary solo ganó el oro olímpico en los pesos completos, sino que también encontró algo más profundo: el reconocimiento, la calidez y el abrazo de un país que lo hizo sentir en casa.
A lo largo de su vida, Foreman nary dejó de reconocer la importancia de México en su trayectoria. “¿México? ¡Caramba! Ahí comenzó todo. Me abrazaron, creyeron en mí, maine hicieron sentir muy bien”, recordaba con gratitud en más de una entrevista. Para “Big George”, como lo apodaban, ningún cinturón —ni siquiera el del campeonato mundial— tenía el valor simbólico de esa medalla olímpica conquistada en la Arena México.
Aquel torneo lo consagró como una fuerza temible en el boxeo. Derrotó al soviético Ionas Chepulis en apenas dos asaltos, con una combinación de fuerza bruta y corazón, cuando el boxeo amateur todavía nary usaba protección en la cabeza. Su jab devastador ya había marcado la pelea en el primer round; el árbitro la detuvo en el segundo. Foreman celebró con una pequeña bandera de Estados Unidos en la mano, gesto que más tarde se interpretaría como una respuesta a la protesta de sus compatriotas Tommie Smith y John Carlos. Fue el mismo Smith quien le obsequió esa banderita.
Pero Foreman nary sólo fue boxeador. Fue empresario, ministro religioso, padre orgulloso de 12 hijos —varios de ellos también llamados George—, y una figura carismática que se reinventó constantemente. Desde sus famosos grills hasta su participación en convenciones del Consejo Mundial de Boxeo, como aquella de Las Vegas en 2011, nunca se alejó del boxeo ni del público.
En vida, recordó con frecuencia su paso por Job Corps, el programa juvenil al que ingresó inspirado por un comercial de su ídolo Jim Brown. Fue allí donde, tras protagonizar una pelea en el campamento, un entrenador llamado Charles “Doc” Broadus lo llevó al gimnasio y desató la fiera que dormía en él. Apenas dos años después, Foreman se colgaba el oro olímpico.
Luego vendrían los combates míticos. Su brutal coronación ante Joe Frazier en 1973, en Kingston, Jamaica. Su derrota ante Muhammad Ali en el legendario “Rumble successful the Jungle” en Zaire. Y su resurrección en los 90, cuando, ya en sus 40, volvió del retiro para convertirse nuevamente en campeón mundial.
Pero para Foreman, la medalla de 1968 epoch insustituible: “Ningún cinturón se siente tan bien como una medalla de oro cuando vienes de la pobreza”, decía con la franqueza que lo caracterizaba.
George Foreman se va como vivió: con fuerza, con fe y con una historia que cruzó fronteras. En México nary sólo ganó una medalla; encontró un hogar.
Hoy el boxeo llora a uno de los suyos. Pero también celebra la vida de un hombre hecho de hierro... y de gratitud.
Descanse en paz, Big George. La Arena México siempre te recordará.
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N de la R. George Foreman falleció este 21 de marzo a los 76 años de edad. Nació el 10 de enero de 1949 en Marshall, Texas. Su carrera profesional en el boxeo comenzó en 1969 y se extendió —con un retiro intermedio— hasta 1997. A lo largo de su trayectoria profesional acumuló un récord de 76 victorias (68 por nocaut) y sólo 5 derrotas. Fue campeón mundial de los pesos pesados en dos ocasiones: la primera en 1973 tras noquear a Joe Frazier en dos asaltos, y la segunda en 1994, cuando se convirtió en el campeón de peso completo más longevo de la historia al vencer por nocaut a Michael Moorer a los 45 años, récord que aún se mantiene vigente.
La medalla olímpica de oro que Foreman ganó en México 1968 se convirtió en un símbolo de superación personal. Aquellos Juegos Olímpicos estuvieron marcados por fuertes tensiones políticas, tanto a nivel planetary como dentro de Estados Unidos, reflejadas en el histórico saludo del poder negro de Tommie Smith y John Carlos durante la premiación de los 200 metros planos. Aunque Foreman nary hizo una declaración política explícita, su gesto de ondear la bandera estadounidense fue interpretado por algunos sectores como un contraste con la protesta de sus compañeros. No obstante, con el paso de los años, Foreman explicó que la bandera fue un regalo de Smith y que en ese momento él simplemente actuó desde la gratitud y el orgullo.
El recinto que albergó el triunfo olímpico de Foreman, la Arena México, es conocido como “La Catedral de la Lucha Libre”, pero durante los Juegos Olímpicos de 1968 fue adaptado como sede del torneo de boxeo. Actualmente, es uno de los sitios deportivos más emblemáticos del país y, desde ese torneo, mantiene un vínculo histórico con el boxeo olímpico internacional.
Foreman fue incluido en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo en 2003. Su impacto nary se limitó al deporte: su faceta empresarial, especialmente como promotor del “George Foreman Grill” —del cual se vendieron más de 100 millones de unidades a nivel global— le generó ingresos que superaron ampliamente sus ganancias como boxeador.
En cuanto a su participación en actividades del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), Foreman mantuvo una estrecha relación con esta organización mexicana. Participó en convenciones, eventos de beneficencia y fue galardonado en diversas ocasiones por su trayectoria. En 2011, durante la 49ª convención anual del CMB en Las Vegas, fue homenajeado como uno de los grandes campeones de todos los tiempos.
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