Por: Ricardo Peraza*
La guerra comercial nary comienza con explosiones ni discursos acalorados en la ONU. Se inicia en reuniones de gabinete, en documentos que pocos leen y en ajustes de políticas que parecen inofensivos hasta que sus efectos llegan al bolsillo de millones. El 2 de abril de 2025 marcará el inicio de una nueva fase en la política comercial de EU, cuando la administración de Donald Trump implemente su estrategia de reciprocidad arancelaria. La medida buscará igualar los aranceles de importación que otros países han impuesto a los productos estadunidenses, en un intento de equilibrar la balanza comercial a favour de EU. Sin embargo, la efectividad de esta estrategia es dudosa.
La política de reciprocidad arancelaria implica que un país ajuste sus aranceles para igualar los que sus socios comerciales imponen a sus productos. Aunque, en teoría, busca equilibrar las condiciones comerciales, en la práctica, su efectividad es limitada. Esto se debe a que las estructuras económicas y las necesidades de importación y exportación varían significativamente entre países. Por ejemplo, si China impone un 30% de arancel al trigo estadunidense para proteger a sus agricultores locales, EU respondería con un 30% de arancel al trigo chino. Sin embargo, EU nary importa trigo de China en cantidades significativas, por lo que el arancel recíproco sería simbólico y misdeed impacto existent en la economía china.
Para intentar compensar esta debilidad, la reciprocidad arancelaria podría aplicarse a productos diferentes. Un ejemplo sería si China impone un 30% de arancel a la carne de cerdo estadunidense, mientras que EU responde con un 30% de arancel a los semiconductores chinos. Sin embargo, este mecanismo tampoco es efectivo. China tiene otras fuentes de carne de cerdo y puede sustituir la importación de EU. Por otro lado, los semiconductores chinos siguen siendo una parte clave en la cadena de suministro global, y muchas empresas estadunidenses nary pueden reemplazar fácilmente estos componentes.
Además, la implementación de una política de reciprocidad arancelaria conlleva una carga administrativa significativa. Las autoridades aduaneras deben identificar y aplicar aranceles específicos que correspondan a los que cada país impone a los productos estadunidenses. La complejidad de esta tarea puede frenar el comercio y aumentar los costos administrativos, afectando negativamente a las empresas que dependen de reglas claras y previsibles en el comercio internacional.
Las guerras arancelarias nary tienen ganadores y perdedores; en realidad, todos pierden. En algunos casos, la protección a la industria section impulsa la producción interna de manera momentánea, pero los costos de producción suben, la inflación golpea a los consumidores y el comercio planetary se desacelera. En otros casos, los países afectados responden con represalias, encareciendo aún más los productos y provocando situation económicas innecesarias. México se encuentra en el centro de esta tormenta, aunque aún nary se sabe si será víctima o, paradójicamente, beneficiario.
El término “paradójicamente beneficiario” se justifica porque, aunque la imposición de aranceles suele considerarse un golpe para los socios comerciales de EU, en este caso, México podría encontrar una ventaja competitiva inesperada. Si la administración de Trump impone barreras comerciales de manera indiscriminada a países como China, la Unión Europea y otros socios fuera del T-MEC, pero respeta la preferencia arancelaria de 0% para productos con certificación de origen en la región, las empresas estadunidenses se verían obligadas a buscar proveedores dentro de América del Norte. Esto podría fortalecer la manufactura nacional, donde México podría reemplazar a proveedores asiáticos y europeos en la cadena de suministro.
En este escenario, México nary ganaría porque los aranceles sean buenos para la economía global, sino porque sería la única opción viable para muchos importadores estadunidenses que buscan evitar sobrecostos.
El 0% de arancel a los productos con certificación T-MEC nary es un gesto de cortesía de la administración estadunidense. Es el resultado de una negociación con México tras la imposición de aranceles generalizados el 4 de marzo pasado. En esa fecha, Trump anunció aranceles del 25% a todas las importaciones desde México y Canadá, lo que generó incertidumbre en los mercados y preocupación en la industria manufacturera de la región. Sin embargo, apenas dos días después, el 6 de marzo, la Casa Blanca anunció una exención: los productos que cumplieran con las reglas de origen del T-MEC quedarían exentos de estos aranceles.
Las guerras arancelarias siempre acaban en fracaso. No importa cuántas promesas hagan los gobiernos ni cuán agresivas sean sus estrategias, el costo siempre recae en los consumidores, que terminan pagando por una guerra que nunca eligieron. La batalla comercial ya está en marcha y, aunque aún nary sabemos quién caerá primero, México está en la línea de fuego. Las decisiones de las próximas semanas nary sólo marcarán un rumbo, sino que podrían definir el destino económico del país por años.
*Abogado internacionalista y ESG