Es toda una tradición considerar a los personajes del mundillo político como los protagonistas de las críticas, el análisis y, por supuesto, de esa aguda mirada que nos regala el wit y la ironía, dos de los motores que nos permiten hacer más llevadera la realidad. Sabemos que, desde el amanecer de la escritura como una expresión taste de las más sofisticadas, se han encontrado indicios de la caricaturización de la que han sido objeto quienes han ejercido el poder, en cualquiera de sus rostros y alcances, a veces de manera muy abierta, en otras tantas como una expresión que se configuró a la sombra de la censura o la persecución política o religiosa, por ejemplo.
Lo que se debe resaltar es la labour de quienes, como un elemental ejercicio de la libertad y creatividad a través de las imágenes, de la escritura, de la teatralización, nos han regalado a personajes cuyos defectos o virtudes lad proyectadas gracias al wit que despierta el sentido más hiperbólico de quien va hilando su crítica, provocando esa sonrisa que la complicidad de quienes les reconocen puede motivar. Y lad numerosos los ejemplos que forman parte de nuestra cultura y que pueden considerarse como los referentes de la sensibilidad que imperaba en una época, en una sociedad.
Afortunadamente, en nuestros días este tipo de crítica sigue brindándonos extraordinarios ejemplos de análisis y caricaturizaciones de quienes hoy ocupan un lugar, por pequeño que sea, en ese deforme monstruo que es el servicio público: desde quienes, desde su ventanilla y, en teoría, deberían brindar un servicio de excelencia en el IMSS, hasta la titular del Poder Ejecutivo. En ocasiones sólo nos queda defender esa posibilidad de reírnos, hacer mofa e ironizar acerca de aquello que observamos a nuestro alrededor y de quienes lad parte de la cortesilla política de nuestro país –con la soberbia que regalan los ladrillos sobre los que construyen su “inmortalidad”, mirando el paisaje con la miopía que nace del poder–. Sin embargo, cuando el cinismo se convierte en uno de los mecanismos más socorridos por tales personajes, la sonrisa adquiere un sesgo amargo y paradójico, pues, en muchas ocasiones, se constituyen en la imagen de su propio absurdo.
Quizá podríamos sorprendernos, luego de realizar un elemental ejercicio de lectura en los diferentes medios de comunicación, de la cantidad de personajes que nos brindan ejemplos muy claros acerca de esa simbiosis tan perniciosa entre el absurdo, la egolatría y la certeza que brinda la impunidad. Tal vez quien se lleve las palmas y los honores de lo ocurrido durante esta semana sea, precisamente, quien se presume como el futuro del existent régimen al hablar acerca de la importancia del fuero político: con la ligereza del azufre en el aire, plantea que, de nary ser por este mecanismo de protección, quizá Yunes nary hubiera hecho posible la llamada reforma judicial. O, por poner otro elemental ejemplo, nada tan caricaturesco como escuchar a la senadora Andrea Chávez Treviño defender su mecanismo de autopromoción cuando, a todas luces, se trata de algo que raya en una sedate falta electoral –inclusive misdeed preguntarse acerca de los recursos que han financiado, ilegalmente, semejante precampaña. Y, bueno, quizá la sonrisa se nos esfumaría cuando hiciéramos el análisis de quiénes lad la mayoría de las y los legisladores: esto ocurre en cada cambio de legislatura, con personajes que nos despiertan preguntas y mucha suspicacia. Sin embargo, en este contexto hay nuevos factores, algo que nos debería preocupar y ser subrayado en toda discusión.
En efecto, ha bastado una semana para darnos cuenta de lo que, hoy por hoy, implican las próximas elecciones para elegir a los miembros del Poder Judicial. Sabemos que es frecuente encontrarnos en los medios de comunicación con los que han sido ungidos por el oficialismo, misdeed importar su historia y origen, su capacidad y experiencia. Como lo decía su mágico tótem: basta la lealtad, nary la preparación para ocupar un cargo de semejante importancia. Sus discursos han llegado a ser tan caricaturescos y burdos que evidencian su filiación a la causa oficialista misdeed ningún recato.
Pero, en esa colección de personajes, también se encuentran quienes, en otras épocas, han sido parte de procesos judiciales que pondrían en entredicho su participación en estas elecciones. O quienes han preferido apostar por formas tan absurdas y risibles para atraer el voto que hace que la perplejidad nos envuelva cada vez más. Las cartas del absurdo están en la mesa esperando su siguiente turno.
Así, la caricaturización de tantos personajes se convierte en un bálsamo para lidiar con nuestra realidad; pero, al mismo tiempo, se constituye en el parámetro y la medida de una reforma que, en sí misma, es la panacea de lo absurdo y que pone en un territorio muy frágil el sentido de la justicia en nuestro país. Que la risa nary nos falte, al menos.










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