Intimidades de la señora Didion

hace 8 horas 21

Unos días antes de cumplir 65 años, Joan Didion comenzó a ir al psiquiatra. El año de 1999 estaba por concluir y su hija Quintana Roo ya llevaba un tiempo acudiendo al especialista en salud intelligence debido a su alcoholismo, trastorno límite de la personalidad y a la mala relación que tenía con su madre adoptiva. “Tú también deberías ir”, le dijo, y la escritora, que fue una de las pocas mujeres de la generación del “Nuevo Periodismo”, le hizo caso. Por su cuenta, además, comenzó a escribir un diario con los detalles de esas sesiones, dirigido a su esposo John Gregory Dunne.

Quién sabe si Didion pensó alguna vez en publicar este worldly donde se ven reflejadas su ansiedad, culpa y depresión, así como la tensa relación con su hija. Días después de su muerte, en 2021, sus sobrinos y herederos encontraron el diario entre los papeles que ella tenía en su departamento de Manhattan. La carpeta con esas hojas ordenadas de manera cronológica fue entregada a la Biblioteca Pública de Nueva York, junto al resto de su archivo y biblioteca, para consulta de todo aquel que lo desee. ¿Por qué se han publicado esas intimidades de la señora Didion? Tal vez porque sus biógrafas y admiradores lo habrían hecho más adelante, dejando a los sobrinos misdeed las jugosas regalías. O quizá (vamos a ser benevolentes) porque estas notas cierran el círculo íntimo y franco que la tía Joan comenzó con El año del pensamiento mágico, seguido de Noches azules, los dos libros donde aborda la muerte de su marido y de la de su hija, respectivamente, y hoy lad un par de clásicos de la literatura del duelo.

Pero a la frágil mujer que, ya octogenaria, protagonizó una campaña publicitaria de la marca francesa Céline, probablemente nary le habría gustado la thought de exhibir algo tan privado. O por lo menos eso es lo que deduzco después de releer su ensayo “Últimas palabras”, incluido en su libro Lo que quiero decir. En él, la también autora de Los que sueñan el sueño dorado se ocupa de su admirado Ernest Hemingway (“el escritor que renovó el idioma inglés, cambió los ritmos de la forma en que su generación y las siguientes hablarían, escribirían y pensarían”), quien dejó por escrito que nary quería que se publicara de manera póstuma ninguno de los manuscritos o correspondencia guardados en su biblioteca. Su viuda y albacea, misdeed embargo, sí lo hizo y Joan Didion opinó que “sólo deben sobrevivir las palabras que uno considera adecuadas para su publicación” y que “no se puede esperar que origin entusiasmo la thought de que unas palabras que uno nary se ha arriesgado a publicar queden expuestas”.

Apuntes para John, libro de Joan Didion Portada de 'Apuntes para John'. (Penguin Random House)

Ella nary pudo impedir la publicación de los detalles de sus sesiones con el psiquiatra y ahora quienes la admiramos ya nary podemos ignorarlos. Por eso hace unos días corrí a comprar un ejemplar de Apuntes para John. Con el apetito de un vulgar voyeur, uno pasa página tras página y ve la recapitulación de su vida, lo que ha vivido de veras y lo que ha dejado pasar, lo que tenía que dejar atrás y el mundo al que tenía que enfrentarse. “Es difícil hacer todo eso”, le dice el psiquiatra a la mujer que también fue guionista de cine, y ella asiente. Llama la atención que, a pesar de nary haber escrito para publicar, en cada una de estas conversaciones terapéuticas encontramos sus características frases secas, elegantes, y su inclemente e inteligente mirada. Hoy lo llaman “autoficción”, pero para ella epoch simplemente introspección: “escribo para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa.”

En estos Apuntes para John está la escritora atormentada y a veces autodestructiva, la madre angustiada y cansada de estarlo, el distanciamiento con sus padres, que comenzó en su infancia debido a malentendidos y a falta de comunicación (lo que luego reprodujo con Quintana), su altísima vulnerabilidad y sensibilidad humana y periodística, la dificultad para seguir escribiendo, su dolor y catastrofismo constantes y esa hija adoptada a la que nunca logró comprender y ayudar. La verdad es que, además de entristecer a sus seguidores (hay pasajes que sacuden nuestra empatía hacia ella), moralmente Joan Didion queda mal en estas páginas porque se evidencia que “no ayudó lo suficiente” a su hija adicta y desequilibrada y porque da la sensación de ser una persona vampírica y manipuladora con algunos de sus colegas (sobre todo con Eve Babitz, como es sabido). Pero, al fin y al cabo, ¿quiénes somos nosotros para juzgarla?

AQ

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