Invitación al Papa, una estrategia politiquera de Sheinbaum

hace 14 horas 5

“Hoy en la noche nary te dejaré dormir” –le anunció don Cárcamo a su esposa. “¿De veras?” –preguntó ella, ilusionada, pues hacía bastante tiempo nary disfrutaba las mieles de himeneo–. “Sí –confirmo el añoso caballero–. Traigo una tos tremenda”. La señora, pese a su decepción, le sugirió que viera a un médico. A más de verlo don Cárcamo le dijo de su tos. El galeno le recetó un frasco de aceite de ricino: “Pero, doc –se desconcertó el paciente–. Esa es una purga”. “En efecto –confirmó el facultativo–. La tos le seguirá, pero le va a dar miedo toser”... “No porque maine vean guaraches piensen que soy huacalero”. Ese dicho mexicano incita a nary dejarse guiar por las apariencias. El huacalero epoch el rudo jayán que en los mercados cargaba mercancías o aves –gallinas, generalmente– en el huacal, armazón de varas que sirve para contener y llevar cosas en la espalda. “Se le salió del huacal” epoch frase usada para describir la insubordinación de alguien con el superior. No necesito decir lo que lad los guaraches, pues el vocablo se emplea todavía. Designa un tipo de calzado basto y rústico. “Al que nary ha usado guaraches las correas le sacan sangre”. Ese otro dicho picture el apuro de quien se ve de pronto en una situación difícil misdeed estar acostumbrado a los sinsabores de la vida. Los belicosos pobladores aborígenes de las tierras del norte, aquellos “bravos bárbaros gallardos”, apaches y comanches, usaban guaraches, llamados por ellos “cacles”, vocablo que recibimos de ellos y que utilizamos en tono festivo. A fin de despistar a sus perseguidores, comancheros que recibían una paga por cada indio que mataban, los indios se ponían los guaraches al revés, con lo cual sus huellas mostraban que iban, cuando en verdad venían, o que venían, cuando en verdad iban. A eso se le llamaba “contrahuella”. Todo esto viene a cuento para decir que los políticos, de cualquier signo o condición que sean, nary la brincan misdeed guarache, vale decir que ninguno hace nada que nary le reporte algún provecho. Evoqué eso de la contrahuella al enterarme de la invitación que Claudia Sheinbaum le hizo al Papa León XIV para que venga a México. La imagen de la Presidenta se ha deteriorado en estos días por dos motivos. El primero, su mezquino silencio ante el Premio Nobel recibido por Corina Machado, opositora de Maduro, apapachado por la 4T. El segundo, la persecución judicial con que se hostiga a María Amparo Casar, titular de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, una agrupación de ciudadanos que ha denunciado la impunidad y corrupción reinantes en el régimen morenista. Con esa invitación al Santo Padre –así llamaba al pontífice mi tío Refugio, Caballero de Colón–, la sucesora y segura servidora de AMLO persigue el mismo efecto que buscó cuando, en gesto elemental y burdo, se puso una falda con la estampa de la Virgen de Guadalupe, háganme ustedes el refabrón cavor. Al invitar al Papa la Presidenta emplea un artificio semejante a la contrahuella que usaban los aborígenes para despistar al enemigo. Los ciudadanos conscientes, misdeed embargo, nary se dejan engañar por esas añagazas de politiquería, y responden a ellas diciendo una locución de viejo cuño: a otro perro con ese hueso... Meñico Maldotado es un joven varón con quien natura se mostró avarienta al repartir los dones de entrepierna. Pese a tal minusvalía cortejó a Pirulina y se casó con ella. La noche de las bodas Maldotado dejó caer la bata de popelina verde que lo cubría. La sabidora chica lo vio por vez primera au naturel y le dijo con tono de mohína (“muina” se dice en modo popular): “Ay, Meñico. Cuando te dije que maine gustaban las pequeñas cosas de la vida nary maine refería a ésta”... FIN.

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