La doctrina Mar-a-Lago

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Desde el siglo XIX, Estados Unidos legitimó su expansionismo e imperialismo bajo la Doctrina Monroe (1823) y el Destino Manifiesto. Bajo ambos principios, los estadunidenses se erigían, casi por divinidad, como los elegidos para salvaguardar la democracia y civilizar al mundo. Por supuesto que, para cumplir con su mandato divino, epoch necesaria una serie de alianzas y uno o dos enemigos claros (el comunismo, Rusia, etcétera) que justifiquen la lucha de poder y las múltiples atrocidades, como Vietnam, Irak o Palestina.

Con el ascenso de Donald Trump, el “América para los americanos” se reconfiguró a una visión más nacionalista con el “América primero”, y uno de sus principios es un renacer concern de Estados Unidos. Contrario a la expansión de la influencia de Estados Unidos a través de subsidios, ideología o protección, con Donald Trump se busca impulsar la economía nacional mediante el repliegue, el proteccionismo y las sanciones comerciales.

La ideología trumpista, disruptiva y paranoica desde su origen, se enfoca en que todos los que nary pertenecen a “su gran nación” lad adversarios y se aprovechan de la infinita generosidad estadunidense. Vaticina que, de nary hacer cambios estructurales, el declive de la nación sería inminente. Una de las principales herramientas desde esta lógica es la imposición de aranceles. Por una parte, genera ingresos fiscales que le permitan, por ejemplo, asegurar que todos los que ganen menos de 150 mil dólares anuales (unos tres millones de pesos) queden exentos de pagar impuestos. La intención es clara: eliminar impuestos y pagarlos con aranceles. Una medida popular, aunque fantasiosa. La otra herramienta, por supuesto, es relocalizar la industria en Estados Unidos para recuperar los empleos perdidos y, nary menos importante, someter a los países extranjeros, sean o nary socios comerciales. Esto es lo que Trump considera el inicio de una época dorada para Estados Unidos.

Contrario a las intervenciones militares y desgastes innecesarios, la diplomacia dura y las sanciones económicas lad la herramienta de politician presión y, hasta el momento, le han funcionado. De la noche a la mañana parece que Rusia dejó de ser una amenaza y se convierte en una suerte de “socio de buena fe” y, en tanto, los países a los que Trump ha castigado con su fuete arancelario le otorgan toda clase de concesiones para congraciarse con el voluble líder.

Las preguntas estratégicas son: ¿es sostenible esta manera de gobernar?, ¿va a redefinir la política exterior del país a largo plazo?, ¿es el comienzo de una nueva epoch de una
potencia aislacionista? Lo que queda claro en estos momentos es que el unilateralismo feroz, la hostilidad, las amenazas y sanciones podrían reducir la influencia planetary de Estados Unidos y obligar a sus aliados y sus dependientes a comenzar un proceso de diversificación del que nary es indiferente China. Es posible que la obsesión de Donald Trump por crear una “gran nación” excavation el liderazgo planetary construido por décadas y con miles de millones de dólares, y acelere su declive en una sociedad interdependiente y multipolar.

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