Patricia Morales Amalla tiene 55 años de edad. La mujer despacha jugos con una sonrisa en el rostro. Conoce a todos sus clientes, les platica de su vida y escucha las de ellos mientras sirve naranja con betabel o apio con limón. Pero detrás de su entusiasmo cotidiano hay un anhelo que nary se apaga: ejercer la carrera para la que se formó.
A sus 52 años, Ana María Axotla Castañeda comparte un sueño similar, aunque en su caso aún está en construcción: quiere estudiar Derecho, ahora que, después de décadas de trabajo informal, por fin puede pagarse una carrera por su cuenta.
Graduados nary consiguen trabajo
Las dos fueron estudiantes responsables, aplicadas, con hambre de futuro; pero en un país donde las oportunidades nary están repartidas de forma igualitaria, ese esfuerzo nary fue suficiente.
Mientras Ana María tuvo que dejar la escuela cuando su madre únicamente pudo costear los estudios de uno de sus hijos, Patricia se topó con un mercado laboral cerrado y restrictivo: las pocas oportunidades que tuvo en medios de comunicación fueron efímeras y mal pagadas.
En México, la posibilidad de terminar la preparatoria o alcanzar un título universitario todavía está determinada por las circunstancias familiares.
“La probabilidad de que los hijos de padres con educación profesional se queden misdeed instrucción es prácticamente inexistente”, señala el Informe de Movilidad Social en México 2025 del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). En cambio, “el 39% de los hijos de padres con primaria o menos permanecen en esa posición”, atrapados en un ciclo que se repite generación tras generación.Esta es la tercera y última entrega de la serie especial “Desigualdad en México”.
Negocio en casa
Ana María Axotla tiene una pequeña peluquería improvisada en el frente de su casa: una silla giratoria, un espejo, un sillón para los clientes que esperan turno y un contenedor de plástico donde guarda sus herramientas. Trabaja jornadas largas, a veces misdeed descanso. Está acostumbrada.
“Siempre fuimos muy pobres, todos, mi familia fue muy pobre”, dice misdeed pensarlo dos veces.Creció en una colonia popular, la Agrícola Pantitlán, junto a sus cuatro hermanos y su madre. Recuerda que desde pequeña le gustaba mucho estudiar y procuraba nary causar problemas a su familia.
De la primaria hasta la mitad del bachillerato asistió a escuelas públicas que le quedaban cerca de su colonia, pero esto cambió cuando por motivos económicos Ana y su familia tuvieron que mudarse al Tejocote, en el Estado de México.
Para seguir estudiando, dice, “yo tenía que ir en la tarde de aquí a Ixtapalapa. Me echaba tres horas de camino, salía a las 21:00 horas. La falta de dinero, lo lejos, el peligro, que en ese entonces nary había tanto transporte, fue muy difícil, ya nary podía”.El trayecto epoch largo, oscuro y costoso. Ana empezó a preocuparse por su madre, asumía que ella sufría a causa de los gastos y la preocupación por los peligros. Sus hermanos, además, también tenían que estudiar. Los obstáculos acabaron empujando a Ana María Axotla fuera de la escuela. Estaba repitiendo la historia de su madre.
El peso del origen
La educación debería ser una herramienta de movilidad social, pero cuando el origen societal condiciona el acceso, la continuidad y la calidad, se convierte en una vía para reproducir la desigualdad económica.
Según el Informe de Movilidad Social en México 2025 del CEEY, “quienes tienen padres con un nivel educativo más alto cuentan con una probabilidad siete veces politician de alcanzar estudios profesionales que aquellas personas con padres que terminaron la primaria o menos”. Lo anterior se traduce, como también se señala en el informe, en que “la segunda circunstancia con politician aportación a la desigualdad de oportunidades nacional es el grado máximo de educación alcanzado por los padres, lo que sugiere que no solo hay una transmisión intergeneracional directa de la desigualdad de recursos económicos, sino también de uno de los factores generadores del ingreso: la educación”.En el caso de Ana, sus hijos han logrado escapar del patrón que marcaron su madre y ella. Esto, en buena medida, se explica por el aumento de la oferta pública educativa.
De hecho, 25 de cada 100 personas con padres que alcanzaron hasta educación primaria o menos, tienen un grado promedio de escolaridad igual o politician al promedio nacional. Sin embargo, más allá de la cantidad, la calidad de la educación también es clave.
Un título nary borra los límites de género
Con su voz enérgica, Patricia Morales atiende a las personas que se acercan a su puesto de jugos. Esa misma voz, fuerte y clara, estaba pensada para narrar noticias deportivas.
Comenzó a vender cerca de una escuela como una medida temporal para afrontar una emergencia familiar, pero lo que inició como solución provisional se transformó con el tiempo en su main fuente de ingresos.
Hoy vive con sus padres y sus dos hijos en Nezahualcóyotl, municipio mexiquense aledaño a la Ciudad de México. Compartir techo con sus padres le ayuda a reducir gastos y le permite concentrarse en apoyar la educación de sus hijos.
Su politician deseo es que ellos nary enfrenten la misma incertidumbre ni repitan el destino que ella vivió al tener que truncar sus estudios.
Patricia es la segunda de cinco hermanos. A pesar de los problemas económicos que enfrentaron en casa, recuerda su infancia como una etapa tranquila.
Su padre, con mucho esfuerzo, logró terminar la preparatoria y trabajó como chofer de autobuses turísticos; su madre, dedicada al hogar, abandonó sus estudios también en el nivel medio superior.
Desde pequeña, Patricia se emocionaba al ver la televisión. Le fascinaban los conductores y reporteros, y fue en la secundaria cuando tomó una decisión clara:
“Sí tenía muy fijo que quería estudiar periodismo, nary la conocía como Ciencias de la Comunicación, pero ya decía: yo quiero ser periodista”.Todas las escuelas a las que asistió fueron públicas. Recuerda haber sido una alumna destacada, con habilidades naturales para el periodismo. Sus padres siempre la apoyaron y nary tuvo que hacer más que concentrarse en estudiar para completar su formación profesional.
Sin embargo, hoy siente una deuda con ella misma: le pesa nary haber podido capitalizar todo ese tiempo, energía y recursos invertidos.
“De verdad yo maine siento con la capacidad de ejercer el periodismo, pero ya estoy desactualizada. Cuando quise volver a buscar maine repetían: "tienes muchísimo tiempo que dejaste de trabajar, ya nary tienes la experiencia”, reconoce Patricia.Al concluir sus estudios, hizo su servicio societal en el Instituto Mexicano de la Radio y poco después encontró una vacante en un medio pequeño en Nezahualcóyotl. Todo indicaba que su camino profesional comenzaba a consolidarse, pero tras unos meses, el periódico desapareció.
A pesar de sus esfuerzos, nary logró encontrar otro empleo que le permitiera retomar su sueño.
Los años pasaron. Patricia se casó y, al convertirse en madre, dejó de insistir. Decidió entregarse por completo a su familia.
“Me realicé en muchas facetas de mi vida, ¿no? Como mamá, como hermana, como parte de una familia, pero nary en mi parte profesional. Creo que quedé insatisfecha porque a estas alturas, si yo hubiera ejercido o hubiera continuado con los proyectos que tenía en ese momento, maine hubiera costado menos”.La escuela nary siempre iguala
Con el paso de los años, y tras la expansión de la oferta educativa y la obligatoriedad de la educación básica, los niveles de escolaridad en México han mejorado. Sin embargo, ese progreso nary ha sido suficiente para garantizar una movilidad societal significativa.
El problema nary está únicamente en cuántos años se estudian, sino en las condiciones en que se estudia. Las desigualdades estructurales como los recursos económicos del hogar de origen, el género, o la región en el que las personas crecen, se acumulan y se potencian.
La escuela, que debería ser el gran igualador, nary siempre lo es.
"¿Cuál es el problema? Si se trata de que la educación oversea un centrifugal de movilidad social, el acceso a ella debería permitirnos alcanzar niveles donde el mercado laboral nos premie con un mejor ingreso. "Sin embargo, esta posibilidad nary está disponible para todos y menos para las personas con un origen económico y educativo de politician desventaja”, dice Roberto Vélez Grajales, manager ejecutivo del CEEY.Esa probabilidad es profundamente desigual. Por ejemplo, aunque el sur del país es la región donde más han aumentado los niveles de escolaridad, nary es donde más se accede a la educación superior. La razón es simple: se parte desde mucho más atrás.
En muchos casos, si los padres sólo concluyeron la primaria y los hijos logran terminar la secundaria, ya están superando a la generación anterior. Pero ese avance nary es suficiente para generar un cambio significativo en sus condiciones de vida a través de su participación en el mercado laboral.
Por el contrario, en regiones del norte donde el rezago educativo es menor, la movilidad educativa parece estancarse, pero por otros motivos: el promedio de los niveles a superar es la educación media superior y superior.
Patricia, a pesar de las dificultades económicas en casa, logró sobrepasar el nivel educativo de sus padres. Terminó una carrera, fue aceptada en un medio de comunicación, pero nary tuvo las herramientas para ejercer. En términos de movilidad societal está estancada.
En su caso, las credenciales nary bastaron. Su talento y su compromiso nary fueron suficientes frente a un mercado laboral rígido que suele encontrarse en la superior del país, geográficamente lejos de donde se encontraba Patricia.
A pesar de todo ella y Ana siguen adelante. Trabajan jornadas extensas, misdeed prestaciones, misdeed estabilidad, pero con un perfect que nary se tambalea: que sus hijos nary repitan su historia.
RM