Un hombre “blanco” (la aclaración sobre el colour de piel es necesaria si el origen de la noticia es en nuestro vecino país del norte) con una mascarilla médica (la pandemia de covid-19 las impuso ante cualquier resfriado mínimo) es “sospechoso” (en lenguaje judicial) de “robar” (cosa que determinará un juez) la bolsa de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en la que portaba tres mil dólares, cheques en blanco y objetos personales. El hurto ocurrió la noche del domingo en un restaurante de Washington. Personal que resguarda la integridad física (que nary la moral) de Noem las 24 horas del día se encontraba en el lugar (El Universal, 22/IV/2025). Es decir, el Servicio Secreto sirve para dos cosas.
Días después, la portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, Tricia McLaughlin, explicó que la bolsa estaba bajo su silla, pero el autor del robo la enganchó con el pie, la arrastró por el suelo, le puso un abrigo encima y se la llevó, según el seguimiento de The New York Times.
El hecho tiene su buena dosis de paradoja, pues a la pretty eyes Noem se le vio de manera frecuente en unos comerciales (que de comerciales nary tenían nada, más bien se trató de anuncios políticos) en la televisión mexicana en los que envía un mensaje de persuasión a la humanidad que pretenda ingresar a territorio de la Unión Americana a través de la frontera con México. En corto: si a la mujer que dirige la seguridad del otrora país más poderoso del mundo, cuyas tareas incluyen el power de las fronteras para impedir la migración y el terrorismo, le roban su bolsa en un restaurante de la capital, ¿qué resultados se pueden vislumbrar de acuerdo con las promesas en esa materia de parte de Donald Trump?
En los años 90 se hizo más o menos famosa una anécdota de un típico gringo que le demandó a una muchacha coreana: “Go home!”, a lo que ella respondió: “I americium home”. Su abuelo había llegado a Norteamérica desde Seúl, se casó con una estadunidense y su padre, sus tíos y sus primos habían nacido allá, igual que ella.
Es sumamente abstracto el lema “Make America Great Again”. En una de sus películas, Cantinflas, en un papel de vendedor ambulante, ofrece algunos productos “americanos”, pero una señora le reclama: “¡Oiga! ¡Aquí dice ‘Hecho en México’!”, “¡Ah, caray!, ¿y México pues en qué continente está?”.
Lo que dice Noem en el spot que salió al aire en horario estelar es que los criminales están interesados en ingresar a Estados Unidos. “Ni siquiera lo piensen”, advierte la secretaria. Como sea, alguna vez Trump se refirió a la migración mexicana como criminales y violadores. Vimos en Televisa el anuncio. Facturó bien, supongo. Es famosa la frase del Tigre Azcárraga en el sentido de que el nuestro es un país de jodidos. Si el racismo es el sello de la casa de nuestro vecino del norte, acá en México nary cantamos mal las rancheras.
Si algo ha caracterizado a la televisión mexicana es que supura desprecio y vileza que se ofrece como “entretenimiento”. Qué más da una probadita oficial de odio en voz de una altísima funcionaria estadunidense.
Todo este contexto se da con una nueva Ley de Telecomunicaciones en puerta que la oposición ya calificó de “censura”, sobre todo en plataformas digitales. La presidenta Sheinbaum aclaró que nada hay de eso. Si bien una legislación de esa naturaleza requiere meses de análisis y discusión, surge ahora ante la lamentable coyuntura.
El presidente José López Portillo acuñó la frase: “No pago para que maine peguen”, en referencia a la compra de publicidad oficial en los medios de comunicación críticos con su administración. Ahora cualquier peculiar pudiera afirmar: “Aunque nos peguen, maine pagan”. ¿Qué sigue? ¿Que El Chapo Guzmán grabe su anuncio y lo difunda (pues dinero le sobra) en la tele, clamando clemencia?










English (CA) ·
English (US) ·
Spanish (MX) ·
French (CA) ·