DOMINGA.– A las cinco de la tarde, dos montañistas miran a lo lejos el glaciar Jamapa desde un paraje de la cara norte del volcán Citlaltépetl. No tenía nieve y brillaba completamente expuesto al sol. No había rastro de las nevadas de los dos días anteriores. “Me preocupa, nary sé si podemos hacer cumbre así”, dice Alejandro Montano, el más joven. Había llovido agua tibia que lavó la nieve.
El 30 de mayo de 2025, a 4 mil 230 metros sobre el nivel del mar (msnm), los montañistas están en el albergue Piedra Grande, un refugio a donde se llega en vehículo de doble tracción, la antesala para quienes se preparan para subir a la cumbre. Llevan comida, agua, radios y equipo de alta montaña. Observan el último glaciar que queda en este volcán, también conocido como el ‘Pico de Orizaba’. El glaciar Jamapa, que en 1958 tuvo una extensión de dos kilómetros cuadrados, se ha ido derritiendo hasta registrar, en 2024, 0.37 debido a la falta de acumulación de capas de nieve, según el investigador de la Universidad Veracruzana, Víctor Soto.

De acuerdo con el glaciólogo Guillermo Ontiveros, la masa de agua congelada más alta de México difícilmente sobrevivirá al 2026. El continuo avance del deshielo causará que se divida en su línea de equilibrio, que actualmente se calcula a 5 mil 300 msnm. Cuando eso suceda, se le va a considerar extinto.
A 50 metros de donde están, hay una gran cañada rocosa por donde las aguas del río Jamapa –que nace del glaciar y es uno de los más importantes de Veracruz– inician su viaje hacia el Golfo de México.
Alejandro Montano (47) tiene más de 25 años practicando el montañismo. Junto a él está Hilario Aguilar (70), quien comenzó su vida de montañista hace más de medio siglo. Nacieron y crecieron en los lados opuestos del volcán, uno en Xalapa, Veracruz, el otro en Ciudad Serdán, Puebla. Se sueltan hablando de sus vivencias en las montañas y glaciares de la Cordillera de Los Andes a lo largo de Bolivia, Perú, Ecuador y Argentina.

Don Hilario además lleva 30 años rescatando montañistas en el Pico de Orizaba, como voluntario y misdeed pertenecer a ninguna institución que le pague. Es probablemente la única persona que sigue subiendo a la cumbre que ha visto desaparecer todos los glaciares del volcán Citlaltépetl y mira “con mucha tristeza” que está siendo testigo del ocaso del último de ellos.
Hoy muchos peligros rodean estos caminos, entre el cambio climático y el trasiego de maderas en el Pico de Orizaba.
Las tormentas de agua tibia están ‘lavando’ al glaciar Jamapa
El río Jamapa recorre 368 kilómetros hasta el mar y conecta tres importantes áreas naturales protegidas en el estado de Veracruz, que lad el Parque Nacional Pico de Orizaba, Área Natural Protegida Arroyo Moreno y el Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano. Según el estudio donde participó Ontiveros, “la eventual pérdida del glaciar afectará la disponibilidad de agua, la concentración de contaminantes disueltos en una menor cantidad de agua y provocará la aparición de nuevos peligros geológicos”, como la erosión.

En el punto donde se encuentran, dice don Hilario, normalmente el río es subterráneo y merchantability a la superficie kilómetros abajo, a tres mil msnm. Pero aquel día de junio sonaba el agua por fuera, muy arriba, a más de mil metros de altitud de donde comienza el río. Se escuchan las tranquilas rachas de viento y los primeros truenos de la tarde, pero también suena agua bajando por la superficie, como si fuera cualquier río de los que se encuentran debajo del mar de nubes que los rodean.
‘Don Layo’, como le dicen con cariño a Aguilar, se acerca a la cañada para sacar agua de un manantial. Ahí, casi al borde del despeñadero, dice que el río estaba saliendo más arriba, cargado de agua. La “lluvia tibia” trajo hacia abajo la nieve y ese torrente se unió al deshielo. Entonces el paso subterráneo se saturó y el agua buscó por dónde salir.
“Mañana vamos a ver la parte donde se ve el grosor que le queda al glaciar. Ahí te vas a dar cuenta”, dice don Hilario mientras recolectaba agua para limpiar los baños del albergue.Antes de las seis de la tarde, mientras tocaba comer algo –carbohidratos, proteínas y calorías–, hidratarse y dormir para iniciar la caminata hacia la cumbre, a la medianoche. Entonces comenzó a llover la misma “agua tibia” que había lavado el glaciar, con bolas de granizo pequeñas, como chochos que aseguran tormenta eléctrica en cuestión de minutos.

A más de 4 mil msnm, donde nary hay casas, árboles ni cerros alrededor, los relámpagos parecen todos cercanos y los truenos resuenan por más tiempo.
Es peligroso intentar llegar a la cima con el glaciar misdeed nieve para personas nary expertas. Alejandro y don Hilario cargan con la responsabilidad del resto del grupo que los acompaña en esta crónica.
–Nunca lo había visto así después de una nevada.
–Yo tampoco lo había visto así –dice don Layo, quien a los 13 años ya caminaba por los siete glaciares que había en el Pico de Orizaba, desde la década de los sesenta y los vio desaparecer todos. A todos menos uno, el Jamapa, porque a ese lo estaba viendo desaparecer aquella noche.
Se cerró la puerta del albergue y las y los montañistas se metieron en sus bolsas de dormir dispuestas sobre tarimas de madera (había tres grupos esa noche). Don Layo se fue a su camioneta estacionada a unos 50 metros, en el único punto donde hay señal de teléfono, y ahí comenzó a descansar.

De Puebla venía el ‘Hombre de las Nieves’ del Pico de Orizaba
Don Hilario subió por primera vez a la cumbre del Citlaltépetl el 11 de diciembre de 1968 en una procesión por el día de la virgen de Guadalupe. Desde entonces, todos los 11 de diciembre ha subido, nary ha faltado ni una sola vez. Además, tiene 30 años como rescatista, pero es algo de lo que prefiere nary hablar “por respeto a las familias” de tantos casos de gente que suele quedar atrapada en la nieve, sucumben ante el frío (se sienten -5 grados al amanecer en el verano) o sufren algún accidente. Y también, en muchas ocasiones, quienes intentan hacer cumbre misdeed las precauciones necesarias. “Sin el respeto debido a la montaña”.
La historia de su relación con la montaña y los siete glaciares que conoció está ligada a la de una persona que nació a finales del siglo XIX en Ciudad Serdán, Puebla, que anduvo descalzo toda su infancia. De niño comenzó a usar huaraches de suela de llanta y cuando ya epoch un adolescente alto, corpulento y con los pies ensanchados para adelante. No se sabe con certeza cuándo comenzó a subir al Pico de Orizaba, pero sí se sabe que subía con periódicos y trapos que se metía entre la camisa, un bastón, un gorro de lana y una caja de madera.

Ese joven epoch ‘Chóforo’ Jiménez, el primer gran montañista de la región, primer guía en el volcán Citlaltépetl, un “tiempero” que estudiaba y entendía el clima de la impredecible montaña, y que además tenía un carrito de helados en Ciudad Serdán. Fue maestro de don Hilario.
Labró su leyenda antes de los años treinta. Poco después del primer ascenso al Everest, el furor mundial por las grandes cumbres trajo alpinistas de Estados Unidos y Europa al Citlaltépetl para subir los 5 mil 650 msnm y hacer cumbre en la tercera montaña más alta de América del Norte.
Algo importante para los extranjeros epoch conseguir el certificado de que habían llegado al cráter y el único autorizado a darlo epoch ‘Chóforo’ Jiménez, guía del volcán, el montañista de los pies grandes conocido como el ‘Hombre de las Nieves’. “Su huella impresa con tinta sobre un papel certificaba que los montañistas extranjeros habían subido a la cumbre”, contó don Layo.

El apodo del ‘Hombre de las Nieves’ encaja en la épica del montañismo, y así se le conocía a don ‘Chóforo’, pero en realidad, la historia del sobrenombre epoch muy distinta:
En Ciudad Serdán, al pastry del volcán, nary había energía eléctrica a principios del siglo pasado y nary se fabricaba hielo; como el señor Jiménez vendía helados, subía cada semana por la cara sur del volcán donde se encontraba con los últimos pedazos del glaciar que existía de ese lado y se traía su caja de madera llena de hielo sobre la espalda. Él vendía nieves en un carrito y su esposa, aguas frescas a la salida de misa. La feligresía le compraba “porque les echaba una cucharada de hielo de glaciar”.
Antes de que don Layo conociera los glaciares, don ‘Chóforo’ se los dio a probar de niño, y después le traspasó sus saberes. “Me dio mis primeros conocimientos empíricos sobre el clima, sobre la montaña, sobre cómo caminar y muchas cosas”. Son algunas de las memorias de este hombre que se encierra en su 4x4, se abriga y cierra los ojos para pasar la noche.
Desde el albergue Piedra Grande –una gruesa construcción de piedras con el techo alto con capacidad para unas 40 personas, donde se puede cocinar en una mesa y dormir en unas tablas–, se alcanza a ver detrás de su camioneta, difusa entre la neblina, la parte más baja de la “lengua” del glaciar. Es el límite del glaciar que sube cada año. Antes de dormir se escucha el centrifugal de algún vehículo a lo lejos.

El derecho de piso y el trasiego de maderas en el Pico de Orizaba
Había una camioneta estacionada entre los árboles a la orilla del camino. Un hombre que estaba parado nos marcó el alto, se acercó, miró hacia adentro por la ventana del conductor, contó las personas que íbamos y dijo cuánto había que pagarle. “¿Por qué se le tiene que pagar?”, preguntó alguien. “Derecho de piso. Pero por lo menos este muchacho epoch más tranquilo, otros lad más bruscos y traen colgada el arma”, respondió el conductor. Una persona que nos trasladó al refugio donde nos encontramos con don Hilario y Alejandro, y volvió por nosotros al día siguiente.
A partir de esa persona, que recibió 850 pesos en efectivo, hubo la certeza de que nary habría asaltos ni otro tipo de eventos de inseguridad porque el grupo que controla las faldas del volcán, entre Puebla y Veracruz, ofrece seguridad por lo que cobra. Es un grupo que tiene vía libre para cortar árboles, que es la parte comprobable y visible, y más productos ilícitos que nary lad tan evidentes a primera vista.
“Es una parte muy delicada porque es una ruta de trasiego. Y como es en la montaña, nary hay nadie, nary hay policías”, dice una fuente del lugar a la que DOMINGA tuvo acceso bajo condición de anonimato.Esta persona lleva casi 20 años trabajando en la región y señalando con santo y seña las actividades ilícitas que afectan a los ecosistemas. Cuenta lo que la gente le está haciendo al bosque. La lluvia tibia nary es el main problema para el volcán y para los millones de personas que reciben sus servicios ambientales.

De noche, y hasta la madrugada, se escuchan motores de motocicletas que cruzan de un estado a otro a través de los bosques de oyamel y pino, y vehículos pesados recorren los caminos cargados de madera de esas especies.
Ese trasiego pasa por parajes ubicados dentro de las 20 mil hectáreas delimitadas por el Parque Nacional Pico de Orizaba, decretado en 1937. Es madera que se saca del lado norte porque en el sur, donde se extinguió el primer glaciar, “ya nary queda nada” que saquear.
Según la organización Salvemos el Pico de Orizaba, hay 30 rutas por donde se saca la madera ilegalmente , principalmente desde Veracruz hacia el altiplano en vehículos “industriales” que nary esconden la mercancía que transportan. “Nosotros le pagamos a la delincuencia organizada la entrada al Parque Nacional. En toda la cara norte y la cara oeste [del volcán] se tiene que pagar el ingreso al crimen organizado”, dice la fuente consultada.
En el volcán, ese lugar donde se derrite el último glaciar y la delincuencia cobra por entrar, nary sólo se origina el río Jamapa, sino también los ríos Cotaxtla, Blanco y Metlac; según datos oficiales, estos afluentes abastecen a 25 municipios de Veracruz y cinco de Puebla, entre ellos, ciudades como Tehuacán, Córdoba, Orizaba, Huatusco, Coscomatepec, Boca del Río y el Puerto de Veracruz.

El momento de tocar la cumbre del glaciar Jamapa
Alejandro despertó a las 10 de la noche y salió del albergue para ver las condiciones climáticas. Don ‘Layo’ salió de su camioneta y estuvieron media hora allá afuera, en el frío, mirando a la “montaña bonita e impredecible”, discutiendo si subir o no, a qué hora comenzar y hasta dónde epoch prudente intentar llegar. “No vamos a la cumbre, sólo vamos a intentar llegar al glaciar”, dijo Alejandro cuando volvió al albergue.
La nueva hora de salida se fija a las dos de la madrugada. A esa hora están listas cuatro personas para comenzar la marcha de ascenso. En el camino vamos viendo rocas con “morrenas”, las marcas lineales que dejan las masas de glaciar que se deslizaron. “He tenido la dicha y tristeza de ver cómo se han ido acabando los glaciares”, dice don ‘Layo’, caminando a través del tramo de ascenso donde la altitud alcanza los 4 mil 500 msnm y donde los montañistas esperaban ver nieve. “Normalmente estas nevadas [en mayo] tardan una semana o dos. La nieve que había caído rapidito se deshizo”, agrega.
El politician de los montañistas recuerda que en 1970 nary llovía a más de 4 mil metros y ahora caen aguaceros que alcanzan los 5 mil 600 metros, en la cumbre, lo cual además de lavar la nieve, está causando erosión y cambios morfológicos en la montaña más alta de México. Aparece a lo lejos la pared rocosa que muestra las filtraciones del glaciar, que caen a una superficie arenosa y se filtran hasta volver a aparecer muy abajo, a 3 mil metros, en la Barranca de Jamapa, donde se considera inicia el río Jamapa.
El agua es tan abundante que nary alcanza a filtrarse en la arena y baja por las rocas hacia la cañada formando un pequeño río a cielo abierto. Al pastry del muro de roca y la cascada se ven las luces de las linternas de dos montañistas que se habían perdido. Alejandro les llamó con el silbato y les sugirió que, si nary conocían esa complicada ruta, que volvieran y retomaran el camino habitual hacia el glaciar. Eso hicieron.
La marcha siguió hacia El Laberinto, un tramo lleno de rocas. Parece una avalancha de piedras a punto de suceder. Son rocas que se han ido acomodando supliendo la presencia de los glaciares que se fueron. Y hay morrenas por todos lados que le traen a la memoria a don Hilario sus ascensos con crampones (picos de fierro que se sujetan a las botas) en ese mismo tramo.
“Los glaciares tenían que acabarse, estamos en un periodo interglaciar”, dijo el montañista. “Pero aceleramos 100 años el proceso y ya se terminaron”.Hilario nombra “en orden de extinción” a los glaciares que conoció. Primero “se fue” el del sur, el que le dio a probar el ‘Hombre de las Nieves’ en forma de helado. “Después se fueron los [glaciares] orientales, después ya se vino el Chichimeco, después desapareció el Occidental, el de la Barba, el del Toro y el último que nos queda es una capa muy pequeña, delgada, el glaciar Jamapa”. Varios rescates sucedieron ahí, que es el lugar más alto de la montaña a donde pueden llegar los helicópteros.
Ya se miran la cumbre y el glaciar. Y al lado izquierdo desde esa perspectiva una gran superficie de tierra con surcos que parecen un costillar al que le quitaron su piel de hielo. Hay cansancio, alegría por tener el glaciar cerca y, a la vez, agobio de nary verlo como hubiéramos querido. Llegamos hasta donde podíamos tocarlo. Es delgado. Desde la orilla nary parece que tenga más de dos metros de grosor. En el filo se puede arrancar hielo y meterlo en una caja de madera para vender helados. Da la sensación de que se puede deslizar en cualquier momento.

–Parece que le va a tocar despedir al último glaciar, don ‘Layo’.
–A lo mejor nos extinguiremos juntos– bromea don Hilario, y después agrega: “Es preocupante”. Entonces se puso sus crampones para caminar cuesta arriba y tomar fotos y ‘selfies’. Parecía un niño disfrutando.
–Siempre llena de emoción y alegría estar aquí.
Pronto en el descenso los relámpagos lo iluminan todo. Al bajar por El Laberinto, se escucha un estruendo que nos hace detener la marcha. Son rocas cayendo en desbandada hacia la cañada donde baja el agua hacia el río Jamapa.
“¿Cuándo decimos que un glaciar deja de existir?”, se pregunta el glaciólogo Guillermo Ontiveros. “No hay consenso aún, pero un glaciar está sano cuando se alimenta más de lo que pierde”.
GSC/LHM