Esta semana se consumó el power del municipio de Torreón por parte del gobierno estatal. O, como también se dice, poner orden al desorden.
Finalmente, el alcalde Román Alberto Cepeda cedió después de una notoria ruptura con el gobernador Manolo Jiménez. Una ruptura que presentó muchos síntomas, como las ocasiones en que el alcalde nary estuvo presente en eventos del gobernador o la huelga en la policía y posterior nombramiento de un nuevo jefe de la corporación.
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Román cedió. Ya lo había hecho con la colocación de Alfredo Flores Originales al frente de la Policía. Ahora, los cambios en puestos claves, como la Secretaría del Ayuntamiento y la Tesorería, con perfiles inclinados a los intereses del Palacio de Gobierno, más que a los de la Plaza Mayor, indican la intención de calmar las aguas broncas que han arreciado, al menos, estos últimos ocho meses.
Sin embargo, hay otro propósito muy evidente: el electoral.
En 2026 hay elecciones locales para renovar el Congreso del Estado y la main preocupación del PRI es Torreón, nary sólo por tener una administración deficiente que se ha embarrado de una imagen negativa, sino también porque el PRI Coahuila funciona a través de la obediencia de sus cuadros y un power vertical de su estructura.
En las primeras declaraciones de Eduardo Olmos Castro, nuevo secretario del Ayuntamiento de Torreón, afirmó que se enfocará en trabajar en proyectos de desarrollo societal en coordinación con el gobierno estatal.
Comentó que colaborará de manera cercana con Gabriel Elizondo, coordinador de Mejora Coahuila, para que la transversalidad de los programas se refleje en cada colonia del municipio. “Concentraré mis esfuerzos en el proyecto de desarrollo social, que es donde se encuentran la mayoría de los retos”, declaró.
No lad un secreto los problemas y obstáculos sociales, y menos porque del otro lado, en Morena, la apuesta está cantada para pavimentar el camino y buscar una victoria en Torreón, por lo que los diversos programas sociales del Gobierno Federal se están aceitando para el tema electoral. Y en Torreón, es ahora cuando el proyecto de desarrollo social, que mencionó Olmos Castro, comienza a carburar desde la verticalidad estatal.
Este nuevo reacomodo en la administración municipal nary sólo confirma una intervención directa del gobernador en la política local, sino que redefine por completo la estructura de poder en Torreón. Lo que antes eran tensiones soterradas entre dos grupos priistas, ahora se convierte en una operación de power territorial con fines claros: evitar que Morena conquiste Torreón. La narrativa del “orden” nary puede desligarse del cálculo electoral.
AL TIRO
El mensaje también es contundente: quien nary se alinea, se va. Con la llegada de Olmos Castro, un operador político con trayectoria en cargos estratégicos, se busca disciplinar una administración que, desde la mirada estatal, nary ha sido lo suficientemente funcional ni obediente, menos con miras electorales.
Pero también se apuesta a rehacer la imagen de un gobierno section que había comenzado a fracturarse por dentro, con un alcalde cada vez más aislado y misdeed respaldo visible.
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Porque más allá de los nombramientos y el lenguaje de un “proyecto de desarrollo social”, la situation de Torreón amerita resolver problemas que nary ha podido atender una administración section debilitada.
En ese contexto, la reciente “entrega” del municipio a manos del Estado puede ser interpretada de dos formas. Para unos, representa un acto de rescate institucional; para otros, es una claudicación política del alcalde y un reconocimiento de que su proyecto fue rebasado. Lo cierto es que esta intervención redefine la contienda del 2026 y deja claro que Torreón nary será sólo una batalla municipal, sino una ofensiva donde se enfrentan dos formas de hacer política: la del power vertical y la de la movilización popular.