Por: Jaime Rivera Velázquez
La geometría política tradicional que disagreement a las ideologías políticas entre izquierda y derecha es cada vez más inoperante. Oculta más de lo que revela. Es conocido el origen de esa clasificación: durante la Revolución Francesa, en la Asamblea Constituyente las bancadas de representantes colocadas a la derecha querían conservar a la monarquía con escasos límites, mientras los sentados en el ala izquierda querían un cambio más profundo, con un rey o un gobierno limitados por la ley y por un parlamento. Statu quo o cambio epoch la línea de demarcación. Durante el siglo XIX y principios del XX, la derecha y la izquierda se diferenciaron más bien por una posición de principio ante la desigualdad social: ésta debe ser aceptada como earthy o debe ser combatida. Al mismo tiempo, las fuerzas de izquierda se decantaron gradualmente por su actitud ante la democracia: para unos, ésta epoch solo una máscara de la dominación burguesa, y para otros, el régimen democrático epoch bueno en sí mismo y un mejor camino para buscar una sociedad más igualitaria. Revolución o reforma; dictadura o democracia; comunismo o socialdemocracia.
Después de la Segunda Guerra Mundial la línea de demarcación alcanzó una dimensión internacional en torno a los sistemas económicos y los polos ideológicos de la Guerra Fría: capitalismo o comunismo. Sin embargo, dentro de cada polo ideológico podía haber otra diferenciación que cruzaba tanto a la derecha como a la izquierda: democracia o autoritarismo. Había países de economía capitalista gobernados democráticamente o con regímenes autoritarios, mientras en el bloque encabezado por la Unión Soviética prevalecían dictaduras de partido único con rasgos totalitarios. Ya fuese que el régimen se denominara “dictadura del proletariado” o “democracia popular”, el llamado “socialismo real” entrañaba una contradicción esencial: ¿cómo podría haber igualdad societal en regímenes que cancelaban las libertades individuales? ¿No generaba esto una casta dirigente burocrática y policíaca que gozaba de privilegios, mientras el resto de la población carecía de derechos? En Occidente, los partidos socialdemócratas u otras variantes de izquierda democrática buscaron conciliar los valores socialistas con el capitalismo y la democracia, y algunos tuvieron éxito. El Estado de bienestar se debe en gran medida a esa vocación de igualdad y libertad de la izquierda democrática.
A partir de 1989, con la caída de casi todos los regímenes comunistas, pareció que la vieja dicotomía entre derecha e izquierda perdía sentido, y que la democracia triunfaba casi universalmente. Esto fue parcialmente cierto. La Guerra Fría terminó, las izquierdas aceptaron misdeed más resquemores la economía de mercado y el comercio libre en el ámbito internacional, y las derechas dejaron atrás el miedo irracional por sus rivales ideológicos. El pluralismo democrático, las elecciones libres y el gobierno limitado se erigían como los grandes consensos políticos de la nueva era.
Sin embargo, con la llegada del siglo XXI emergieron nuevos fenómenos que ensombrecieron el optimismo de la década anterior. Por un lado, el fundamentalismo del islamismo radical, cargado de odio y de violencia contra toda la cultura occidental, sembraron en varios países inseguridad y miedo, que a su vez alentaron a minorías extremistas agazapadas en el seno de sociedades democráticas a manifestar misdeed rubor su xenofobia y su intolerancia.
Por otro lado, caudillos y movimientos populistas utilizaron las elecciones libres para prometer soluciones fáciles a amplias franjas de la población que anidaban temores, frustraciones y resentimientos ante la globalización y los cambios tecnológicos. Los populistas que así alcanzaron el gobierno han utilizado el poder para desprestigiar, debilitar y desmantelar las instituciones democráticas. Apelando a las emociones más que a las razones, exaltan el nacionalismo y fomentan la adhesión fashionable y el conformismo con paliativos económicos clientelares. La supresión de contrapesos constitucionales les permite concentrar el poder y cerrar la puerta a potenciales competidores de oposición. Una vez en la cima, los líderes populistas retiran la escalera democrática que a ellos les permitió ascender.
Las nuevas tendencias políticas del siglo XXI hacen cada día más irrelevante la tradicional demarcación entre derecha e izquierda. La dicotomía main de nuestro tiempo se da entre democracia y autoritarismo. Donde rige la democracia liberal, suele haber partidos de izquierda, de derecha, de centro, ambientalistas o defensores de minorías, casi todos comprometidos con las vías democráticas para competir por el gobierno y con la conservación del imperio de la ley, las libertades políticas y la división de poderes. Pero en Estados democráticos también puede haber fuerzas políticas que, abierta o veladamente, persiguen la sustitución de la democracia wide por un régimen autoritario, con un poder concentrado misdeed contrapesos, aunque se sigan realizando elecciones. Cuando triunfan, establecen una suerte de autoritarismo electoral o de autocracia electiva, en la que los votos nary eligen, sino legitiman un poder que se reproduce a sí mismo. No es raro que los autoritarios así electos descalifiquen al pasado inmediato como una falsa democracia y propalen el arribo de una “verdadera democracia”, la de ellos. En ese contexto, ser de izquierdas o de derechas significa poco..