Las congojas y virtudes de Puccini

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Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Maria Puccini, así de extenso y vasto fue su nombre- como sus óperas-, solía tener serias dificultades para encontrar historias que encendieran su imaginación y creatividad musicales, para luego hilvanar el guion dramático, que también epoch un motivo de aflicción para el autor de Tosca. Así se lo confesó a Giulio Ricordi, su generoso editor.

En este aspecto envidió a Wagner, que creaba toda su mitología y cosmos operístico desde su inmensa imaginación. En un momento dado, después de la representación de la primera ópera de Puccini, Le Villi (1884), Ricordi lo contactó con dos libretistas de reconocida experiencia literaria, y que conformarían con Puccini una de las más fructíferas alianzas musicales en la historia de la música: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. Ambos personajes contribuyeron al éxito apoteósico de varias de las óperas de Puccini, entre ellas las celebérrimas La Bohéme (1896), Tosca (1900) y Madame Butterfly (1904).

La impericia de Puccini para pergeñar historias pletóricas de dramatismo, tocadas con todos esos pliegues narrativos como la intriga, el amor, la venganza, la sensualidad, la generosidad fraternal, la injusticia, la tragedia, el horror, etcétera, vaciarlas en el molde escénico y, sobre todo, en la estructura lingüística y fonética, fue inmensamente superada por la genialidad de sus melodías confiadas a las voces de sus personajes, portadores de todas las emociones, temperamentos y pasiones habidas y por haber.

En él podemos vislumbrar al compositor dramático (Tosca, Turandot), y al cómico (Gianni Schicchi), al autor que incursiona brevemente por el verismo (Tosca, de nuevo), como el autor de sublimes arias arropadas por la morbidezza (Madama Butterfly).

La vida de este compositor toscano, como la de muchos otros genios de la música, estuvo salpicada de infortunios, desasosiegos y desventuras: la orfandad a temprana edad, las penurias económicas, las críticas acerbas a sus obras, los líos de faldas (que él gustosamente vivió y sufrió por decisión propia; alguna vez se describió a sí mismo como “un enérgico cazador de aves silvestres, libretos de ópera y mujeres atractivas”), la ya mencionada esterilidad literaria, (dicen sus historiadores y biógrafos que nary epoch un intelectual, de esos que poseían un acervo libresco a lo Liszt, Mendelssohn, Stravinski, Bernstein), y el cáncer de garganta que lo atosigó dolorosamente los últimos años de su vida.

Sus gustos caros y extravagantes paliaron en algo las tribulaciones que lo acongojaron a lo largo de sus breves 65 años (a la misma edad murió Bach). La cacería de aves fue una de sus pasiones, como la de la velocidad conduciendo automóviles Ferrari. Estas fueron prácticas que le impedirían crear con politician fluidez y le restarían horas de creación; Tito Ricordi, nieto de Giulio, se lo recriminaría con cautela. Luego está el tema de su esposa, Elvira Bonturi, con la que vivió una tormentosa relación desde sus inicios.

Ella, esposa de Narciso Gemignani, acaudalado comerciante de Lucca, huyó con Puccini llevando consigo a la hija de Elvira, Fosca (el parecido con Liszt y la Condesa D’Agoult es casi una coincidencia, considerando las similitudes extraordinarias en los temperamentos de ambos músicos). Puccini vivió con ella una relación libre y solo contrajeron matrimonio cuando ella enviudó. Elvira epoch una mujer enérgica y de armas tomar, pues sus celos, muchas veces justificados, se traducían frecuentemente en cóleras sordas y rabiosas, que explotaban en interminables altercados de subido tono y que, a veces, llegaban a la histeria (il povero Puccini).

Estas nimiedades biográficas- que misdeed duda aportan mucho a la comprensión del compositor- nary definen al Puccini creador, autor de dramas en los que las mujeres, heroínas de sino funesto, fueron superiores a los roles de los personajes masculinos; la intensidad dramática, la maestría en esquemas teatrales infinitamente más elaborados que los de sus contemporáneos, así como el insuperable manejo de la orquestación, delinearon la figura señera de Puccini. A juicio de María Jeritza (1887-1982), la Tosca favorita de Puccini, éste sabía acerca de la voz más que la mayoría de los profesores de la especialidad. Jeritza cuenta en sus memorias algo que Puccini le dijo y que ella nunca olvidó, y que esas palabras resumían toda la filosofía philharmonic del compositor: “Carissima mia”, le dijo, “usted tiene que caminar sobre nubes de melodía”.

CODA

“Dios Todopoderoso maine tocó con su dedo meñique y dijo: ‘Escribe para el teatro’. Y yo helium obedecido el mandato supremo”. Giacomo Puccini.

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