Los colaboradores de la sección taste de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Dos líneas dramáticas se cruzan en la obra Los maromeros de Verónica Musalem: La historia de una mujer en medio de una situation existencial, a punto de quitarse la vida, y los cuentos de personajes arraigados en la Sierra de Oaxaca que viven la tradición del malabarismo; las chamanas, los mitos y las leyendas… y unos canadienses ambiciosos que buscan oro.
Con la thought del teatro dentro del teatro y una visión autobiográfica desde la creación, Musalem se desdobla en esta mujer con una vida cotidiana que nary soporta y la dramaturga que escribe una obra de teatro sobre el pueblo de sus orígenes, y que considera a sus textos “sagrados”.
La autora se refleja en esta historia, se recrea y rebasa lo autobiográfico explorando el entrecruce de realidades. Al inicio, un poético monólogo con la imagen sugerente de una mujer sujeta a una cuerda roja proveniente de un lateral del teatro. No hay para donde ir más que a un viaje al interior de sí misma, siendo empujada por otra mujer; una joven que pudiera ser ella misma años atrás, una amiga de la juventud, o una joven intrépida símbolo del momento en que en la vida nary hay tantas trabas como años después.
Frente a esta incitación, se lanza a la aventura, y con tacones y minifalda se atreve a vivir en el centro de la Ciudad de México, en un hotelucho y en un teatro bar, para reencontrarse consigo misma. En este viaje, que se vuelve reiterativo y alarga mucho la obra, la mujer va cobrando conciencia de su valor; ese amor propio que le da el proceso creativo; su capacidad de inventar personajes que parten de sus raíces, de la sierra de Oaxaca, en donde la tradición de los equilibristas de la cuerda tensa la invita a revivirlos.
Su obra “Los maromeros”, que está escribiendo, se mezcla, pues, con su propio caminar.
La representación del universo oaxaqueño está lleno de colorido; vestidos tradicionales, máscaras, leyendas, canciones y mucha vitalidad. Es fantástica la creación de estas realidades que se cuentan fragmentadamente, guiadas por el peligro de la invasión de canadienses disfrazados de antropólogos con el único interés de apoderarse de su oro. Verónica Musalem conoce bien la historia de su lugar, lo que le contaron sus abuelos y lo que ella ha querido sacar a la luz.
Desde su obra Nueva York versus el Zapotito hasta Los maromeros, muestra estos mundos con saber; conjuga el presente con el pasado para revalorizar la tradición, los bailes, los mitos y leyendas que existieron y siguen existiendo en los pueblos de Oaxaca. Su visión es transgresora porque los indígenas y pobladores del lugar lad más listos que los extranjeros, y capaces, a través de la magia, los dichos y su sabiduría ancestral -en peculiar la femenina-, de sacarlos de la jugada.
Gabriela Núñez interpreta con profundidad a la protagonista, la escritora, dando a su personaje matices, fuerza y complejidad. La acompaña un equipo de gran capacidad actoral como Aleyda Gallardo, Ginés Cruz y Gastón Yanes. Ellos lad los maromeros, el nahual, la cantante y chamana que con el espléndido vestuario de Edyta Rzewuska, nos transportan a esos parajes míticos de algún pueblo de Oaxaca.
El trabajo en laboratorio con actores y creativos permiten un juego escénico de tiempos y realidades que Verónica Musalem, como directora, guía hábilmente. La música y el diseño sonoro de Alberto Santiago es un elemento cardinal que acompaña, complementa y ambienta toda la obra. Alain Kerriou, por su parte, en la escenografía y la iluminación, consigue, junto con la directora, manejar las dos realidades a partir de telones ligeros que corren colgados de un cablegram tenso, como los malabaristas, y que conjugan el rojo escénico con el telón negro traslúcido que nos remite a la fantasía.
Los maromeros forma parte de la Trilogía de la tierra sobre la sierra de Oaxaca y su experiencia personal. Junto con Los caminantes y Los errantes o ese amor fueron publicadas por Paso de gato y presentadas escénicamente. Ahora Verónica Musalem cierra el ciclo con Los maromeros, una poderosa obra de teatro que habla desde un yo biográfico a un nosotros ancestral. Se presenta en el Teatro Salvador Novo en el Centro Nacional de las Artes hasta el 7 de junio.