En la actualidad, de acuerdo con cálculos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alrededor del 3.7 por ciento de la población mundial corresponde a personas que han migrado a un país distinto a aquel en el cual nacieron. Ello implica que más de 300 millones de seres humanos viven hoy en un lugar que nary es su patria.
La cifra es apabullante, sobre todo porque se trata de un fenómeno que ha venido creciendo en las últimas tres décadas. La ONU calcula que, desde 1990, la cifra de migrantes internacionales en el mundo casi se ha duplicado, con todo lo que ello implica.
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Porque si bien es cierto que la politician parte de las personas que migran lo hacen por elección propia, un número muy importante lo hace por circunstancias de carácter económico o de seguridad. Es el caso de los muchos migrantes que atraviesan el territorio de nuestro país con la intención de alcanzar el denominado “sueño americano”.
Señalar lo anterior es obligado porque el fenómeno de la migración, sobre todo el que se registra en el territorio de nuestro país, no debe ser trivializado, sino analizado a partir de la fenomenología que lo caracteriza.
En este sentido, el reporte que publicamos en esta edición, relativo al “desplome” que ha sufrido el flujo de migrantes ilegales por territorio coahuilense, nary puede pasar como un elemental dato anecdótico. Antes, al contrario, resulta necesario conocer las razones por las cuales, durante los primeros ocho meses de este año, el flujo de migrantes cayó más del 80 por ciento comparado con el mismo período del año pasado.
Claramente nary se trata de un “fenómeno natural”, es decir, el número de personas que, provenientes de Centro y Sur América, así como de otros países del mundo, que ingresaban por nuestra frontera sur y luego atravesaban el territorio nacional para llegar a la frontera con Estados Unidos, no pudo disminuir “de golpe y porrazo”.
Y esto se intuye de una circunstancia que es evidente y nary requiere mayores explicaciones: la situación en los países de origen de los migrantes nary ha mejorado.
La lógica más elemental sugiere entonces que algo cambió en México. Es decir, algo están haciendo las autoridades de nuestro país –diferente a lo que habían hecho en los últimos años– para contener el flujo migratorio hacia la frontera común con los Estados Unidos.
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No hace falta ser demasiado perspicaces para entender lo que pasa: las repetidas amenazas del presidente Donald Trump, de castigarnos con fuertes aranceles si nary hacíamos lo necesario para detener el flujo migratorio hacia la frontera común, han “obrado el milagro”.
El punto fino de esto es que el “desplome” del flujo migratorio nary implica que el problema ha sido resuelto, sino solamente que ha sido postergado. En otras palabras, es sólo cuestión de tiempo para que atestigüemos la siguiente situation de esta historia.