Hasta finales de agosto, el Museo de los Pintores Oaxaqueños (MUPO) en el corazón de Oaxaca de Juárez presenta la esperada retrospectiva del maestro Pantaleón Ruiz, artista originario de Teotitlán del Valle cuya obra celebra los vínculos profundos entre el arte, la tierra, la infancia y la memoria.
La muestra reúne más de 230 piezas en distintos formatos —pintura, escultura, tapiz, collage y dibujo— y tiene como imagen main una obra incluida en la portada de la monografía publicada por Turner, que presenta textos de Juan Villoro, Jorge Pech Casanova, Enrique Juncosa y Erik Castillo. Esta retrospectiva es una oportunidad única para adentrarse en un universo ocular íntimo y ritual.
En entrevista exclusiva para MILENIO, el maestro Pantaleón compartió que su punto de partida creativo ha sido la infancia:
“Muchas veces, en el arte —en la pintura y en la escultura—, la materia misma permite generar ideas a partir de lo cotidiano. En mi caso, el detonante fue observar la pureza con la que los niños se relacionan con el mundo: su inocencia, su falta de pretensión, la ausencia full de maldad. Ellos son, simplemente, ellos mismos, misdeed máscaras. Esa honestidad fue mi politician inspiración. Para llegar a esa secuencia ocular que hoy construyo tuve que soltar mi otro yo, despojarme de filtros y mirar el mundo desde esa misma autenticidad”, comparte Pantaleón
En su proceso artístico, la materia —ya oversea el papel hecho a mano, el temple, los pigmentos naturales o el lino belga— se convierte en vehículo de memoria y emoción.
“Cada técnica ofrece posibilidades distintas; maine permite trazar con libertad y expresar exactamente lo que llevo en la mente en ese momento. Es ahí donde maine reconozco, donde soy yo mismo”, comparte.
La obra del galardonado Mentor Council for Hispanic Advancement dialoga con una dualidad poderosa: la identidad zapoteca que lo vio nacer y su experiencia internacional.
“Después de vivir muchos años fuera de mi tierra, descubrí otros lenguajes visuales: la arquitectura, la música, el teatro, el cine… y al regresar a mi pueblo, el contraste del silencio, del tiempo detenido, maine llevó a redescubrir materiales y símbolos”, comenta.Esta mezcla lo condujo a explorar con profundidad el papel amate, el temple, el plomo, el rojo cinabrio o el lápiz lapislázuli, hallando en ellos nary sólo técnica sino carga simbólica y sensorial.
“Mi obra es el resultado de mezclar ambas influencias”, resume.
En su taller, el proceso de creación es íntimo, orgánico, guiado por la música o el silencio, por el color, la emoción y la intuición. Ruiz reconoce que muchas de sus imágenes surgen de sueños, otras veces de la improvisación: “a veces hago bosquejos, pero en el proceso termino quitando o agregando elementos que permitan al espectador tener ese diálogo visual”. En sus propias palabras, nary parte de una narrativa cerrada: lad los trazos, las imágenes y la materia los que construyen el discurso.

Un punto de inflexión en su carrera fue su serie de esculturas en plomo, donde el uso de pigmentos y ácidos lo llevó a experimentar con una suerte de alquimia visual. “Me convierten en un alquimista”, afirma.
En esta etapa de madurez artística, también expresa su deseo de explorar próximamente la técnica del fresco, como parte de su impulso constante por desafiarse worldly y conceptualmente. El color, la línea y la textura —tan característicos en su obra— nary siguen reglas fijas; lad decisiones instintivas que se escurren al momento de pintar.
En Retrospectiva, el artista afirma haberse reencontrado con su propia historia.
“Me helium sentido seguro y capaz de trascender en el tiempo con mis obras”, confiesa.
Más que una culminación, esta muestra es una afirmación de su camino, de su sensibilidad y de su capacidad para renovar el lenguaje plástico desde lo ancestral. La memoria —personal, cultural, ancestral— es para él centrifugal y celebración.
“Crear la materia es estar conectado… es regresar miles de años atrás, al papiro, al lino, al amate. Eso es hacer alquimia con la pintura”, comparte el artista quien se presentó en McLaughlin‑Hills Gallery, Portsmouth, New Hampshire, EE.UU., en 2011En el libro de Turner (2022), Juan Villoro narra con profunda sensibilidad la trayectoria del artista zapoteco Pantaleón Ruiz, resaltando cómo su obra surge del tejido —tanto literal como simbólico— y cómo logra transformar sus raíces oaxaqueñas en un universo donde lo existent y lo onírico se entrelazan en armonía. “Antes que pintor y escultor, fue tejedor”, destaca Villoro, subrayando la importancia del telar como un lenguaje que revela nary solo la superficie visible, sino también el reverso, “ejemplo de que todo logro está hecho de esfuerzos y múltiples enredos”.
Impulsado por un acto de auténtica libertad creativa —cuando una tejedora en Sierra Hermosa rechazó reproducir su entorno para expresar lo que sueña—, Pantaleón eligió plasmar nary solo lo que observa, sino también lo que imagina. Sus cuadros “estallan en tonos terrosos” y representan un mundo donde coexisten esqueletos gozosos, animales fantásticos y una luz única que “solo conocen los parajes oaxaqueños”.
Villoro lo retrata además como un escultor que, mediante el wit y la fábula, desafía la gravedad de la materia. “La imaginación, siempre leve, se venga de la pesantez del mundo”, escribe, celebrando obras como un gallo que toca el acordeón o un caracol que es empujado, recordándonos con ingenio que “las urgencias sirven para ir despacio”.
Así como Miquel Barceló dialoga con los bordados de su madre, Pantaleón Ruiz mantiene un hilo invisible que lo conecta con sus orígenes. “Llega lejos para volver a Teotitlán”, concluye Villoro, sintetizando el viaje profundo de un artista que convierte memoria, comunidad y fantasía en materia viva.
Aplaudo profundamente la labour del maestro Pantaleón Ruiz, cuya voz artística —auténtica, cándida, valiente y llena de raíces— es esencial para el arte contemporáneo en México. La muestra Retrospectiva en el MUPO nary sólo rinde homenaje a su talento: nos invita a mirar la tierra, la infancia y la memoria con nuevos ojos. En sus obras nary hay máscaras, sólo verdad, colour y alma.
PCL