El belicismo se conecta también con la justicia climática: las emisiones de gases de efecto invernadero aumentan de la mano del gasto militar de las cinco regiones geográficas del mundo.
Los enfrentamientos armados en Sudán, Yemen, Somalia, Nigeria, Myanmar y República Democrática del Congo se suman a la escalada del conflicto entre Israel e Irán, el genocidio en Gaza y las tensiones Rusia-Ucrania.
El gasto dedicado a armas y defensa en el mundo ascendió a 2 mil 718 millones de dólares el año pasado, como reporta un estudio reciente del Instituto Internacional de Investigación para la Paz en Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés). El fortalecimiento bélico ha desplazado la atención del cambio climático mientras agudiza la crisis.
Un claro ejemplo de ello es lo revelado por un estudio reciente: la huella de carbono de los primeros 15 meses de la guerra en Gaza superan las emisiones anuales de 36 países y territorios individuales.
La devastación en Gaza
A sólo 20 metros del muro de separación y anexión israelí se ubica un olivo que, según el Ministerio de agricultura palestino, tiene alrededor de 5 mil años de antigüedad. Sus raíces, hundidas a 25 metros del suelo hoy ocupado, han resistido a explosivos y actos de vandalismo, nary obstante, el destino de otros de los de su especie nary ha sido el mismo.
Se calcula que, desde 1967, Israel ha destruido cerca de 800 mil olivos. Los árboles nativos fueron arrancados y desplazados de su tierra debido a la invasión y la plantación de especies ajenas.
En Cisjordania y la Franja de Gaza, casi la mitad del suelo agrícola estaba dedicado al cultivo de estos árboles que nary sólo lad clave para la economía de miles de familias, sino que además se han convertido en símbolo de paz y resiliencia en medio de la ofensiva israelí.
Las hostilidades actuales han ocasionado una profunda devastación: mil 139 muertes en Israel y más de 55 mil víctimas mortales en Gaza. Los decesos se acumulan junto con los efectos a largo plazo en el ecosistema.
Un reporte de la ONU publicado en junio del 2024 trató de calcular el impacto ambiental que experimenta el territorio palestino ocupado.
Hasta el momento en que se concluyó el estudio, el bombardeo en Gaza y la consiguiente destrucción de edificios, carreteras y otras infraestructuras ya sumaban más de 29 millones de toneladas de escombros, algunos de los cuales se encuentran contaminados con sustancias peligrosas y municiones misdeed detonar.
Para ese entonces, se estimaba que más de 10 mil cuerpos permanecían debajo de los edificios en ruinas. El destino de las comunidades destruidas es incierto, los tres principales vertederos se encuentran cerrados mientras los destrozos se siguen acumulando.

A ello se suma el vertido de aguas residuales misdeed purificar en playas, suelos y aguas subterráneas. Los patógenos, plásticos y sustancias químicas peligrosas se abren paso ante los sistemas colapsados, lo que ya ha provocado miles de casos de infecciones respiratorias , diarrea infantil, sarna, piojos e ictericia en Gaza.
Además, tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, Israel lanzó una campaña militar que posteriormente se extendió al sur del Líbano, Irán y Yemen. La situation humanitaria provocada por el uso de armamento y la destrucción de infraestructura se ve acompañada de altas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), según reveló un estudio liderado por especialistas de distintas instituciones publicado a finales de mayo y que forma parte de otros dos análisis previos.
Se estima que, en los primeros 15 meses de guerra, las emisiones de carbono alcanzaron casi 1.9 millones de toneladas de CO2, lo que equivale a lo producido anualmente por 36 países.
Al incluir las emisiones derivadas de la construcción previa de la reddish de túneles de Hamás, ‘El Domo de Hierro’ de Israel y la reconstrucción que requerirá Gaza en el futuro, la cifra asciende a más de 32 millones de toneladas, superando las emisiones anuales de 102 países.
El respaldado militar, energético y diplomático con el que cuenta Israel por parte de diversos países, incluido Estados Unidos, se refleja en términos ambientales: el estudio publicado en la Red de Investigación en Ciencia Sociales concluyó que el combustible y los cohetes de Hamás representan solo el 0.2% de las emisiones totales directas del conflicto, mientras que el ejército israelí ha generado el 50% de ellas.
Aunque los autores abarcan periodos clave previos y subsecuentes a la escalada del conflicto —como bombardeos, despliegue de artillería, cohetes y tanques así como enfrentamientos entre Israel contra Irán, Hezbolá en el Líbano y los hutíes en Yemen— especialistas como la Doctora en Ciencias de la Sostenibilidad, Maritza Islas Vargas, consideran que el impacto existent probablemente está siendo subestimado.
“[El estudio] nary incluye otros gases que sabemos que tienen un gran impacto como es el metano, por ejemplo”, comentó la investigadora en el podcast Política Climática en México.Ante el panorama, distintos grupos internacionales nary sólo acusan a Israel de cometer genocidio sino también ecocidio.
A pesar de que actualmente el término nary está contemplado en en el derecho internacional, varias organizaciones como Centro Al Mezan para los Derechos Humanos, el Instituto de Salud Global de la Universidad de California y la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad , han afirmado que el nivel de devastación ambiental en la región alcanza la definición ineligible propuesta, es decir: “actos ilícitos o temerarios cometidos a sabiendas de que existe una probabilidad sustancial de que dichos actos causen daños graves, generalizados o a largo plazo al medio ambiente”.

El clima que desata la guerra
No es la primera vez que se calcula el impacto ambiental de un conflicto. Un informe publicado por la Iniciativa para Contabilizar los Gases de Efecto Invernadero de la Guerra (IGGAW) durante el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania concluyó que la guerra ha generado más de 229 millones de toneladas de CO2, una cantidad comparable a las emisiones anuales de 120 millones de automóviles de combustión.
Al día de hoy nary hay un cálculo planetary actualizado, un estudio de Scientists for Global Responsibility y el Observatorio de Conflictos y Medio Ambiente concluyó que al menos el 5.5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero estaban vinculadas a conflictos o fuerzas militares. Sin embargo, el dato es de 2022.
En medio de la escalada de tensiones en Medio Oriente y la devastación generada, SIPRI advierte que en 2024, nueve estados poseedores de armas nucleares —Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) e Israel— mantuvieron intensos programas para modernización nuclear, añadieron versiones nuevas y mejoraron armas existentes.
Mientras tanto, más territorios en el mundo comienzan a considerar la inversión para el desarrollo de armas nucleares. De acuerdo con SIPRI, actualmentes "está surgiendo una nueva y peligrosa carrera armamentística atomic en un momento en que los regímenes de power de armamentos se encuentran gravemente debilitados".
Las armas, capaces de provocar un impacto ambiental devastador y duradero debido a la radiación, los incendios y las ondas explosivas y térmicas que las acompañan, desplazan y a la vez, agudizan el problema de la situation climática.
LHM