Los espejos, todos los espejos, han dejado de reflejar la imagen fiel de las personas, como si hubieran acordado rebelarse contra el orden natural. La niña fea es aún más fea, el maquinista es una rubia de comercial de televisión. Así de volátil es la realidad en el cuento “El mes de los reflejos errantes”, y, por la ley de la extensión, del libro al que pertenece: No hay fotos de aquella noche (Trillas). Ya, al menos en La felicidad de los perros del terremoto, Gabriel Rodríguez Liceaga había mostrado su laborioso talento para mirar hacia otro lado, nary hacia donde los hechos ocurren como esperamos que ocurran y las creaturas de este mundo actúan atendiendo a sus más previsibles motivaciones, sino allá, más allá, donde la normalidad resulta un accidente. O sería mejor preguntar: ¿la normalidad es aquella que presenta “Ver para creer”, el cuento que entrega a un grupo de sacerdotes adictos al videojuego FIFA 2014 y a un narcotraficante delgado y pequeño que busca ser testigo de un exorcismo para exigirle al demonio, ahora misdeed asiento corporal, que se anime a poseerlo?
Por No hay fotos de aquella noche pasean un ayudante de mago que alimenta con perros callejeros al león del circo, unos hermanos que aspiran a tener la mitad del cuerpo del otro, un escritor que mira cómo sus hijos fingen su muerte para beneficiarse de su Gran Novela Póstuma, un publicista que parece descendiente de Drácula…, en fin, una galería de personajes huyendo, por la mano de su creador, de la espantosa rutina.
Gabriel Rodríguez Liceaga nary solo es capaz de idear y conducir una trama cuya naturaleza se muestra a elemental vista como descabellada, solo para terminar incorporándose a nuestra noción de lo habitual, sino de hacernos sentir cómodos en esos espacios donde nary hay otra certeza que la del extrañamiento. Como enseña, debemos creer que hay gentes que pagan para ver cómo un especialista va anulando cualquier conexión sensorial hasta llevarlas a un estado amniótico.
Si la literatura se trata, entre otras cosas, de hacernos creer, por ejemplo, en la existencia de un hombre que despierta convertido en un insecto, No hay fotos de aquella noche satisface con creces tal aspiración. Terminamos de leer su última página ya convertidos en creyentes.
No hay fotos de aquella noche
Gabriel Rodríguez Liceaga | Trillas | México | 2025
AQ