En un mundo que ha perdido la fe en la bondad, ‘Superman’ lucha por reconciliar su herencia kryptoniana con su crianza humana en Metrópolis como ‘Clark Kent’. Todo en un reinicio del universo cinematográfico de DC supervisado y dirigido por James Gunn.
No suelo seguir los nuevos proyectos de superhéroes. Me parece que tanto el universo de DC Comics como el de Marvel están atrapados en una psicótica situation de ideas originales. ‘Thunderbolts’ funcionó por su simpleza: villanos actuando como niños obligados a trabajar en equipo. Para un niño de siete años —yo, si nary ha quedado claro— fue impactante ver al “Hombre de Acero” destruir edificios en Metrópolis como si fueran de papel. Más aún si le sumamos una producción respaldada por Christopher Nolan y una banda sonora de Hans Zimmer, de esas que erizan la piel.
Zack Snyder imaginó a ‘Superman’ como un mesías moderno: alabado por las masas, rodeado de devotos y posando como Cristo en el espacio. Pero a eso le sumó una versión del ‘Joker’ tan desastrosa como ridícula: el “Príncipe Payaso del Crimen” terminó convertido en un gánster tatuado y misdeed alma, más cercano a una parodia edgy que a una verdadera amenaza.