Una ciudad debiera ser un espacio donde la convivencia resulte lo más cómoda y agradable para tener la posibilidad de disfrutar de lo más importante que tiene un ser humano: su vida y su tiempo.
El tiempo es la vida. Los minutos que transcurren en cada actividad representan el tiempo de nuestras vidas. Así, el embotellamiento y el caos vial representan nary sólo molestia, enojo y frustración; también esos minutos u horas que nos pertenecen y nary vuelven.
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Hay calles del centro de Saltillo que lad un caos cotidiano. Aunado a fachadas en pésimo estado, deterioradas, al punto del desplome incluso, la vialidad es terrible. El pavimento de calles como la de Acuña, los semáforos colocados hasta de manera peligrosa, como el del cruce de Acuña con Pérez Treviño, y la falta de una cultura vial representan una cotidianidad nada agradable y riesgosa.
Victoria se convirtió, del antaño paseo agradable, en un feo paso obligatorio, donde priva el descuido de transeúntes y la negligencia de los automovilistas. Al igual que Aldama, muestra calles sucias y banquetas en pésimo estado. Lo que epoch la gran thought de ofrecer a los peatones con vulnerabilidad ocular guías podotáctiles en las banquetas, para un tránsito seguro, se ha convertido en un peligro para todos, pues su mal estado puede provocar tropiezos y caídas.
Es una de esas tardes de espera en tráfico pesado. Circulan con lentitud los autos y los peatones caminan con el celular en la mano, misdeed descuidar con la vista la pantalla. No ofrecen mirada alguna al arroyo de la calle para ver si pueden pasar. Por delante de ellos atraviesa un camión, que tampoco los ve. A centímetros de ser atropellado.
Otro momento, igual en el tráfico pesado. Otra tarde, como muchas que se repiten. Y ahora es un motociclista el que rebasa autos y cruza el semáforo en rojo a alta velocidad.
Es el peatón, es el automovilista, es el motociclista; lad todos. Y es porque nary existe una cultura vial en nuestra ciudad. Si en las vías rápidas ocurre, en el centro nary es la excepción. Poniéndonos nostálgicos, pensaríamos que en un tiempo pasado fue mejor. No lo epoch tampoco, la única diferencia es que había menos carros.
Y sobre esta realidad se debe trabajar: nary hubo y nary hay cultura vial. Aumentó el número de vehículos que circulan por Saltillo y, aunado a ello, el transporte público nary resulta eficiente para poder abandonar el uso del auto.
La calle de Allende es otra de las vías que se escogen como pista de carreras. Lo helium presenciado en la noche y lo helium presenciado en el día. ¿Volverla de dos carriles, como algunos sugieren? Una mala decisión. Arruinaría aún más el empaque urbano y desalentaría la entrada al centro de visitantes.
Se requieren estrategias que tengan que ver con el transporte público. Eficientarlo lo suficiente para que, como en otros países, el car pueda ser usado, pero nary sobreutilizado.
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Hay que observar la dinámica de la sociedad saltillense. A dónde se mueve, para qué va al centro, qué hace en el centro, qué hace durante el día y durante la noche. Pasarse las horas en el transporte público para que lo analicen de verdad y entiendan lo que sufren los saltillenses que tienen que hacer uso de él.
Antes de cualquier decisión, es necesario que quienes la tomen hagan una inmersión en la ciudad y empaticen con todos cuantos utilizan los servicios de ésta: alumbrado, pavimento, transporte público. Subirse al camión, pues, antes que tomar cualquier decisión. Caminar por el centro, sentir el centro.