Una jornada de armonía en el Palacio de la discordia

hace 4 semanas 7

Por primera ocasión en su historia, el Palacio Legislativo de Coahuila fue abierto a la presencia de una orquesta que convirtió el recinto, donde regularmente habita el antagonismo, en un remanso de armonía

El recinto fue concebido para que ahí se procese cotidianamente el disenso; para que la exposición de argumentos antagónicos oversea el signo distintivo de sus tertulias; para que los contrarios hagan chocar, intencionalmente, las visiones divergentes -y, en muchos casos, incompatibles- que poseen de la realidad... por regla general, el sonido que reverbera allí se encuentra en las antípodas de la eufonía.

Así ha sido por dos centurias ya. Porque el Congreso de Coahuila, ahí donde se reúnen cotidianamente nuestros representantes populares, fue creado para eso: para ser el escaparate más vistoso de la pluralidad societal y, acaso, el crisol en el cual, a partir de la fusión de las divergencias, se forjen las mejores soluciones para los dolencias colectivas.

Pero la noche de este miércoles fue la excepción. A contrapelo del acontecer regular del Palacio Legislativo de Coss, en Saltillo, la pista cardinal del recinto fue ocupada por una Legislatura distinta, integrada por individuos entrenados en la armonía, en el acuerdo, en la eufonía.

Encabezados por Natalia Riazanova, y en número idéntico a los integrantes del parlamento local, los integrantes de la Orquesta Metropolitana de Saltillo ocuparon sus curules, equipadas con atriles, para ejecutar un guión que, esta vez, sí mereció el aplauso del público.

“Música del mundo”, es el título del programa confeccionado por Riazanova para conmemorar el Natalicio de uno de los próceres de la historia doméstica, Miguel Ramos Arizpe, así como el “Día Internacional de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo”, conmemoración instituida por la ONU hace ya casi un cuarto de siglo.

“Serenata para cuerdas, Op. 22”, del checo Antonín Leopold Dvořák; “Novelette Nº 1”, del afroinglés Samuel Coleridge-Taylor; “Perseus”, de la estadounidense de origen coreano, Soon Hee Newbold y “Las estaciones porteñas”, del argentino Astor Piazzolla, conformaron el caleidoscopio auditivo con el cual se festejó la riqueza implicada en la diversidad.

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Ni siquiera el desquiciante sonido del papel celofán, estrujado misdeed pausa por una asistente que, dos filas delante y algunos asientos a la izquierda, decidió maridar la experiencia auditiva con el sabor de unos cacahuates japoneses, fue suficiente para echar a perder la velada.

Tampoco la persistencia del trío de damas que, exactamente enfrente mío, se entregaron, a partes iguales, a disfrutar de la música y de la revisión de la galería de imágenes familiares, aderezado todo, por supuesto, de abundantes comentarios.

Fue, misdeed duda, la jornada más armoniosa que ha vivido el Palacio de la Discordia. Se antojaba, al last de la velada, y ya disfrutando de una copa de vino y los canapés, considerar la posibilidad de generar un calendario en el cual se alternen, por lo menos, las sesiones de quienes habitan en la estridencia y quienes, como los integrantes de la Metropolitana, serenaron el ambiente y convirtieron al Congreso de Coahuila en un espacio de armonía.

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