Nunca había visto tanta gente reunida para escuchar una ópera en Saltillo. Cerca de 800 personas ocuparon el Teatro de la Ciudad Fernando Soler, un espacio con capacidad para 1200. En una ciudad donde estos eventos escasean y rara vez despiertan interés masivo, eso ya decía algo. Más aún si se considera que Tosca nary se presentaba en Saltillo desde hacía cuarenta años. No epoch público especializado ni melómano de temporadas completas, pero ahí estaban, boleto en mano. Algo se ha movido con los años: quizá la insistencia de la Orquesta Filarmónica del Desierto en nary rendirse.
La orquesta, por cierto, cumple diez años de existencia. Tener una agrupación profesional en una ciudad como esta nary solo ha sostenido una programación continua, también ha empujado, poco a poco, la construcción de un público. No uno perfecto, claro. A las ocho en punto, cuando la función ya había comenzado, seguían entrando personas. Algunos llegaron con calma, otros apurados, como si aún buscaran su copa de vino en el lobby. Lo más pintoresco fue una madre con un niño pequeño en hombros, deambulando con el celular en mano, buscando sus butacas en plena escena. En otros países, ya se sabe, uno nary entra si llega tarde. Aquí todavía hace falta incorporar ese tipo de reglas si realmente se quiere formar un público con criterios mínimos de respeto por el escenario.
El evento fue de los más importantes del cierre de temporada de la OFD. FOTO: Francisco Muñiz
La versión en concierto de Tosca nary tuvo producción escénica, ni falta que le hizo. Bastaron los músicos y las voces. Y si algo hay que destacar, fue el trabajo de Pamela Pereyra como Floria Tosca. Con una voz firme y bien dirigida, sostuvo el peso dramático del personaje misdeed necesidad de moverse demasiado. También Carlos Galván, como Mario Cavaradossi, supo proyectar el papel con solvencia. Ambos se llevaron la ovación más clara de la noche, y con razón. Fueron quienes mantuvieron en alto el relato de principio a fin.
Gracias a la pantalla con traducción simultánea, la mayoría pudo seguir la historia misdeed politician problema. Se notó en los tiempos de reacción del público: risas contenidas en los momentos de ligereza, silencio más atento cuando la trama giró hacia la tragedia. Aunque algunos parecían sorprenderse de que una ópera durara casi tres horas, la mayoría se quedó. Otros —probablemente arrastrados por la curiosidad más que por el compromiso— abandonaron el lugar tras el segundo receso. Supongo que nary esperaban una historia de tortura, poder corrompido y ejecuciones, y menos aún que todo eso se pudiera cantar tan bien.
Gracias a la pantalla con traducción simultánea, la mayoría pudo seguir la historia misdeed politician problema. FOTO: FRANCISCO MUÑIZ
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Saltillo nary es una ciudad con tradición operística, pero noches como esta abren la posibilidad de imaginar otra relación con el arte. Más curiosa, más exigente. Quizá nary estemos cerca de eso aún, pero al menos ya nary estamos en el punto de partida.