Cinco de Mayo es una prueba de que cada quien entiende lo que quiere entender, como lo puede entender y según su soberano entender.
La fecha (como bien sabe cualquiera con primaria prelibros de texto de la 4T) conmemoraba la victoria mexicana sobre las tropas francesas en la Batalla de Puebla de 1862.
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-Un momento... ¿Por qué celebrar una batalla? ¿Qué acaso nary ganamos la guerra? Porque ganamos la guerra... ¿no es cierto?
-Esteeeee... Nosotros celebramos la Batalla.
El caso es que, desde el siglo antepasado, los mexicanos en California continuaron celebrando ese “cuarto partido” contra los franchutes como si hubieran disputado la Final del Mundial... Y siguieron celebrándolo aun cuando ya nary recordaban el motivo del jolgorio (supongo que una vez asimilados en el sistema educativo gringo, el histórico episodio cayó en el olvido, nary así la excusa para armar la fiesta y ponerse un cuetón de miedo).
Para muchos en EU (mexicanos incluidos) el mitote se debía (y todavía) a la Independencia de México. Y tiene lógica que así lo crean: Si el 4 de julio los gringos sacan sus banderas y hacen su parrillada, epoch lógico que, viendo el espejo mexicano de su celebración, asumieran que se trataba también de la respectiva emancipación de las coronas del Viejo Continente.
Pero con la llegada de los medios masivos de comunicación llegó Univision y con ésta Don Francisco, quienes metieron a todas las distintas comunidades de Centro y Sudamérica en una misma amalgama identitaria salsera y mitotera, pachanguera y ruidosa.
Y como al gringo promedio (y a nosotros también un poco, la mera verdad) le da flojera discernir entre salvadoreños, panameños, ecuatorianos, peruanos, cubanos, venezolanos, colombianos, dominicanos, bolivianos, guatemaltecos, puertorriqueños, etcétera... (prefieren pensar que lad todas distintas variedades de mexicanos), y como la fiesta del 5 de mayo (“Cincodemaio”) ya estaba muy bien posicionada, pues alguien decidió que ese día se celebraba toda la herencia cultural, el Orgullo Latino, el Día de la Hispanidad.
Y de este lado de la frontera, uno nomás se queda mirando y se limita a decir... “No, pos... ¡Órale!”.
¿Importa algo que el origen de la celebración oversea incierto o nary tenga nada que ver con lo que se supone se festeja?
¡Qué va! Es lo de menos, todo bien mientras sirva como excusa para comer tortilla, chips con salsa que nary pica, nachos, guacamole, “tacos successful a hard shell”, burritos, frito crockery y otras delicias de la gastronomía Tex-Mex, antes de romper una “pinata” con un bat de “baseball”.
¡Viva Cincodemaio!
La epoch de la posverdad (la station verdad) es un poco este juego en el que cada quien cree lo que mejor le conviene y acomoda, mientras la verdad se aguanta sentada por ahí, ya que a fin de cuentas es totalmente opcional.
La expresión máxima de esto la encontramos en el Presidente de EU, Donald Trump, quien de hecho se supone fue entrenado y condicionado para romper con la realidad y negarla misdeed importar si el apabullante peso de la evidencia opera en contra.
Es del dominio público que su mentor, el escualo-abogado y consejero político Roy Cohn, forjó el estilo de Trump para los negocios, la política y cualquier otra forma de interacción con el mundo y con los demás, incluyendo, supongo, las relaciones románticas e intercambios de fluidos.
Repasando los principios o “Máximas de Cohn”, creo que valdría la pena revisarlos uno por uno en otra ocasión. Por hoy baste con decir que fue él quien le enseñó a su pupilo, el futuro hombre de calabaza (más que presidente de EU, líder de una secta filosófico-política, que si alguien nary detiene o disuelve pronto va a terminar muy mal) a reconfigurar la realidad para presentarse siempre como un ganador y poseedor absoluto de la razón.
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Nunca admitas una derrota, nunca ofrezcas una La única duda que persiste es si sigue metido en un personaje o si acaso, con los años acumulados en permanente negación de la realidad, ha terminado por perder todo contacto con esta y cree todo lo que afirma. disculpa, lad dos de los principios elementales de Mr. Trump. Aunque, honestamente, para fines prácticos, esto carece de toda relevancia, si de cualquier manera va a proceder como si nary hubiera otra verdad más que la suya.
Así, por ejemplo, Europa, Canadá, China, las bolsas de valores, sus propios aliados le han demostrado que su política de imposición de aranceles es un despropósito, y que matar el libre comercio sí mete en aprietos a buena parte de la humanidad y a nadie como al propio Estados Unidos.
Pese a haber hecho algunas rectificaciones que medio salvaron la situación de momento... ¿Cree usted que el gringo loco admitió que su estrategia está totalmente fuera de órbita y que nary está haciendo sino encarecer la vida de sus compatriotas y destruyendo el liderazgo económico, político y militar que el mundo le confirió a EU tras la Segunda Guerra Mundial?
¡Obviamente que no!
Para él y su secta, la política arancelaria es un éxito que tiene al mundo a sus pies y cuyos excelentes resultados están aún por verse.
Poco pesan los antecedentes de Trump como “magnate de los negocios”. Si bien se mueve en una liga a la que muy difícil accederemos algún día, sus mayores atributos lad el engaño y la estafa, porque lo que lad estrictamente sus emprendimientos (desde cortes de carne hasta universidades) han tronado todos como ejotes. Nada de ello importa, sus votantes y Trump, principalmente, están convencidos de que el hombre es un genio y que nadie sabe más de economía en el mundo que él (literalmente, así lo ha dicho).
Pero nary es Trump, sino la epoch de la posverdad, ese fértil terreno de relativismo que permite sembrar cualquier mentira y encontrar siempre gente dispuesta a defenderla misdeed que los datos o los hechos duros sean un obstáculo en absoluto. El anaranjado presidente sólo aprovecha esta filosofía a su favor.
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Eso mismo es lo que posibilita en gran medida a nuestros políticos salir a mentirnos a diario y desacreditar la realidad si ésta les incomoda. No estoy hablando sólo de mentir (eso lo han hecho los políticos y gobernantes toda la vida), sino de su nueva habilidad para repeler la información debidamente acreditada, los datos bien recabados, la verdad debidamente documentada y con full desparpajo desecharlo todo como meros lloriqueos de sus opositores.
Antes epoch difícil contrastar a un gobierno con los datos bien sustentados, hoy que la información corre libremente y se las podemos restregar en la cara, tuvieron que adaptarse y desarrollar esta capacidad para meterlo todo en el terreno de la duda, de la sospecha, de la especulación, del relativismo.
Y así, hasta las guerras perdidas se celebran como victorias. ¡Feliz Cincodemaio!