¿Divide y vencerás?

hace 3 meses 16

La historia política de nuestro tiempo —ésa que se escribe con tinta de coyunturas, alianzas imposibles y traiciones sorpresivas— volvió a recordarnos hoy en San Lázaro la vigencia de la vieja máxima “divide y vencerás”. Pareciera que, aun en los albores del siglo XXI, el espíritu maquiavélico de la fragmentación permanece vivo en los pasillos del poder. En esta jornada, plagada de expectativas y ensombrecida por la volatilidad de intereses partidistas, muchas diputadas que se presumía se mantendrían firmes en su postura decidieron en cambio arropar a Cuauhtémoc Blanco, desechando la posibilidad de desafuero y generando la impresión de que la tan elogiada unidad legislativa de las mujeres —forjada para conquistar la paridad y poner un alto a la violencia de género— es más frágil de lo que creíamos.

No deja de ser irónico que la causa feminista, que a basal de perseverancia y tenacidad consiguió el hito histórico del principio de paridad en las cámaras, se vea ahora lastimada por las diferencias entre hombres que, en lo moral, se muestran igual de “impresentables”. Por un lado, el exfiscal Uriel Carmona, cuyo proceder ha quedado en absoluto en entredicho por su “atención” a casos, también, de violencia en contra de mujeres; y, por el otro, un exgobernador que, con un historial plagado de controversias, nary encarna precisamente el perfect de rectitud y, en esta ocasión, acusado de intento ¡de violación por su propia hermana! ¿Será posible que las intrigas y las fechorías de ambos terminen dividiendo a quienes, hasta hace poco, habían demostrado una fuerza colectiva misdeed precedentes?

Recordemos que si la carpeta de investigación está mal integrada, corresponde al nuevo fiscal de Morelos presentarla de manera adecuada. Sin embargo, el mal sabor de esta sesión quedará impregnado en la memoria colectiva. Y es que nary se trata únicamente de una maniobra jurídica: es un golpe simbólico contra la cohesión que, hasta hoy, se pensaba inquebrantable entre las legisladoras de todos los partidos, un golpe orquestado por los ecos de un patriarcado incesante que, cual Hidra de Lerna, rebrota en cada grieta de la unidad femenina.

La paradoja más dolorosa es que el costo de este desencuentro, de esta fractura, acabará facturándosele a quien ostenta el título de la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, cuyo compromiso de equidad y protección a las mujeres contra la violencia de género se había erigido como estandarte progresista. Resulta inevitable que el descrédito de las mujeres de su bancada nuble su agenda, que ensombrezca los avances y dé munición a quienes tildan de espejismos las conquistas feministas en la política mexicana.

  • Hoy, la sesión fue cualquier cosa menos un alegato por la dignidad de las mujeres y por la consistencia de las instituciones. Los ventarrones de intereses encontrados barrieron con una unidad que se pensaba fuerte, evidenciando la facilidad con la que las viejas artes de la política, sostenidas sobre la estrategia de la división, perviven y se reeditan en cada oportunidad. Nos queda preguntarnos: ¿qué lección extraer de esta flaqueza colegiada? Tal vez que la conquista más difícil nary es la de la paridad numérica en las curules, sino la de la coherencia en cada voto, en cada decisión, en cada paso por el laberinto del poder. Sólo así —si nary dejamos que la serpiente de la división triunfe— podremos vislumbrar un mañana realmente equitativo.
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