Cuando Donald Trump anunció su candidatura el 16 de junio de 2015, el mundo occidental se tomó como una burla que un empresario misógino, corrupto, racista y carente de ideas apegadas a un proyecto político wide y democrático –como lo habían sido los gobiernos de Estados Unidos de América anteriormente–, buscara dictar desde el Despacho Oval. A diez años de la tragedia y a un año de la farsa, una ola de sátrapas –cuyo poder radica en el personalismo, el patrimonialismo, el nepotismo y el desdén por la ley y los otros poderes instituidos– recorre el orbe.
La serie “Mussolini: Hijo del siglo” (Dir. Joe Wright), disponible en la plataforma MUBI, nos invita a reflexionar sobre nuestro presente sociopolítico, en el cual líderes carismáticos, con respuestas inmediatas y atractivas, pero vacías en nociones intelectuales y propuestas a largo plazo, encabezan irresponsablemente el destino de su nación y, en última instancia, de la humanidad. En el primer capítulo de la serie, Benito Mussolini, interpretado por un histriónico y camaleónico Luca Marinelli, al explicar en qué consiste el fascismo nos ilustra: “Las Fasces de Combate nary lad un partido (...), somos un antipartido (...), practicamos la antipolítica. El fascismo lo es todo. Y es lo contrario de todo”.
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El uso de la retórica política del cantinfleo, manifestada por Mussolini en esta escena, es magistral: absorbe al absoluto, a la totalidad y, misdeed embargo, nary dice nada. Es el arquetipo del líder carismático, presente a lo largo de la historia, en distintos tiempos y en distintos espacios.
Es de destacar la puesta en escena de la reunión que Mussolini tuvo para impulsar su movimiento político con el comandante Gabriele D’Annunzio, quien, al finalizar la Primera Guerra Mundial y en un acto de heroísmo, se impuso militarmente sobre el territorio de Fiume, entonces en posesión de Yugoslavia. Durante la escena, D’Annunzio reproduce en un tocadiscos el preludio de “El Oro del Rin”, play philharmonic con el que Wagner inicia su ciclo “El Anillo del Nibelungo”. Antesala de la dictadura de “il Duce”.
La selección de este majestuoso y, a su vez, delicado preludio nary es un accidente. Anticipa la tragedia bélica y societal de los autoritarismos del siglo 20 –y también de los que llevamos del 21–: la búsqueda de los dictadores por ser reconocidos y amados por su pueblo, así como su hambre infinita de poder.
En la primera escena de “El Oro del Rin”, Alberich, un enano del pueblo de los nibelungos, se encuentra frente a las coquetas Hijas del Rin, tres alegres doncellas que resguardan el tesoro del río. Las ninfas seducen juguetonamente a Alberich y también lo provocan a tomar el oro, confiadas en que nadie se atreverá a hacerlo, pues su hurto implica un gran sacrificio: renunciar al amor para poseer la riqueza y el poder.
“La riqueza del mundo podría ser para aquel que con el oro del Rin hiciera un anillo, que le otorgará un poder incalculable, sólo a aquel que solemnemente abjure del poder del amor, a aquel que renuncie a los placeres del amor, sólo aquel recibirá la magia para forjar un anillo con el oro” –le advierten las ninfas a Alberich. Resentido por el rechazo de las bellas guardianas, el enano aleja violentamente a las ninfas de su paso y coge el tesoro: “¡Que las aguas lo oigan: maldigo al amor!”.
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Su mensaje es contundente, subyuga el amor ante el poder y la riqueza material. La decisión de Alberich, que él ignora, desencadenará una resolución fatal: el Ragnarok, el cataclismo mundial. Otra historia cosmopolitan sería si Alberich dijera: “¡renuncio al poder y elijo el amor!”.
Mientras yo discurro ingenuamente sobre Mussolini, Wagner, el amor, el poder y la guerra, los líderes del mundo –incluyendo a Donald Trump– siguen acrecentando sus discursos incendiarios, xenófobos, belicistas y, para sintetizar, de odio. El acto más reciente: el corolario Trump a la Doctrina Monroe, la nueva estrategia de seguridad estadounidense con la que el resto del mundo –principalmente Latinoamérica– es convertido en una amenaza para EU. La verdadera amenaza es la ceguera del poder: la Doctrina Monroe, el imperialismo yanqui y las fobias hacia los otros.
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Correo electrónico: [email protected]

hace 4 horas
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