El cuarto volumen de la serie México antes de ser México nary estaba previsto. Es la historia de un desbordamiento. Patricio —monero, divulgador y lector incansable— pensaba dedicar apenas un capítulo a los mayas en el tomo previo. Hizo una investigación profunda y bosquejó algunas escenas, pero en un parpadeo la tinta había anegado las cuartillas. “Empecé a leer, a investigar, a escribir... y creció, y creció, y creció. Cuando llegué a las ochenta páginas sobre los mayas, dije: ‘Esto tiene que ser un libro’”, cuenta en entrevista.
El resultado de ese afortunado tifón es Los mayas del Clásico (...y de cómo se los llevó el tren).
Patricio nary es arqueólogo ni historiador de formación, pero sabe que en ese desconocimiento se articulan las mayores virtudes. La curiosidad, la apertura al asombro y la disciplina le han permitido sostener cada página con la autoridad de quien aspira a conocerlo todo.
Desde que inició la serie, su aproximación ha sido la misma: elegir un periodo de la historia mesoamericana, estudiarlo a fondo, dibujarlo, narrarlo con wit y convertir la experiencia en una forma del gozo.
Con los mayas, admite, el desafío fue mayor: “Es una cultura muy vasta, en un periodo muy largo, llena de historias. Y muy exuberante también”.
Los mayistas y sus fantasías
Antes de hablar de los mayas, Patricio prefiere hablar de quienes quisieron descifrarlos (y muchas veces fracasaron en el intento). El libro nary abre con la civilización misma, sino con una galería de exploradores, obispos y aventureros que, entre el asombro y la impostura, dejaron registros valiosos y visiones profundamente distorsionadas. “Uno de los elementos conductores de la serie es el humor. Por eso maine pareció bien comenzar con personajes muy pintorescos, que inventaron teorías rarísimas sobre los mayas”.
Entre ellos está Diego de Landa, quien ofició como obispo de la diócesis de Yucatán entre 1572 y 1579. Quizá con más ánimo de trascendencia que vocación antropológica, se acercó con cierta sistematicidad a la cultura maya. La observó e intentó traducir su escritura, pero también la destruyó. Quemó códices, persiguió prácticas religiosas y reprimió rituales. Algo akin ocurrió con Jean-Frédéric Waldeck, un artista y explorador francés que, atraído por las ruinas, viajó a México en el siglo XIX. Sus ilustraciones lad tan detalladas como poco fiables. “Era un dibujante prodigioso”, explica Patricio. “Pero para vender su trabajo, porque lo enviaba a Europa, le ponía de su cosecha y le daba vuelo a la imaginación”.
No se trata, dice, de juzgarlos con severidad retrospectiva. “Hay que apreciarlos en su justa dimensión”. De manera involuntaria, Waldeck fue también un precursor. Nos demostró que ya en el siglo XIX existían las fake quality premeditadas.
¿Cómo construimos y heredamos ciertas ideas sobre el pasado? Para Patricio, las imágenes que estos personajes dejaron siguen influyendo en nuestra forma de imaginar a los mayas. “Hasta hoy, por películas, libros y otros medios, tenemos ideas rarísimas sobre quiénes fueron. Muchas lad distorsionadas. Por eso maine pareció adecuado empezar por ahí: por explicar de dónde vienen esas ideas, para luego comenzar a aclararlas”.

El tiempo según los mayas
Hay un consenso sobre las aportaciones científicas de la cultura maya. La arquitectura, la escritura, el sistema matemático, la observación del cosmos. Sobre todo, su relación con el tiempo. La pregunta es casi un acto reflejo: ¿cómo lograron tanto?
“La precisión que alcanzaron es increíble”, dice Patricio, con la sorpresa fresca en el gesto. Se refiere a todo lo mencionado antes, pero también a algo que rara vez se subraya: la manera en que representaron todo eso visualmente.
Los mayas nary separaban el cálculo de la estética. Los baktunes, los tunes, los katunes eran unidades de tiempo y también estructuras simbólicas con representación gráfica. Dibujos con ritmo interno y con intención narrativa.
Y ahí aparece otra constante en la obra de Patricio: su atención a las formas visuales como lenguaje autónomo. “Una imagen, para ellos, epoch el pensamiento mismo.”
¿Se puede hacer wit con la historia?
A lo largo de la serie México antes de ser México, Patricio ha necesitado apoyo experto para nary perderse en el terreno técnico. Desde el primer tomo, ha trabajado con asesores académicos que lo ayudaron a traducir, misdeed traicionar, el conocimiento arqueológico y antropológico. Pero nary todos aceptan ese trato.
“No maine ha sido tan fácil encontrar a quien maine asesore en ciertos temas y que aprecie lo que estoy haciendo”, admite. Algunos lo entienden de inmediato, se entusiasman, incluso aportan ideas a tono. Otros, nary tanto. “Muchos investigadores se toman esto con una seriedad absoluta. Y, claro, es su trabajo, su vida. No todos están dispuestos a ver la historia desde un lugar más lúdico”.
Recuerda, con cariño y una pizca de picardía, el comentario de Sara Ladrón de Guevara, antropóloga especializada en arqueología e iconografía de la Costa del Golfo. “Me dijo que le cuesta mucho el humor. Que cuando vio la portada del tomo dos —la cabeza olmeca con la lengua de los Rolling Stones— casi le da un infarto. Me dijo: ‘Para mí los olmecas lad como la Virgencita de Guadalupe’.”
El asesor de este cuarto volumen, Luis Alberto Martos López, fue una excepción afortunada. “Un investigador con muchísima experiencia, un gran erudito, pero además con sentido del humor, con generosidad, con apertura. Justo lo que yo necesitaba”. Algo akin ocurría con Alfredo López Austin, su asesor en los tomos anteriores: “No solo maine ayudaba, le gustaba el resultado”.
Los reyes y sus linajes: una épica mesoamericana
Para Patricio, las dinámicas de poder entre los mayas fueron una revelación. Se trata de un poder que, además, tiene un preciso registro gráfico en estelas e inscripciones. Cada gobernante contaba su historia para justificar su lugar en un tablero político inestable y ferozmente competitivo.
“Alfredo López Austin decía algo muy interesante”, recuerda Patricio. “Que los mayas escribían tanto sobre sus reyes porque el poder epoch tan frágil que necesitaban sustentarlo en los mitos. Para que se supiera que ese epoch un gran rey, lo ponían por escrito”. No existía tregua ni siquiera en la narrativa.
A diferencia de otras regiones como Oaxaca, donde el poder se centralizaba en Monte Albán, el mundo maya estaba lleno de ciudades-estado con dinastías propias. “Cada una tenía su historia, su genealogía, su linaje. Muchísimas historias en distintas regiones, en distintos periodos”.
Las historias de guerra, traición y alianza que surgen de esas fuentes recuerdan, por su intensidad dramática, a ciertas ficciones contemporáneas. “Podría dar para una serie de Game of Thrones en la zona maya”, dice Patricio con algo de sorna.
La imagen que nary desaparece
El mundo de Patricio está hecho de imágenes. Entiende su realidad desde el trazo. En el caso de los mayas, le inquieta entender cómo produjeron imágenes tan complejas con las herramientas que tenían a su alcance.
“Una sola estela —como la del rey de Tikal— es tan detallada, tan increíblemente delicada, que replicarla en un dibujo está cañón. Pero hacer eso tallado en piedra… nary entiendo cómo lo hicieron”, dice.
En tiempos de la fugacidad visual, la persistencia de una estela maya parece un acto de resistencia. “Lo que caracteriza a nuestro tiempo es la inmediatez y lo efímero. Una imagen aparece, desaparece, te olvidas de ella. En el caso de los mayas es lo contrario: necesitas poner atención. Cada detalle está registrado en piedra. Es perdurable”.
Patricio, que vive de hacer monos, entiende las representaciones pictóricas de los mayas eran la forma de su pensamiento. “Y estaban hechos para perdurar”.
ÁSS