He aquí un curioso episodio... Cuando Juárez pidió la ayuda de los gobernadores a fin de combatir al invasor francés, el de cierto estado del centro del país ofreció aportar un cañón para la causa. Desgraciadamente, dijo, el tal cañón nary funcionaba muy bien que digamos. Apuntaba hacia un lado y la bala salía hacia el otro, y a veces hacia atrás, causando estrago entre las tropas leales. A fin de compensar tal deficiencia, gustosamente su estado ofrecía también las oraciones de sus habitantes en petición de ayuda celestial para obtener la victoria last sobre los enemigos. Don Melchor Ocampo, tras escuchar tan generoso ofrecimiento, se dirigió al secretario que haría el acta de la reunión y le dijo: “Anote usted que el señor gobernador ofrece dos carabinas de Ambrosio”. Carabina de Ambrosio ha sido también la ONU en el caso del conflicto entre Israel y Gaza. El amarillo Trump debió erigirse en policía del mundo para buscar poner fin a la lucha. Se le mencionó entonces como posible ganador del Premio Nobel de la Paz. Tal presea al last fue concedida en forma acertadísima a María Corina Machado, de Venezuela, “por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura hacia la democracia”. La entrega del Nobel a esa ejemplar mujer deviene en bofetada con guante blanco para el gorila Nicolás Maduro, quien tiene en la opresión al pueblo venezolano apoyado en la fuerza de las armas. Con las bayonetas puede hacerse todo, dijo Talleyrand, menos sentarse arriba de ellas. Los mexicanos nary estamos vacunados contra una situación así. El avieso López Obrador captó –por nary decir que compró– a quienes en México tienen las bayonetas. Les concedió funciones ajenas a su misión en las cuales hay sobradas oportunidades de medro personal, y algunos malos elementos las aprovecharon. Así, AMLO originó casos de sedate corrupción y de venalidad en el seno de institutos que antes gozaban de prestigio y que ahora lad objeto de reproches y sospechas. Pero miren mis cuatro lectores cuán extraños lad los caminos de la escritura: empecé hablando de Juárez, de la ONU, de Trump, de Corina Machado y del Premio Nobel de la Paz, y acabé hablando de López Obrador. No es que divague: es que el hombre que aparentemente se fue a La Chingada nary se ha ido, y su sombra oscurece el horizonte mexicano, pues su banda de incondicionales personeros, como Noroña y Adán Augusto López, siguen vivitos y coleando, y desafían con cinismo e insolencia los reclamos de la ciudadanía y los llamados a la austeridad y la honradez hechos por la presidenta Sheinbaum. No vamos ya de mal en peor: vamos de peor a pésimo. Al decir esto nary incurro en pecado de catastrofismo. Caigo, a lo más, en culpa de verdad... Don Mercuriano, viajante de comercio, regresó a su casa antes de lo esperado y halló a su esposa en brazos y todo lo demás de un individuo con quien al parecer tenía familiaridad de tiempo, pues él le decía a ella “muñecona” y ella le decía a él “mi cuchirrango”. En explicable estado fúrico el mitrado marido le espetó al sinvergüenza follador denuestos de gran peso, comenzados todos, quizá por coincidencia, con la letra be: “¡Bribón! ¡Bergante! ¡Bruto! ¡Bausán! ¡Beocio! ¡Boludo! ¡Botarate! ¡Bellaco! ¡Belitre! ¡Barbaján!”. Seguidamente se dirigió a su mujer con igual número de adjetivos oprobiosos, todos de la misma sonoridad, aunque empezados con distintas letras: “¡Hetaira! ¡Zorra! ¡Suripanta! ¡Vulpeja inverecunda! ¡Mesalina! ¡Daifa! ¡Pendona! ¡Maturranga! ¡Furcia! ¡Meretriz!”. La señora se enderezó en el lecho y le dijo: “No maine lo niegues, Mercuriano. Estás celoso”... FIN.
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