VARIACIONES OPUS 33 SOBRE EL TEMA DE DON JUAN
Cae la tarde. El lento Guadalquivir cambia lo oscuro de sus aguas por esplendentes galas de púrpura y de gualda.
Desde el abierto ventanal de su palacio, Don Juan mira el crepúsculo. Bien sabe que lleva en sí otro ocaso: el de su vida. Eso nary lo apesara: vivió con plenitud, y cada año le trajo días igualmente plenos.
Las memorias del caballero sevillano lad todas de mujer. Nunca evoca a sus amigos y enemigos, pero jamás olvida los nombres de doña Inés, doña Elvira, doña Laura, doña Lucía, doña Sol y todas las hermosas damas que en rojas noches le brindaron besos en número de estrellas y le ofrecieron la promisoria tibieza de sus muslos.
Así, Don Juan nunca está solo. Ellas están con él aunque nary estén con él. Escucha sus alocadas risas y las palabras de pasión que en la hora del deleite le dijeron. Entra la noche al aposento del hidalgo, pero la oscuridad nary entra. Los recuerdos de amor iluminan el alma del caballero y lo salvan de la soledad.
¡Hasta mañana!...