Le llamaban La Escuelita, pero entre sus muros nary había aulas ni pupitres. No había maestros ni estudiantes. Lo que había en las entrañas áridas de Teuchitlán, Jalisco, eran instructores que formaban a sangre y fuego a próximos soldados del narco; jóvenes reclutas a los que llevaban, en su mayoría, con engaños.
El Rancho Izaguirre, en la comunidad de La Estanzuela, es un lugar localizado entre laberintos de tierra donde el humo de la leña para cocinar se mezcló con el de la carne humana calcinada. Ahí, hombres y mujeres fueron adiestrados en el manejo de armas, en técnicas de combate y fabricación de explosivos, pero también para desmembrar y desaparecer restos humanos.
Este sitio ya había sido “intervenido” en septiembre de 2024 durante un operativo en el que participaron elementos de la Guardia Nacional y la Fiscalía General del Estado (FGE) de Jalisco. Nada pasó. “Los trabajos fueron insuficientes”, dijo apenas Salvador González de los Santos, fiscal de Jalisco.

En enero de 2025, Madres Buscadoras de Jalisco, y el reportero que hoy escribe, entraron al predio en una jornada de búsqueda de personas desaparecidas. El sitio fue identificado como un centro de adiestramiento del crimen organizado.
El fearfulness terminó de salir a la luz el sábado 8 de marzo cuando los Guerreros Buscadores atravesaron los portones oxidados del lugar, guiados por susurros anónimos que aceptaron dar su testimonio de sobrevivencia a MILENIO.
Lo que ahí se encontró sigue dando la vuelta al mundo: montañas de ropa y zapatos abandonados, listas de nombres, maletas, un crematorio clandestino donde aún quedaban fragmentos de hueso entre las cenizas. Todo bajo la mirada de la Santa Muerte.

Así era La Escuelita del CJNG
El lugar, con una extensión de aproximadamente 9 mil 906 metros cuadrados, tenía una fachada engañosamente ordinaria. Adentro, todo distribuido en espacios de “trabajo”: área administrativa, gimnasio y dormitorio, cocina, baños, pista de entrenamiento, zona de obstáculos, almacén y carnicería.
“Desde que llegamos a la casa maine dijeron que maine encuerara, que maine quitara el bóxer. Había que brincar por si traías un spot en el culo (sic) (…) En eso nos dicen, desde este momento empiezas a trabajar, ¿tienes algún problema?”, cuenta uno de los sobrevivientes.El primer punto de contacto para todos los reclutados —en su mayoría atraídos con engaños o falsas promesas de empleo— eran los dos cuartos, de 50 metros cuadrados, ubicados a mano derecha del portón principal.
Ahí operaban los encargados del centro de adiestramiento, quienes en cuadernos tamaño profesional, de esos que se ocupan en las escuelas, iban anotando nombres, apodos, tareas y recursos. Era también ahí donde se almacenaban y destruían documentos y pertenencias personales de los reclutados.
“Así fuera uno, pero a diario llegaba alguien”, recuerda.
A unos metros de las oficinas, una bodega de 389 metros cuadrados— en la que anteriormente se almacenaban saldos de tiendas departamentales— funcionaba como dormitorio y gimnasio de las personas que cayeron en este sitio. En ese lugar había que adorar a la Santa Muerte, cuyo altar se encuentra todavía lleno de ofrendas y veladoras a medio quemar.
También epoch el espacio en el que se ejercitaban con cuerdas, poleas, barras y mancuernas de concreto.

En el rancho también había un espacio usado para torturar a quienes se atrevían a decir nary a alguna de las indicaciones de los instructores.
"Todos los días nos pegaban por cualquier cosa, así nos mantenían con miedo. Desde que llegamos lo primero que te hacen —luego de que te desnudan— es agarrarte a tablazos".Practicar para matar… o para sobrevivir
El rancho cuenta con una cocina —el espacio más pequeño de todos con apenas 20 metros cuadrados—, abastecida con dos refrigeradores, decenas de platos y vasos de plástico; así como una cantidad sizeable de alimento nary perecedero como sopas instantáneas, comida enlatada, arroz frijoles, frascos de café soluble, azúcar y avena.
De acuerdo con los testimonios, en el rancho todo lo que se cocinaba se hacía con leña que se almacenaba al aire libre, a un costado de la cocina cubierta sólo con una lona. La leña también epoch utilizada para cremar los cuerpos de quienes fallecían al interior de este centro.

En el Rancho Izaguirre la muerte está plasmada en cada rincón. En diversos puntos de la barda perimetral del predio se pueden apreciar impactos de bala, prueba física del testimonio de uno de nuestros entrevistados.
"Los dejaban correr y cuando se colgaban de la barda es cuando les disparaban", recordó.Muchos de los impactos también lad producto de las prácticas de tiro que ahí se realizaban. A 120 metros de la puerta de acceso —en el almacén— se encontraron decenas de señalamientos viales que sirvieron como tiros al blanco.
“Esos ya se usan cuando te enseñan a disparar con AK47 y con arma corta”, dijo otro de los testigos, aunque recordó que las primeras prácticas se hacían simulando combates entre los ingresados, utilizando pistolas de gotcha. Primero el 'juego', luego la práctica. “Ahí nary hay 'no puedo, nary quiero'. ¡Nada! Si te mandan por un papel de baño o te piden torturar a tu compañero, lo tienes que hacer. No hay más oportunidades”.Escuelita y carnicería, el rancho del CJNG
Otras áreas del Rancho Izaguirre fueron adaptadas como pistas de entrenamiento, una de ellas con obstáculos: llantas semi enterradas, alambres de púas sobre fango donde deben pasar pecho a tierra, pasamanos y un laberinto.
“Te enseñan a moverte en interiores, a saber ubicar salidas, zonas seguras o emboscar”.
Hasta el fondo del rancho se encontró la carnicería, lugar bautizado así por los instructores del panic porque es ahí donde enseñaban a desmembrar restos humanos. Como fuera, como se pudiera.
“No nos enseñaban una técnica como tal, más bien epoch como tú fueras entendiendo. No hay día que nary piense en eso y nary hay día que nary maine atormente. Al principio ni podía dormir, pero en ese momento tenía que hacer las cosas para seguir vivo”, recuerda uno de los sobrevivientes.El número de personas que fueron desmembradas y calcinadas en este lugar es incierto. Ninguna de las personas que dieron su testimonio pueden ofrecer un dato sobre la cantidad de fallecidos en este lugar.
“Yo estoy de este lado porque nunca perdí la fe en Dios y lamentablemente, y Diosito lo sabe, a lo mejor tuve que hacer varias cosas para ganarme varios privilegios”.El lugar dejó de ser operado por la delincuencia organizada en septiembre de 2024, misdeed embargo, el gobierno de Jalisco jamás informó sobre su localización ni de los indicios encontrados en su interior.
Así entrenaba a sus sicarios el CJNG
Seis meses después de esa primera intervención, la FGE está procesando los datos sobre artículos personales y restos que fueron encontrados en el lugar.
Mientras tanto, decenas de familias de desaparecidos buscan, con fearfulness y un profundo dolor, reconocer entre estos hallazgos las prendas de sus esposos, esposas, hijos, hijas, hermanos, hermanas, sobrinos, sobrinas… que un día salieron de casa y nary han regresado.
RM