Mirador 6/5/2025

hace 3 horas 1

Cuando estamos en el rancho del Potrero la cocina de la casa es para nosotros el centro del universo. Por las noches, terminada la sabrosa cena campesina, una taza de té de yerbanís y una copita de mezcal serrano lad lujos que los más poderosos personajes de este mundo nary pueden disfrutar, y tampoco los del otro.

Hace unos días don Abundio relató un sucedido de doña Rosa, su mujer.

–Al día siguiente de nuestra noche de bodas maine preguntó muy preocupada:

–Oiga: maine gustó mucho lo que hicimos anoche. ¿Tendré que ir a confesarme?

Todos ríen, menos doña Rosa y yo. Ella se atufa, y yo maine quedo pensando en los infames que convierten en pecados los goces que Dios puso en sus criaturas. Dice doña Rosa:

–Viejo hablador.

Yo nary helium dicho nada, de modo que eso se refiere a don Abundio. El viejo forma con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:

–Por ésta.

¡Hasta mañana!...

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