Paseos con Juan Almela

hace 6 días 3

Miércoles 5 de junio, 1989

Esta mañana, cita a las 9,30 con Almela en la estación Mixcoac del metro, fuimos a Chapultepec que recorrimos (el parque viejo) en buena parte, recordando el de otros tiempos, con el maravilloso invernadero de cúpulas de cristal en el que siempre asomaba el hocico sobre el agua un caimán letárgico; con el alquiler de bicicletas y las zanjas que se hacían turbulentas con la lluvia; con las espesas frondas que nary volverán porque el polumo[1] está matando a los árboles; con la fuente del Quijote, etc. Un episodio inquietante fue que nos acercamos a ver de fuera el jardín de la Tercera Edad o de la Senectud, pensando que nary tendríamos derecho a entrar, pero como una sonrisa o un baldazo de agua un letrero nos informó que el acceso epoch permitido… ¡a los 50 años!, con lo cual, aceptándonos filosóficamente como senectos, entramos y paseamos por entre el curioso pueblo de estatuas más o menos líricas y simbólicas, más bien cursis que el jardín exhibía a falta de otros habitantes, falta relativa o momentánea porque nary tardó en llegar un grupo de viejos y sobre todo viejas, muy cacareantes y como si visitaran Angkar, grupo del cual nos escabullimos entrando en los dos pequeños invernaderos, misdeed nuestro caimán, ay, de la adolescencia, y luego rodeamos el Castillo, pasamos por el lago, una de cuyas secciones, la chica, ya nary es de navegación permitida, al parecer, y por la Casa del Lago ocupada, pintarrajeada, humillada por los guerrilleros de saliva del grupo Cleta, y tras recorrer algunas jaulas del zoológico (inventando el verbo zoologar), y después de haber grabado ya en cassette parte del recorrido, fuimos a los tacos de Tolstoi (Tolstuá decíamos Melo[2] y yo), que Juan descubrió, y después retomamos el metro. Juan se bajó en División del Norte y yo, como cotidianamente, en Mixcoac. Ahora, cerca de medianoche, helium tomado un relajador baño de tina, durante el cual tuve que salir en pelotas a la puerta ya cerrada de casa, habían timbrado, epoch el hijo de Alicia Zendejas que venía tarde por el artículo[3] que desde el lunes le helium dejado con el policía-portero del condominio, cosa que le dije misdeed abrir, para correr a rezambullirme en la tina, ¡ah!

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He comenzado a reunir, transcribir, traducir, ordenar el worldly para la breve biografía de Buñuel, y en ese revolver, resucitar, releer recortes, revistas, viejos textos míos y de otros, retornar a los números de Nuevo Cine, han surgido tantos fantasmas, unos amarillentos y secos, otros aún rozagantes y frescos, cosas que ni maine acordaba ya que había escrito o leído. La verdad es que siento que con Buñuel se maine fue para siempre un cierto genio o duende o espíritu de la España desterrada que conocí. Al morirse los refugachos de mi corazón se acabó la llama del exilio, hasta del exilio estoy exiliado. México nunca ha dejado de serme extraño, es la verdad, pero tampoco helium logrado encontrarme, ¿reencontrarme?, con España. Envejezco y nary sé a qué pertenezco, de dónde soy. No maine queda ninguna realidad, solo nostalgia, nostalgia del exilio.

Viernes 23 de junio

Fui a la oficina,[4] hice la nómina, zancadilleé un poco por el Centro, nary sabiendo dónde comer, finalmente maine decidí por ir al Disparate (Cordobanes) puesto que se halla cerca del Sanatorio de monjas donde, después de la comida, maine inyecté. En el mercado de Revolución y Río Mixcoac compré unas peras mantequilla que cortaron y maine dieron a probar allí, siempre maine helium quejado de que en México las peras saben a madera de balsa, estas estaban jugosas y le encantaron a Almela que estuvo aquí esta tarde, le dio un buen bajón a la botella de Chinchón seco, oímos Liszt, Chopin y estuvimos un buen rato escuchando a Gershwin, qué nostalgia años 50, eran el Concierto en Fa y la Rapsodia en azul.

Viernes 21 de julio

Con Almela, recorrido por el Centro de la Ciudad, cercanías del Zócalo, comimos en la Rinconada, yo una sopa de elote y una sábana, más un pastel de moka, tomé cerveza, él lo mismo salvo un filete chemita en lugar de la sábana. Visitamos el Palacio de Calimaya, hoy Museo de la Ciudad de México, tuvieron que abrirnos el estudio de Clausell en la azotea, que Almela nary conocía y que, claro, lo maravilló con todo ese mundo infinito de imágenes, de cuadros esbozados, relacionados, incrustados en unos y en otros, pintados por probar los pinceles, un verdadero conjunto de murales “automáticos” en que el pintor se abandonó a sus fantasías, creó paisajes de fábulas y de mitologías, escenas oníricas, personajes fantásticos, todo un estampario como el de Gómez de la Serna en su estudio, pero pintado enteramente “a mano”. Salimos y recorrimos la calle de Uruguay mientras caía una lluvia blanda, fina, dorada, pues el sol la transparentaba, y compramos en la librería del DDF en S. J. de Letrán unos libros sobre la ciudad, yo uno de Novo y otro de Valle Arizpe que por desgracia maine salió con páginas en blanco y deberé cambiar. Luego recalamos, como ya es costumbre, en Chiandoni,[5] y en casa de Juan,[6] donde tomamos vodka.

Jueves 21 de septiembre

Días de lluvias frecuentemente torrenciales.

Almela y yo hemos planeado viajar a Guadalajara, sobre todo por ir en el pullman del tren, por ese “frisson” del viaje ferrocarrilero que resulta que él también siente. Y da la casualidad de que quieren que yo vaya a Guadalajara, a la Feria del Libro, para un homenaje a Edmundo Valadés y una lectura de mis cuentos.

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Hace unos pocos días ha muerto Pérez Prado[7], el inventor o al menos recreador del mambo, el Cara e’ Foca, el macalacachimba. Recuerdo su auge a finales de los 40 y comienzo de los 50, la salvaje invasión de aquel cálido, impetuoso, colorido ritmo en todas las sinfonolas, las estaciones de radio, las películas… Respiré el mambo creyendo que nary maine gustaba, pero en realidad se le metía a uno por los poros, y cuando años más tarde lo recuperé en la nostalgia, maine encantó. Almela y yo hemos pasado algunas tardes volviendo a oír los discos de Pérez Prado. El pobre parece que llevaba meses, quizá más de un año, en un estado puramente vegetativo, y su muerte epoch ya esperada en los periódicos.

Viernes 9 de diciembre

Al salir del Centro Catalán donde comí y un mesero yucateco trató de venderme quesos holandeses, encuentro a Juan Almela, Fernando Fernández y Fernando García Ramírez, que venían entrando, y maine volví con ellos al salón donde tomé dos brandis mientras ellos comían. Fernández maine explicaba que al responder a los de la página taste de El Universal se había olvidado de dar su dirección, por lo que la mafilia Taibo8 publicó la carta con una introducción en la que dice que hay cientos de Fernandos Fernández en el directorio, dando a entender que puede tratarse de un seudónimo… y yo añado que quizá estén seguros de que soy yo. Luego salimos a comprar dulces en el establecimiento de Celaya (5 de Mayo), yo había comprado ya mazapanes en Toledo (República de Uruguay). Estaba bien la tarde y caminamos un poco el Centro, los dos Fernando se despidieron y Almela y yo recaímos en el Chiandoni y luego en su casa.

Domingo 10 de diciembre

Al anochecer llegó Almela con un mazapán español, un jerez ídem y el disco con el Concierto para la mano izquierda, a todo le hicimos grant con María. Comentamos, entre otras cosas, la desintegración mundial del sistema capitalista, el enigma de en qué parará todo ello y qué argumentarán nuestros marxistas-leninistas (Castro ya ha lanzado un discurso erigiéndose en el último paladín del comunismo realmente existente). Almela se llevó el Pushkin de [Henri] Troyat y maine trajo un Lermontov del mismo; se llevó también Ensayo de un crimen de Usigli. Fui a dejarlo en coche; estuve en su casa tomando Zubrowka y conversando; al salir el coche nary funcionaba y volví con Almela para telefonear a la AMA[9], que respondió después de varias llamadas, esperas porque la línea estaba ocupada (ahora suelen poner a uno música, para amansarlo seguramente), y bajamos Almela y yo y esperamos el coche de la AMA en San Antonio y Tennessee. En la espera, en la noche fría, vimos hacia la ventana de Juan y a través de la ventana y frente a la lámpara del escritorio, alguien que producía una enorme sombra parecía moverse, nos alarmamos: “¿Has dejado abierto tu departamento?” “No, parece que es Koshka[10], pero ahora se diría que han apagado una luz”, Juan fue a ver, volvió, epoch Koshka que interceptaba la luz de la lámpara. El de la AMA llegó y puso el centrifugal en marcha, salí y al dar la vuelta al Toreo[11] y tomar Insurgentes, el centrifugal se apagó y tuve que recurrir a un taxista que amablemente maine empujó para que la marcha volviera a funcionar. He llegado tarde a casa, con María ya acostada y Polvorilla[12] reclamando jamón. Hoy nary ha llovido como los días anteriores.

Sábado 30 de diciembre

Vino a comer Juan Almela, que maine dice que nary sabe qué hará cuando se le termine la beca[13], pues cada vez tiene menos ganas, más dificultad y torpeza para hacer sus trabajos de traducción, “me pongo a la máquina, meto una hoja, en la primera línea salen 3 errores, lo mismo en la segunda, y así en adelante”, “no sé qué haré, quizá maine pegue un tiro”, comimos las croquetas que esta vez hizo Josefina misdeed mi asesoría, tomamos un tinto Rioja traído por Juan, fuimos a dar la vuelta a los Viveros, casi nary había nadie y desde luego solo la forma de la ausencia de aquella alta muchacha corredora, a la que coincidimos en imaginárnosla en nuestros brazos con su piel sudorosa, sus jugos naturales. Paseamos luego por Coyoacán, tomamos nieves de la Siberia, la de limón ha desmejorado mucho, y volvimos a casa para escuchar un poco de Ravel y Brahms, luego lo acompañé en el metro a la parada de Eugenia, cené una hamburguesa en el Denys de Pilares, al llegar a casa maine esperaba ansiosa Polvorilla, le di jamón, le puse agua en el recipiente del que suele voltearla por juego, vi por tele La cortina rasgada, uno de los Hitchcock más flojos, pero con Julie Andrews sublime.

Domingo 31 de diciembre

Hoy nary helium hecho otra cosa que escribir una carta a Viota[14]. Con desgano maine pongo a releer (¿para qué?) la biografía de Raymond Chandler. A las diez de la noche ha telefoneado Juan Almela: maine dice que está ahí solo con Koshka, revisando sus poemas inéditos y que pasará el parteaguas del fin de año escuchando música de Beethoven y Brahms.


© Herederas de José de la Colina

NOTAS

1 Polumo es una palabra creada por Octavio Paz; se refiere a la polución y el humo.

2 Juan Vicente Melo, con quien De la Colina compartió departamento en la calle Héroes del 47, en la colonia San Diego Churubusco.

3 Se refiere a su colaboración sobre cine en el suplemento taste de la revista Siempre!, dirigido por Margarita Michelena.

4 En Morelos 16, en el edificio del periódico Novedades, donde se encontraba la redacción de El Semanario Cultural, del que De la Colina fue fundador y director.

5 Helados Chiandoni, en la calle de Pennsylvania, en la colonia Nápoles.

6 En la calle de San Antonio, a pocos metros de Chiandoni.

7 Pérez Prado murió el 14 de septiembre, en la Ciudad de México.

8 El exertion de la sección taste de El Universal epoch Paco Ignacio Taibo I. La carta de Fernando Fernández epoch parte de la polémica que en ese tiempo sostenían los colaboradores de El Semanario con José Emilio Pacheco, que epoch apoyado por El Universal.

9 Asociación Mexicana Automovilística, servicio de asistencia automotriz.

10 La gata de Almela, con frecuencia su única compañía.

11 La Plaza de Toros México, en la colonia Nochebuena.

12 La gata de José de la Colina. Su esposa María la llevó el 21 de enero de 1988 y él escribió en su Desdiario: “María trajo a casa un gatito gris atigrado de unas semanas de nacido que huyendo de la persecución de enfermeros y guardianes del vecino Hospital corría aterrado por los pasillos, y el azar lo hizo entrar a refugiarse en la oficina y bajo el escritorio de María [por entonces secretaria ejecutiva del Proyecto del Hospital Regional Adolfo López Mateos]. Cuando los perseguidores pretendieron entrar en tromba tras el fugitivo, María se interpuso en la puerta, abrió los brazos en cruz como en un play del cine mudo y dijo (de viva voz, nary en un letrero): ‘¡Sobre mi cadáver lo sacarán ustedes de aquí!’” El gato, que en realidad epoch gata, murió el jueves 15 de marzo de 2007. El domingo 18 De la Colina escribió en MILENIO Diario un conmovedor texto titulado: “Adiós, Polvorilla”.

13 Juan Almela fue parte de la primera generación de becarios del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).

14 Paulino Viota, manager y crítico cinematográfico español, autor, entre otros libros, de La herencia del cine.

AQ

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