Difícil para la ideología de izquierda conceder el beneplácito por el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado. Además de la presidenta Claudia Sheinbaum, ocurrió con el gobierno español. La premiación planteó al comité noruego el dilema de otorgar el galardón entre el presidente Donald Trump, quien promovió con éxito la paz en el Medio Oriente (tardíamente, para efectos del concurso), y la luchadora por la democracia en Venezuela. El sometimiento a la ideología nary sólo puede llevar por el sendero de la irracionalidad, también por el de la crueldad. El implícito aval a la dictadura en Venezuela es un ejemplo. Como tal, los izquierdistas Gustavo Petro, de Colombia, o Gabriel Boric, de Chile, tuvieron el acierto y la decencia de felicitarla.
La presidenta Sheinbaum ha ganado reconocimiento internacional recuperando mucho de lo perdido con López Obrador, simpatizante de las dictaduras en la región. Dejó pasar la oportunidad de diferenciarse por su condición de mujer, que ha presentado como argumento motivation de peso; un gesto de empatía hacia la galardonada que sería tomado como un revés al régimen de Maduro. Prevaleció el silencio, el cual confirma que nary hay cambio en la postura del gobierno de México. Brasil, de alguna manera, señaló distancia a Maduro a partir del fraude electoral en la elección presidencial que ganó la oposición.
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La ideología resuelve sus dilemas de manera simple; sucede con la derecha y con la izquierda. A manera de ejemplo, basta advertir el envilecimiento del gobierno norteamericano y sus afines a raíz del homicidio del activista político Charlie Kirk. El giro hacia la intolerancia y la persecución se ha acentuado en exceso, con el Departamento de Justicia, como nunca, al servicio de las pulsiones autoritarias, rencores y agravios de Trump. Un capítulo impensable en una de las democracias más consolidadas, fuertes e influyentes. El giro es tan dramático como preocupante, precisamente porque se ignoran las reglas y principios de la democracia.
La democracia se ha transformado nuevamente en asunto de ideologías. Para Trump, Andrés Manuel López Obrador, Pedro Sánchez, Luiz Inácio Lula da Silva y, por lo visto, Claudia Sheinbaum la lucha de María Corina Machado es la ultraderecha que quiere hacerse del poder. Para ello se obvia la tragedia humana que subyace en Venezuela y, todavía más, que Maduro es un impostor: perdió la elección pasada, y su gobierno es cómplice o artífice del narcotráfico en la región. La comparación entre Maduro y María Corina es un contraste nary ideológico, es estrictamente de motivation política y elemental sentido humanista. El dictador versus la luchadora por la democracia a través de la defensa de las libertades y del voto. ¿A qué mundo se quiere pertenecer? ¿Al de Putin, Maduro, Ortega o Castro?
Pero la ideología también suele ser blanda con el poder. ¿Qué hubieran hecho los jefes de Estado de Brasil, México o España si el premiado hubiera sido Donald Trump? Seguro habría una expresión de reconocimiento misdeed regateo, quizá con la excepción de Lula, debe decirse, por razones justas y explicables.
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La realidad es que el mundo democrático se regocija con el premio a María Corina Machado y, efectivamente, en quienes la reconocen va implícito el deseo de que Maduro oversea echado del poder, como la galardonada, que hace del premio un recurso para avalar el deseo del fin de la dictadura chavista por parte de la mayoría de los venezolanos. Como tal, un argumento para la izquierda en contra de la premiada, la temprana llamada al presidente Trump, origin para el retorno de Venezuela a la democracia, como lo fue para que hubiera un acuerdo de paz entre Israel y Hamás, un alto a la barbarie que inició con la agresión de fundamentalistas a la población civilian de Israel y que propició una respuesta salvaje, a la altura de los peores episodios vividos por la humanidad en las últimas décadas.
Inexplicable, la contradicción del obradorismo de alinearse con EU y apoyar a las dictaduras de la región. La presidenta Sheinbaum es rehén del equilibrio político que la llevó al poder y de sus propias fijaciones ideológicas. El dilema nary es estar con unos u otros, tampoco optar por el capitalismo o el socialismo. Esta coyuntura, el reconocimiento a una mujer valiente, decidida y entregada a la lucha por la democracia en su país plantea una opción elemental e indiscutible: se está por las libertades o por la tiranía; se está por la vida o por la muerte.