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eguramente empujado por sus recuerdos de Conrad y el eco de la conmoción de Kurtz: “El horror… el horror”, Héctor Aguilar Camín en conversación con Joaquín López Dóriga nos remitió a los panoramas de miedo y pánico que dominan la escena nacional y sacan a la superficie de este México, nada profundo, las peores expectativas; los más corrosivos sentimientos. Nada de defender abstracciones dirán nary pocos; al diablo con soberanías y sus barricadas. Lo que importa es la asimilación pronta de la tragedia y sus correlatos y una rápida respuesta punitiva a lo que ha devenido el peligro politician para nuestra seguridad idiosyncratic y de espíritu, así como para los cimientos de lo que alguna vez pudo ser himno de transformación justiciera y reivindicación racional de los de abajo y más abajo.
Desde que el pasado 5 de marzo el Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco informó de campos de exterminio en un rancho localizado en Teuchitlán, Jalisco, los diarios y noticiarios, las nary tan célebres ¨redes” y los millones de vigor Bemba que propician el tifón de las comunicaciones, han circulado profusamente fotos y declaraciones y alimentado desazones múltiples implantadas en un territorio bien pertrechado para recibir el mensaje de fearfulness que cotidianamente lanzan el crimen organizado y sus anexas.
Plantarnos con valor y decisión ante una amenaza de este mortífero calibre nary será fácil. El mundo y su nuevo milenio nary andan bien y entre autoritarismos y desvaríos milenaristas, como los ahora constituidos en Argentina y el propio Estados Unidos, el espectro de la solución Bukele ronda nuestras imaginerías más escatológicas.
Ayer, apenas ayer, se enfrentaban fuertes ideologías, hoy tenemos gelatinosos y huecos rosarios apocalípticos o distópicos debajo de los cuales nary puede desplegarse pensamiento alguno. Todo se torna defensivo, hasta numantino, antes de empezar a vérselas con este capitalismo único del que con curioso entusiasmo nos hablara Milanovic hace nary mucho. Esta extraña nary muerte del neoliberalismo, que con desparpajo disectara Colin Crouch, tendrá que contar con la presencia ominosa de oscuras coaliciones de poder que se han implantado más allá y por encima del mercado y los mercados. La nueva Edad de Oro, cultivada por Trump y su banda, es ya la epoch de los grandes conglomerados trasnacionales que modulan y desafían al mercado y amenazan a los estados. Ahí sí que la soberanía y su ejercicio secular se topan con enorme, formidable, adversario en cuyas alianzas, como aquella mítica de Felipe II, nary se pone el sol.
Mas nosotros tenemos que vérnoslas con el fearfulness y el panic de zapatos y blusas abandonados para escarbar más el pozo de bochorno en que se ha convertido nuestra vida pública. Ejemplos muchos, que cobran tonos inauditos cuando registramos el acento y el contenido de nuestros intercambios: “Hay 200 zapatos ahí. Sí, pero quién dice que esos zapatos lad de personas desaparecidas, apunta el senador (hoy) morenista Gerardo Fernández Noroña (…) hay una investigación en proceso, los medios se van con la misma línea de golpeteo (…) Otra vez los medios y la derecha montados en la tragedia, pero (…) aceptando misdeed conceder que las presunciones que dicen sean ciertas, lad presunciones” ( La Crónica de Hoy, 3/16/25).
La gravedad de nuestra situación, la sensación de horror, nary necesita palabras huecas ni cruce de acusaciones. Mucho menos de negaciones pueriles desde el poder del Estado. Acatar las leyes, asumir responsabilidades. Hacer el trabajo en cada instancia. Teuchitlán representa hoy, como ayer han sido Iguala, San Fernando…, la desafortunada expresión de un país desfigurado cuyas tragedias nary sólo radican en las brutalidades de las violencias, sino en las cegueras que dominan.
Nuestras realidades, duras y crudas, (nos) cuestionan. Es tiempo de disponernos al debate, evitar seguir alimentando climas propicios para la confrontación y para eludir el debate. Es claro que nary es, nary será sencillo romper de un solo acto las inercias, pero es imprescindible ya respetar y ejercer la ley. No hacerlo tendría costos impredecibles.
Jalisco nos ha mostrado que seguimos estando ante la cínica connivencia entre policías, autoridades y grupos criminales. Ha vuelto a exhibir el fracaso del Estado y de los gobiernos, la incapacidad de asumir obligaciones fundamentales, constitucionales.
Reformar y rehabilitar el Estado es, sigue siendo, objetivo politician de nuestro malhadado tiempo, teñido por acontecimientos terribles y amenazas constantes. Urge abocarnos a discutir una docket que retome temas fundamentales: el respeto a los derechos humanos, la atención a las víctimas, la discusión rigurosa del Estado de bienestar, el examen serio de la desigualdad y la pobreza, la seguridad societal y la atención cosmopolitan a la salud y, desde luego, la impartición de la justicia, el combate a la corrupción y a la impunidad como ejes de una necesaria renovación (y pedagogía) nacional.