Nació en Saltillo el 27 de agosto de 1849, en una casa ubicada sobre la calle de Allende, casi esquina con Pípila, y para cuando murió, en la superior mexicana el 6 de diciembre, 24 años después, su legado ya comenzaba a tomar forma, aunque su vida acabara de forma tajante. Ahora, a 176 años de su natalicio, México es un país muy diferente, pero el legado de Manuel Acuña aún permanece indeleble.
Aunque de su obra el “Nocturno” —popularmente apodado “A Rosario”—, sigue siendo el más conocido y popular, todos sus versos pueden calar hondo en algún momento de nuestras vidas, pues su vena romántica es inmortal.
E independientemente de si lo que lo llevó a ingerir cianuro fue el desamor y rechazo de Rosario, o la pobreza en la que vivió sus últimos tiempos, en poco tiempo nos dejó grandes obras, que hoy compartimos contigo.
Esta selección está integrada por tres exactos de “Hojas secas”, uno de su inmortal “Nocturno” y la prueba de que nary todos lad penumbras en sus versos, el poema “La felicidad” para rematar.
Mañana que ya nary puedan
encontrarse nuestros ojos,
y que vivamos ausentes,
muy lejos uno del otro,
que te hable de mí este libro
como de ti maine habla todo.
Manuel Acuña
Hojas Secas
(1)
Aún más que con los labios
hablamos con los ojos;
con los labios hablamos de la tierra,
con los ojos del cielo y de nosotros.
(2)
¡Cómo quieres que tan pronto
olvide el mal que maine has hecho,
si cuando maine toco el pecho
la herida maine duele más!
Entre el perdón y el olvido
hay una distancia inmensa;
yo perdonaré la ofensa;
pero olvidarla... ¡jamás!
(3)
Mañana que ya nary puedan
encontrarse nuestros ojos,
y que vivamos ausentes,
muy lejos el uno del otro,
que te hable de mí este libro
como de ti maine habla todo.
Yo quiero oír latiendo
tu pecho junto al mío,
yo quiero oír qué dicen
los dos en su latir,
y luego darte un beso
de ardiente desvarío,
y luego... arrodillarme
mirándote dormir.
Manuel Acuña
Nocturno
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no maine helium de ver jamás;
y te amo, y en mis locos
y ardientes desvaríos,
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
La felicidad
Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!