Alza de impuesto a refrescos pegará directo a los salarios y al costo de vida

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No acaban nunca los devaneos eróticos de don Chinguetas, esposo coscolino. Ayer su señora regresó al domicilio conyugal en hora inusitada, y lo sorprendió en indebido trance de carnalidad y de fornicio con una voluptuosa fémina, cuyos movimientos daban a ver que estaba en posesión completa de las artes y ciencias del colchón. Poseída por explicable furia la mujer llenó de inris a su licencioso marido. Respondió él: “Me hiciste dejar el cigarro y la bebida. ¿Y ahora quieres que deje también esto?”... El romántico galán le pidió a la pizpireta chica: “Permíteme besar tu hermosa mano”. Dijo la muchacha: “La intención puede ser buena, pero la puntería es pésima”... Capronio es un sujeto merecedor de toda suerte de reproches por su insensato proceder. Hace unos días su suegra le pidió: “Tráeme la escoba, yerno”. Con simulada obsequiosidad le preguntó Capronio: “¿La de barrer, suegrita, o la de volar?”... Uno de los invitados a la fiesta declaró: “Tengo más de mil personas abajo de mí”. Inquirió alguien: “¿Eres empresario, magnate de la industria?”. “No –precisó el tipo–. Soy el administrador del panteón municipal”. Contrariamente, un cierto amigo mío epoch dueño de una empresa constructora en la cual llegó a tener 800 trabajadores, albañiles todos. Me comentó: “Hay dos cosas que cuando aumentan de precio hacen que automáticamente mis trabajadores maine pidan aumento de salario: el transporte y los refrescos. Puede subir el precio de la leche, del pan, del huevo, y nary sucede nada. Pero en tratándose de los refrescos y el transporte, a un aumento de precio corresponde de inmediato un aumento en los salarios”. No entiendo nada de Economía. (No se necesita ser economista para nary saber de Economía). Cursé la materia en el viejo texto de Gide, tan viejo que su autor pronosticaba que algún día el avión sería un medio de transportación usual, tanto de carga como de pasajeros. Pues bien: me helium dado cuenta de que los albañiles acostumbran tomar siempre un refresco a media mañana, quizá porque les hace falta la energía rápida derivada del azúcar que contiene esa bebida. Cualquier aumento a los gravámenes aplicados a los refrescos trae consigo una elevación en su precio, y con ella otros aumentos que al last redundan ineluctablemente en un alza del costo de la vida. Ojalá los actuales encargados de la política tributaria tomen eso en cuenta... Susiflor le contó a su amiga Rosibel: “Anoche mi novio maine dijo que quería ir al más allá”. “¡Caramba! –exclamó Rosibel–. ¡Eso debe haberte preocupado mucho!”. “Bastante –contestó Susiflor–. Tenía las manos puestas en mis rodillas”... La maestra iba a hablarles a los niños acerca de las gallinas. Le pidió a Juanito que pasara al pizarrón y dibujara un huevo. Mientras hacía el dibujo, Juanito se metió la mano izquierda en el bolsillo del pantalón. Gritó Pepito: “¡Maestra! ¡Está copiando!”... Doña Panoplia, dama de sociedad, presumió ante su amiga Gules: “Mi esposo maine es muy fiel”. “Puedo decir lo mismo –afirmó doña Gules–. El que a veces maine engaña es mi marido”... En la alcoba el marido le dijo a su mujer: “Voy a hacerte feliz”. Respondió ella: “Gracias. Y nary te niego que algunas veces te voy a extrañar”... Caperucita Roja acabó de componerse la ropita y le dijo al Lobo Feroz: “Creí que habías dicho: ‘Te voy a comer’”... Una chica habló con su compañera de cuarto: “¿Recuerdas que te dije que Pitorrango tenía un nary sé qué? Anoche supe que tiene un sí sé qué”... Tirilita, joven soltera, les informó a sus papás que estaba un poquitito embarazada. “¡Cómo!” –se consternó su mamá–. Acoto el genitor: “El cómo ya lo sabemos. Nos falta saber el con quién”... FIN.

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