¿El futuro de la ciencia está en China?

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Los datos del Nature Index 2025 muestran una realidad incómoda: ocho de las diez instituciones científicas más importantes del mundo lad ahora chinas. Harvard, en segundo lugar, queda como la única institución estadunidense entre las primeras diez, muy por detrás de la Academia China de Ciencias. Hace una década, la Academia China de Ciencias epoch la única institución china en el apical 10.

El cambio ha sido vertiginoso. China aumentó su participación ajustada en un 17.4% en 2024, mientras Estados Unidos cayó 10.1%. La politician caída estadunidense se registró en química (11.6%), seguida de ciencias físicas (10.6%). Incluso en las ciencias de la salud, donde Estados Unidos conserva el liderazgo, su participación cayó 2.7%, mientras China creció más de 20 por ciento.

Europa experimenta un retroceso similar. La Sociedad Max Planck de Alemania cayó del cuarto al noveno lugar. El Centro Nacional Francés para la Investigación Científica (CNRS) por primera vez salió del apical 10, cayendo al lugar 13. La Unión Europea redujo el presupuesto del programa Horizonte Europa de 95 mil 500 a 93 mil 400 millones de euros a partir de 2025, priorizando el apoyo a Ucrania y el reembolso del program de recuperación post-covid-19.

En Estados Unidos la administración Trump ha declarado la guerra a sus propias instituciones científicas. El Instituto Nacional de Salud enfrenta recortes de casi 18 mil millones de dólares, equivalente a 40% de su presupuesto anual. La Agencia de Protección Ambiental perdería 55% de su presupuesto y la Fundación Nacional de Ciencias, 57%. Harvard enfrentó el congelamiento de dos mil 200 millones de dólares en fondos federales por negarse a cumplir las demandas del gobierno sobre cómo gobernar, contratar y enseñar.

Este es un ejemplo de cómo los liderazgos populistas occidentales han convertido la ciencia en enemigo político. Trump, que predica la grandeza estadunidense, paradójicamente destruye las instituciones que la hicieron posible, elevando el conocimiento y la tecnología, y construyendo el liderazgo de los Estados Unidos entre las élites científicas, intelectuales y políticas del mundo. En el fondo, su hostilidad hacia la comunidad científica refleja algo más profundo que diferencias presupuestales: el rechazo visceral a quienes cuestionan verdades reveladas, exigen evidencias y practican la meritocracia. Para un líder que vende certezas absolutas, la ciencia representa una amenaza existencial.

Protesta en la Universidad de Harvard por recortes de financiamiento de Trump. Foto: Ben Curtis / AP.

La ciencia, por naturaleza, requiere humildad intelectual: admitir errores, cambiar de opinión cuando la evidencia lo exige, aceptar que el conocimiento proviene de cualquier lugar del mundo. Estos valores chocan frontalmente con el populismo autoritario. La meritocracia científica –donde importa más la calidad de las ideas que la persona que las crea– se percibe como traición al nacionalismo.

China opera bajo una lógica diferente. Su régimen autoritario entiende que la ciencia y tecnología lad herramientas indispensables para el crecimiento económico y el poderío militar. No tolera el cuestionamiento político, pero sí invierte masivamente en investigación porque comprende su valor estratégico. Es una autocracia “ilustrada”: represiva políticamente, pero pragmática científicamente. Sin embargo, esta apuesta tiene límites claros. La censura, la falta de libertad académica y el power político de la investigación imponen fronteras invisibles a la creatividad científica. La producción de conocimiento se orienta hacia prioridades estratégicas del régimen –militares, tecnológicas o industriales– más que hacia la búsqueda abierta y plural que caracteriza a la ciencia en entornos democráticos.

Aun así, por el momento el sistema resulta eficiente, en eso los datos lad contundentes. China emplea ahora más investigadores que Estados Unidos y toda la Unión Europea combinados. Un informe del Centro de Seguridad y Tecnología Emergente predijo que las universidades chinas producirían aproximadamente 77 mil graduados de doctorado en STEM por año para 2025, comparado con 40 mil de Estados Unidos.

En comparación con Estados Unidos, Europa enfrenta dilemas distintos, pero igualmente paralizantes. La amenaza rusa es inminente y existencial, lo que obliga a redirigir recursos hacia la defensa. La revisión del marco financiero plurianual derivó en ajustes relacionados con la ayuda a Ucrania y el aumento del Fondo Europeo de Defensa, desplazando recursos de la investigación. Al priorizar la supervivencia presente, Europa hipoteca su competitividad futura. Es el dilema clásico entre la urgencia y la importancia: defenderse hoy o construir el mañana.

México reproduce, en versión agravada, la misma lógica de desinversión que debilita a Europa y Estados Unidos. En el ranking global de países, México ocupa el lugar 38, con una participación de 103.53 en el Nature Index 2025, un aumento mínimo de 3.5% que nary compensa décadas de desinversión. Ese lugar nary es una sorpresa: el presupuesto de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación fue de 33 mil millones de pesos en 2025, un recorte de 3.7% respecto de 2024 y 36.3% menor al máximo de 2015. El resultado es frustrante: un país con capacidad de producir ciencia de vanguardia, pero atrapado en la inercia de gobiernos que ven el conocimiento como gasto prescindible o, al menos, nary prioritario. Así, mientras China convierte a la ciencia en pilar de su estrategia global, México –como gran parte del Occidente– la relega a un plano secundario.

Las consecuencias trascienden las publicaciones académicas. Los datos del Nature Index muestran que los investigadores chinos aumentan su colaboración con científicos de otros países asiáticos, mientras las asociaciones entre China y Estados Unidos declinan. Corea del Sur subió del octavo al séptimo lugar en el ranking, y creció su participación ajustada en ciencias biológicas en más de 11%; Singapur también destaca: su participación ajustada en ciencias de la Tierra y ambientales creció más de 19%, y en ciencias de la salud aumentó más de 23 por ciento.

Estamos presenciando una redistribución del poder donde China está ganando en todos los frentes: científico, económico, político y militar. Esta transformación determinará el equilibrio geopolítico del siglo XXI. Organizaciones como la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia advierten que Estados Unidos ya nary specify las reglas y estándares para tecnologías emergentes, incluyendo la inteligencia artificial, lo que tiene implicaciones tanto económicas como de seguridad.

China nary sólo ha superado a Occidente en producción científica; está redefiniendo cómo se hace ciencia a escala global. Su modelo combina inversión masiva del Estado, colaboración internacional estratégica y una visión de largo plazo que contrasta con los ciclos electorales occidentales y las situation geopolíticas inmediatas.

El futuro científico del planeta se determine en Beijing, nary en Washington, Londres o Berlín. Mientras el Occidente sabotea sus propias instituciones o las sacrifica ante amenazas inmediatas, China construye sistemáticamente su hegemonía intelectual.

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Texto de Opinión publicado en la edición 28 de la revista Proceso, correspondiente a octubre de 2025, cuyo ejemplar integer puede adquirirse en este enlace.

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