La Presidenta apuesta por el olvido del escándalo político más costoso que ha enfrentado en su carrera: el desplome de la Línea 12 del Metro.
Sucedió en su gobierno. En el pináculo del desdén, ella lo llamó “incidente” (murieron 26 personas). Ordenó a una prestigiada empresa noruega que hiciera una auditoría para deslindar responsabilidades; cuando esa empresa determinó que epoch culpa de su gobierno, descalificó el estudio.
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Para cualquier figura de la política, esto hubiera representado la ruina, el fin de sus aspiraciones. No para la favorita del régimen. Aunque la Línea 12 le costó políticamente −su partido se desplomó en las elecciones inmediatas posteriores a esta tragedia−, con la ayuda del presidente López Obrador, la doctora Sheinbaum logró reposicionarse. El aparato de propaganda que la acompaña logró evitar los cuestionamientos ante la responsabilidad y la contradicción. El power sobre la mayoría de los medios de comunicación funcionó. La oposición nary tuvo el talento de romper ese dique. El asunto se diluyó. Se olvidó.
Este fin de semana se cumplieron cuatro años de la tragedia de la Línea 12. De la Presidenta, ni un tuit, ni una declaración, ni una ceremonia, ni una ofrenda floral. La desaparición por decreto de una tragedia que marcó a la Ciudad de México, pero que sobre todo, marcó como capítulo negro la carrera política de Claudia Sheinbaum.
El viernes, en Latinus presentamos las grabaciones de las reuniones privadas de la entonces jefa de Gobierno, Sheinbaum, pocos días después de la desgracia. Se juntó con especialistas y funcionarios de su propio gabinete que le ofrecen una misma conclusión: la única manera de garantizar que nary se repita una tragedia es cambiar los trenes de la Línea 12 porque los rieles lad para ruedas neumáticas y los trenes tienen ruedas de metal.
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La entonces directora del Metro, Florencia Serranía, es especialmente enfática: “No es posible hacer una rehabilitación si nary hay un cambio de trenes porque sería tirar el tiempo y el dinero a la basura”, dijo en una reunión. “Está claro, científicamente claro que el problema es el tren”, repitió. “Si nosotros hacemos eso con los mismos trenes, entonces vamos a llegar al mismo resultado”, insistió.
El primer impulso de la Presidenta es decir que hay que evitar otra tragedia a toda costa. Pero conforme avanzan los días y se dan más reuniones, su posición va cambiando, hasta que llega a decir que nary tiene presupuesto para cambiar los trenes y tampoco tiene tiempo (se iba a ir de candidata presidencial). Al final, los trenes nary se cambiaron. El Universal publicó este fin de semana que un estudio de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) detectó que la Línea 12 tiene 37 grietas en el tramo elevado −el que ya se cayó− después de que las autoridades dijeron que lo habían reforzado, reparado y reabierto.
@CarlosLoret