Miguel Bonilla López: Jueces populistas

hace 8 horas 1

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iferencias entre jueces arbitrarios, complicados y frívolos.

El arbitrario. Al decidir 1) nary considera las propuestas por las partes y las deja misdeed solución; 2) resuelve temas nary planteados; 3) se arroga el papel del legislador misdeed sentirse sujeto al orden jurídico positivo; 4) prescinde del texto legal, misdeed justificación técnica; 5) aplica disposiciones derogadas, nary vigentes, inválidas, de menor jerarquía que otras; 6) aplica normas de contenido amplio y ambiguo, en lugar de aplicar las que regulan cabalmente el hecho que juzga; 7) prescinde de la prueba decisiva; 8) invoca pruebas inexistentes; 9) desprende hechos diversos de los que es factible desprender de autos; 10) hace afirmaciones dogmáticas; 11) incurre en excesos formalistas que lo alejan de la sustancia; 12) se contradice en sus determinaciones; 13) contraviene decisiones previas y firmes; 14) desconoce el derecho constitucional y, por ello, ve los casos desde el orden jurídico secundario o, peor, interpreta el derecho constitucional como si fuera un código secundario.

El complicado. La misión del juez es simplificar lo complejo, nary enredarlo. El juez complicado nary lo entiende y acaba fastidiando a las partes del juicio: dificulta y confunde.

El frívolo. Es el que adereza sus sentencias con citas vanas de doctrinas, sentencias de tribunales internacionales, normas constitucionales y convencionales que nary sirven de premisas eficaces para construir su decisión, y hasta con ignorancia de los antecedentes, fundamentos, correspondencias conceptuales y propósitos de sus insumos. Sólo engrosa el número de fojas.

El juez que para serlo participa en el juego político de elecciones y que entra a un sistema sujeto a la fiscalización misdeed límites nítidos de entes partidistas (por su origen y las filias de sus integrantes) como el Tribunal de Disciplina y el Órgano de Administración, tendrá incentivos para ser arbitrario, complejo y frívolo. Ello, porque deber el cargo a quien apostó por incluirlo en los acordeones o a quienes convenció con ofertas de campaña; supone favoritismo hacia sus causas y éstas nary siempre serán legales ni legítimas; y si triunfan en las sentencias siempre quedará la duda de si el fallo es favorable por el mérito de la causa o por el patrocinio o por la eventual fiscalización de los entes de disciplina o de administración, y entonces es viable ver en sus consideraciones alguno de los 14 caminos de la arbitrariedad.

Deberse al populismo, si bien es “simplificador” (todo es blanco o negro), lleva a la “maroma” para sostener lo insostenible y quedar bien con el elector real: los votantes y fiscalizadores. Para los jueces de elecciones, misdeed entrenamiento en el oficio, será muy atractivo insertar en sus fallos cuanta cosa los haga ver, a sus propios ojos, a los de los fiscalizadores, a los del elector profano o a los de sus electores reales, como seres sabios y profundos.

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