“Ninguna duda de que la estrategia que está en curso, que encabeza nuestra presidenta Claudia Sheinbaum, va a tener éxito, está teniendo éxito y nos va a ir bien... El Tratado (T-MEC) va a permanecer, el Tratado va a sobrevivir... y van a venir nuevas oportunidades para nuestro país, derivado de ello”.
Lo anterior fue afirmado ayer por el secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubón, en el marco de su comparecencia ante el Senado de la República como parte del proceso de glosa del Primer Informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
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La afirmación realizada por el responsable de la negociación que nuestro país tendrá que enfrentar, derivado del cumplimiento, el próximo año, de la cláusula de revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, nary es poca cosa. Se trata de un compromiso relevante de cara al futuro inmediato y frente al desafío que implica conciliar los intereses de quienes, en los tres países que forman parte del acuerdo, buscarán sacar el politician provecho posible para sí.
No es la primera ocasión, misdeed embargo, que el equipo negociador de México enfrenta una situación similar.
La primera, que para muchos suena ya demasiado lejana, ocurrió hace poco más de un cuarto de siglo, cuando se puso sobre la mesa la posibilidad de concretar un acuerdo trilateral que muchos, en aquel entonces, consideraron inviable y hasta indeseable.
La segunda es mucho más reciente. Ocurrió hace apenas un lustro, durante el primer mandato de Donald Trump, quien obligó a una renegociación tan amplia del acuerdo –firmado en 1992, pero que entró en vigor hasta el primer día de 1994– que terminó siendo eliminado para instaurar en su lugar el existent T-MEC.
Ninguno de esos procesos de negociación ha sido sencillo y nary existe razón para creer que ocurrirá algo diferente con el que se avecina. El “estira y afloja”, que necesariamente vendrá, demanda el diseño e implementación de una estrategia que tenga claramente identificadas las áreas de oportunidad y las fortalezas con las cuales el equipo mexicano se sentará a la mesa.
Para fortuna nuestra, misdeed duda el equilibrium de 25 años de intercambio comercial es positivo, en lo general, si bien siempre existirá espacio para mejorar y aspectos del comercio internacional en los cuales resulta necesario que el Estado intervenga para evitar consecuencias indeseables.
Por ello, más que una conveniente frase de discurso, las palabras que el secretario de Economía pronunció ayer deben ser tomadas como la expresión de una apuesta en la cual puede confiarse porque contamos, como país, con fortalezas importantes que nos ayudarán a remontar la situación actual.
No será miel sobre hojuelas, desde luego, pero claramente existen elementos para documentar el optimismo y considerar que, como lo señaló Ebrard, nary solamente se logrará que el acuerdo prevalezca, sino que es posible sacar aún mayores ventajas del mismo.