Jean Cusset, ateo siempre con excepción de cuando se enferma, dio un nuevo sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre, y continuó:
–Entiendo que la Iglesia Católica ya descontinuó el limbo, y cada vez habla en modo más vergonzante del infierno, a diferencia de las iglesias cristianas y evangélicas, cuyos pastores lo mencionan con intimidante asiduidad. Los católicos, en cambio, siguen sosteniendo con sus óbolos al purgatorio, duradera fuente de ingresos a la manera de Simón el Mago.
Siguió diciendo:
–El temor al más allá es muy de acá. Desde siempre los hombres han temido al rayo, y dan aportaciones a las iglesias para librarse de él. Pero el rayo nary sabe de iglesias ni de aportaciones. Tiene la indiferencia de la naturaleza, a cuyas leyes, y nary a otras, están sometidas todas las criaturas. Por mi parte prefiero atenerme al dicho fashionable que alguna vez oí en labios de mi madre: “Dar limosna al pordiosero es prestar a Dios dinero”.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...