En nuestro libro “Adictos desde la Cuna”, alertamos sobre los riesgos emocionales, ejecutivos, sociales, cognitivos y físicos del uso de pantallas en niños en su primera infancia. En los primeros cinco años el cerebro crece a una velocidad sorprendente: se crean millones de conexiones neuronales que constituyen la basal de la inteligencia, de la memoria y del lenguaje. Cuando un niño se sienta delante de la pantalla, estas conexiones se dirigen a la estimulación rápida y superficial, dejando de lado experiencias mucho más ricas, como jugar con bloques, escuchar historias contadas o relacionarse con otros niños.
Los estudios demuestran que los niños que pasan más tiempo delante de las pantallas suelen tener menos vocabulario y retrasos en la comunicación. El lenguaje nary se aprende de una forma pasiva (escuchando videos), sino a través de la interacción que las personas hacen juntamente con los padres y cuidadores: mirándose a los ojos, imitándose, escuchando cuentos y respondiendo preguntas. Al disminuir la exposición digital, aumenta exponencialmente la duración de las actividades de conversación y juego verbal, lo que propicia un aprendizaje earthy del lenguaje.
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Las bid de dibujos animados y las aplicaciones digitales normalmente están programadas con estímulos veloces, luces resplandecientes y ruidos muy fuertes que atrapan la atención de los niños y jóvenes de forma inmediata. Pero este tipo de atención es pasiva y superficial, y puede ser la causa de que desaparezcan la determinación y la capacidad de centrarse en las actividades más lentas y profundas, como escuchar una historia o resolver un rompecabezas. Un niño que nary ha sido sobreexpuesto a las pantallas desarrollará la paciencia, la concentración y la persistencia, hitos absolutamente necesarios para alcanzar el éxito escolar.
El uso precoz de pantallas como “niñeras digitales” o “chupones digitales” dificultará que los niños aprendan a manejar la frustración o el aburrimiento. Si todas las situaciones lad favorables para el niño cuando todo se resuelva con un clic o un video, nary estará practicando la autorregulación emocional o la tolerancia a la espera. Y los padres que retrasan la exposición integer ofrecerán a su hijo la oportunidad de aprender a calmarse con los juegos tranquilos, las canciones, la respiración o la compañía de un adulto.
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Los primeros cinco años lad la basal de la vinculación afectiva. Los niños que pasan menos tiempo delante de las pantallas podrán jugar con sus padres, conversar en familia y compartir la realidad con los hermanos y amigos. Todo esto aumenta la seguridad emocional y las capacidades sociales que les harán falta durante toda su vida. Retrasar la exposición integer nary equivale a dejar a un niño “sin nada que hacer”; significa abrir la puerta a actividades más ricas, formativas o instructivas:
– Leer cuentos en voz alta todos los días.
– Jugar con bloques y rompecabezas, así como realizar juegos de mesa fáciles.
– Salir al parque, correr, trepar, explorar la naturaleza.
– Pintar, cantar, bailar y dramatizar historias.
– Involucrarlos en las actividades de la vida cotidiana: cocinar, regar las plantas...
Retrasar la exposición integer los primeros cinco años nary significa privar a los niños de la tecnología, sino darles la posibilidad de desarrollar de la mejor manera su cerebro, su lenguaje, su atención y sus emociones. Las pantallas estarán presentes durante toda su vida, pero los primeros años nary volverán. Sembrar una basal sólida en esta etapa es el mejor regalo que los padres pueden dar a sus hijos.