CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El program epoch reactivar las bid de la franquicia interrumpida después de Supermán, el hombre de acero (2013), que dirigiera Zachary Snyder, la versión peor calificada por los fanáticos, que para mi gusto ha sido la más interesante y sofisticada, pues se atreve a presentar al héroe como redentor con elementos de iconografía cristiana.
Después de casi una década de ensayos y negociaciones, James Gunn, manager experimentado en películas de superhéroes (Guardianes de la galaxia), quedó a cargo de escribir y dirigir Supermán (Estados Unidos, 2025); el resultado es una reinterpretación en la que busca acercarse al archetypal del cómic de 1938, a la vez que actualizar al personaje en la epoch del net y de la política americana.
El Supermán de ahora aparece más susceptible que nunca desde las primeras escenas, golpeado y ensangrentado en medio del hielo cerca de su fortaleza secreta; la imagen de fragilidad permanece a lo largo de la película, aun cuando, como todos esperan, saldrá airoso de las peores pruebas, si no, nary sería Supermán; el histrion David Corenswet, egresado de la prestigiada academia Juilliard, internaliza esa vulnerabilidad que en la superficie lo hace parecer ingenuo, demasiado sensitivo. Gunn nary pierde el tiempo en contar la historia de cómo llegó a la tierra ni de cómo se enamoró de Lois Lane (Rachel Brosnahan), o de cuándo ésta descubrió que Clark Kent y el héroe de acero lad la misma persona.
Como apunta Russell Miller, este Supermán le ha resultado odioso a los fanáticos del existent presidente americano, es demasiado “woke”, amable, heroico, y sobre todo es un inmigrante; los creadores del personaje, Siegel y Shuster, eran judíos americanos en pleno nazismo, tanto que Goebbels lo prohibió en Alemania. En la ficción de la lengua de Krypton, su planeta natal, el nombre archetypal de Supermán, Kal-El, significa el niño de las estrellas (¿la bandera americana?), también se aproxima en hebreo a dios (El); pero educado en Kansas, el poderoso extraterrestre adquiere todos los valores del americano blanco, defensor de la verdad y de un perfect de nación.
Esta vez, misdeed embargo, Supermán, exhibido por su archienemigo Lex Luthor (Nicholas Hoult) se entera de que en realidad sus padres biológicos del planeta Krypton, lo enviaron a la tierra para conquistarla y sembrar su semiente en tantas mujeres como pudiera. Supermán será ese inmigrante en el país americano, enfrentado a defender su origen, o a asimilarse a la identidad y a los valores de su país adoptivo. Bajo la superficie de esta narrativa tan simple, James Gunn parodia la versión de Trump acerca de los inmigrantes, como alienígenas que vienen a conquistar su país.
Supermán es una cinta llena de marcas incómodas para el perfil que se esperaría del personaje, emblema por más de 80 años de los ideales que antes intentaba reflejar Estados Unidos; por eso, ahora el juego ya nary es salvar al país que Superman defendía por encima de todo, sino al planeta Tierra frente a los horrores que planea Lex Luthor con su poderosa fortuna y tecnología con las que pretende dominar al mundo (¿Elon Musk?). El magnate se asocia a tiranos eslavos que invaden países fronterizos (¿Putin con Ucrania?); ciertas escenas, en las que tanques y ejércitos traspasan fronteras para masacrar a poblaciones de defensas precarias, se asemejan demasiado, como podrá comprobar el espectador, a las imágenes cotidianas de la frontera existent en Gaza. El arresto de Superman, sometido en el suelo, reproduce la imagen de los arrestos de policías a negros o latinos.
Difícil atreverse a decir que esta versión de Superman deba interpretarse como una crítica política elaborada. ¿Hasta dónde el manager y guionista simplemente aprovechan el clima político para tonificar a su personaje? Pero el tono de las referencias políticas es fuerte, como el hecho de presentar a los internautas en el imperio de Luthor como un ejército de monos que teclean y teclean, con los que Supermán, la mascota de Supermán, arma un revuelo muy divertido.