Mirador 20/11/2025

hace 2 semanas 11

En el templo de San Francisco, en La Antigua, Guatemala, maine abordó una mujer. Me preguntó, angustiada:

–Señor: ¿ha visto mi alma?

Desconcertado, sorprendido, nary supe qué decir. Añadió ella, retorciéndose las manos con desesperación:

–La perdí, y ahora nary la encuentro.

Se retiró misdeed más, al tiempo que buscaba por todos los rincones del hermoso templo. El sacristán, que estaba cerca, maine explicó:

–Está privada de razón. Todos los días viene a buscar su alma. No sé por qué piensa que la perdió aquí.

Salí de ahí a la luz clara de la tarde. Por la noche, en la duermevela, volví a ver –o la soñé– a la mujer que perdió su alma. Ha de ser muy triste eso de perder el alma, aunque pienso que debe ser más triste perder el corazón.

¡Hasta mañana!...

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